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Crítica:ZARZUELA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'La chulapona', el ambiente de Madrid

Como cada año el teatro de la Zarzuela hace honor a su nombre al inaugurar la temporada con un clásico del género lírico, en este caso La Chulapona, de Federico Romero, Guillermo Fernández Shaw y el maestro Moreno Torroba. Hay que anticipar que el montaje y la interpretación son, probablemente, los mejores que ha tenido nunca esta pieza castiza de los años treinta y que el éxito fue muy grande.Hay algo que se percibe a través de cualquier acción teatral-lírica: el entusiasmo o la ausencia de él -sustituida por mera profesionalidad- de los directores musicales y escénicos. Naturalmente, lo deseable es la unión de ambas capacidades: profesionalidad inteligente y puesta en juego de cierta dosis de pasión. Que Miguel Roa cumple los dos supuestos es algo bien sabido. Al interés del director madrileño se suma ahora el Gerardo Malla, hombre de teatro en toda la amplitud del término, estudioso, actor, ayudante con Nuria Espert y periodista especializado. Comenzó su carrera de regista en el género dramático (De san Pascual a San Gil, Bajarse al moro, Las galas del difunto) y ahora aplica sus saberes a La Chulapona en una concepción digna de verse, ambiciosa y, a la vez, desnuda de excesos que con frecuencia caen en pedantería. Bien es verdad que ha contado con un excelente equipo de colaboradores: Mario Bernedo para escenarios y trajes, Goyo Montero en la coreografla y Eric Teunis, en las luces.

'La chulapona'

De F. Romero, G. F. Shaw y F. Moreno Torroba. Intérpretes: C. González, M. Martín, R. Murliz, J. L. Cancela, R. Castejón, L. Barbero, P. Rosado, M. Ruiz, P. Racionero, R. de Andrea, J. Ruiz, A. Rodríguez, L. Perezagua, J. A. Sanguino, P. Hurtado de Mendoza, C. Lucendo, J. Varela, J. Alcaide, C. Linares, S. García, A. Castizo, C. Rubio, P. del Río, E. Fuentes, A. Fuentes, R. del Río. Guitarristas: Paco Cortés y Pedro Sierra. Bailarines: Elvira Andrés, Amparo Arnedo, Paloma Moraleda, Pilar Rubio, Leovigildo Alonso, Carlos Fernández, Jorge Cavigha y Miguel Fuentes. Orquesta Sinfónica de Madrid, Coro del Teatro Lírico Nacional. Director: Ignacio Rodríguez. Escenografía y figurines: Mario Bernedo. Coreografía: Goyo Montero. Luces: Eric Teunis. Dirección escénica: Gerardo Malla. Dirección musical: Miguel Roa. Teatro de la Zarzuela, 14 de septiembre.

La Chulapona significa, ante todo, la presencia en la calle del pueblo madrileño, el retrato de sus tipos individuales y su vida colectiva: boda, café, toros, trabajo, fiesta con cante y baile. En suma: vida.

Personalmente me interesa más en La Chulapona todo lo que hay de evocación de un Madrid ya muy lejano en 1934, cuando la obra se estrena, que la misma anécdota argumental, no exenta de melodramatismo. En esta ocasión se subrayan, sobre todo, los valores ambientales: gran escena abierta y plena de luz, animado movimiento, figurines multicolores, profusión de muy acertadas danzas y, en general, esa algabaría de barrio popular que Bretón sacó a escena en La verbena de la Paloma.

La del pañuelito

El compositor, madrileño acendrado, evocó a través de su propia musa, el Madrid de seguidillas, fandangos, mazurcas, chotis, pasacalles y habaneras: La del pañuelito salió a la calle inmediatamente. Todo lo hizo Moreno Torroba con simplicidad pero con refinada manera, de la que es buen ejemplo el chotis del tercer acto, casi en voz baja, Ay, madrileña chulapa. La Chulapona gustó a todos y siempre pensé que sin la competencia de Luisa Fernanda habría sido lo mejor de su autor. Todo lo cual justifica los elogios recibidos de la crítica y, también, el más inteligente reparo: el de Julio Gómez, en El Liberal, quien tras cumplidos elogios expresa su deseo de que "lleguen a hacer los autores la zarzuela de hoy, para que dentro de cuarenta años puedan otros hacer otra, fundada en ella, lo mismo que ellos ahora se han basado en La verbena y La revoltosa. Pasaron no cuarenta años, sino más de cincuenta y estamos con La Chulapona ante el ayer del anteayer, lo que, en cierto modo, difumina el problema apuntado por don Julio.Milagros Martín, en Manuela la Chulapona -que en verdad no lo es tanto-, estuvo sencillamente estupenda. Su voz es muy bella y cala muy hondo por su atractivo mordente y su gracia como actriz contribuyó con eficacia a la estilización del personaje. Le dio respuesta, en su contrincante amorosa, Carmen González, ya bien conocida, de medios frescos y expresión garbosa, buen decir y adecuado hacer. Entre las dos, José María -el coqueto de la zarzuela quedó ennoblecido por Ricardo Muñiz, gracias a la belleza de sus medios vocales y a ciertos matices expresivos de cuño romanticista. Rafael Castejón, Luis Barbero y José Luis Cancela encarnaron sus tipos con acierto, en tanto Pepa Rosado logró una creación de Venustiana, tipo de mujer brava con larga tradición en el sainete musical. En realidad el trabajo de conjunto estuvo tan bien orientado y equilibrado que de no ser tan extenso, valdría la pena citar al reparto entero.

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