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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Diada violenta

LA CELEBRACIÓN de la Diada Nacional de Cataluña se tiznó ayer de tonalidades radicales y violentas. El carácter crecientemente minoritario de ese radicalismo y la escasa potencia destructiva de esa violencia atenúan sus efectos, pero no exime a nadie -y menos a los poderes públicos- de la preocupación por su desarrollo y de la consiguiente necesidad de tomar medidas claras para evitarlo.El despliegue constitucional y el desarrollo estatutario, pese a sus insuficiencias, han logrado en los últímos 10 años dar satisfacción a la mayor parte de los anhelos históricos de los catalanes. De ahí que la celebración de la Diada se circunscriba actualmente a una conmemoración institucional y que la ciudadanía prefiera entregarse al ocio y opte por salir a la cafle, más bien en una jornada optimista y primaveral como la de Sant Jordi, que para hurgar en agravios lejanos en una fecha, como la del 11 de septiembre, que rememora una derrota. Los centenares de miles de catalanes que hace 10 años ocupaban las calles, en esta ocasión consideran que en buena parte sus objetivos están cumplidos, y que, por lo que se refiere al resto, deben conseguirse por las vías participativas y democráticas habituales.

Esta demostración de sensatez, sin embargo, conlleva el peligro de que grupos poco representativos en sus ideas y en sus métodos acaparen el protagonismo de la Diada. Es exactamente lo que viene sucediendo en los últimos años, y particularmente en esta ocasión. Afortunadamente, el mayor tumulto se corresponde con un nivel de participación estable o decreciente. Los grupos radícales violentos han llegado esta vez a las manos entre sí: los seis heridos pertenecientes a las dos familias del Moviment de Defensa de la Terra (MDT) -simpatizantes en uno u otro grado del terrorismo de Terra Lliure- son suficientemente ilustrativos de la mediocridad política y de la miseria social del radicalismo violento.

Pero la exigüidad del apoyo social a estos movimientos no impide la constatación de su peligrosidad creciente. Y aunque la primera responsabilidad de la violencia recae sobre el violento, debe recordarse la inexistencia de estos extremismos hace 10 años. El balance de un Gobierno se construye sobre resultados. Y el resultado que examínamos es que existe ahora en Cataluña, junto a una mayoría pacífica y más que medianamente integrada en la vida constitucional y autonómica, una minoría cada vez más activa en el radicalismo, en la violencia e incluso en el terrorismo.

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Tiene razón el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, en sus recientes afirmaciones de que ETA y Terra Lliure mantienen "diferencias tan grandes que resultan cosas absolutamente no equiparables", y que la última organización "es un fenómeno de muy poca entidad, poquísima, desde un punto de vista numérico, político, de incidencia y de aceptación de la población". Pero conviene no ignorar que coloca artefactos a un ritmo semanal y que éstos han producido víctimas mortales en alguna ocasión.

Conviene recordarlo y actuar en consecuencia. El nacionalismo conservador moderado -cuyo principal dirigente se esfuerza desde las últimas elecciones en prodigar declaraciones conciliadoras y en buscar acuerdos con los otros niveles de la Administracióndebe cortar a rajatabla algunos fenómenos que se producen con frecuencia creciente dentro de sus propias filas. Se echa en falta una toma de posición oficial de Convergéncia Democrática sobre el manifiesto que uno de sus dirigentes comarcales, el teniente de alcalde de Calella, pretendía leer con motivo de la Diada, titulado Els catalans no som espanyols. Dicho texto aseguraba que "Cataluña continúa siendo una nación militarmente ocupada, políticamente sometida, económicamente expoliada, lingüísticamente sustituida e ideológicamente colonizada". Falta igualmente una aclaración oficial sobre las relaciones -organización de actos, posibles dobles milítancias- de la juventud convergente con la rama del MDT más afecta a Terra Lliure. La aclaración de estos episodios es requisito indispensable para que el discurso nacionalista moderado se dote de la credibilidad a la que por otros muchos motivos es acreedor.

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