Sublimación de lo anodino
Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle (rodada después de El rayo verde y antes de filmar El amigo de mi amiga -sexto capítulo de la serie Comedias y proverbios- ya estrenadas en nuestras pantallas) es el único ejemplo que nos llega del personal magisterio de Erich Rohiner, capaz de convertir en manierismo su habitual concisión y rigor de exposición narrativa. El presente título, compuesto por cuatro episodios independientes de distinta duración e interpretados por las mismas protagonistas, contiene un discurso coherente que da unidad a la fábula y vuelve a mostrar, como es habitual en el cine del autor de Ma nuit chez Maud, el dilema de la postura moral o ética ante diferentes aspectos de la vida cotidiana.La hora azul, el primero y más lírico de los episodios, enlaza con su atención por los fenómenos de la naturaleza y con El rayo verde. El siguiente, El camarero y el último, La venta del cuadro, en el que ironiza sobre el arte y su comercio y la crítica del mismo, están presididos por el humor. Y en todos ellos, al igual que en El mendigo, la cléptómana y la estafadora, donde la picaresca urbana es protagonista, la actitud de los protagonistas ante los mismos hechos enfrenta sus personalidades en unos diálogos tan primorosamente construidos como exasperantes o deliciosos, conforme el ánimo del espectador.
Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle
Dirección y guión: Eric Rohmer.Fotografía: Sophie Maintigneux. Música: Jean-Louis Valero y Ronan Girre. Producción: CER / Les Films du Losange. Francia, 1985. Intérpretes: Joëlle Miquel, Jessica Forde, Philippe Laudenbach, Fabrice Lichini, Yasmine Haury, Marie Riviere, Haydée Cafflot, Gérard Courant, Beatrice Romand. Estreno en Madrid: cine Alphaville (versión original).
Hallazgos
Actrices jóvenes dulces y espléndidas, como ocurre siempre en las últimas realizaciones del autor de El signo de Leo, vuelven a demostrar el acierto y sabiduría con que está dotado el cineasta para descubrir y sacar el máximo provecho de sus hallazgos.Las peripecias de estos seres anodinos que bordean el ridículo, pero también entrañables, Reinette y Mirabelle, está narrado con unos diálogos precisos, convincente y naturalista interpretación e ilustrada visualmente con un rigor austero, exultante dominio del encuadre, sigilosa utilización de la acción fuera de campo y dominio perfecto de los ejes de miradas. Elegante, estilizada y sensible, el filme insiste sobre las conocidas constantes del director, cuyo formalismo magistral le convierte en sorprendente arquitecto del espacio fílmico.