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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desaparición de las focas

EL HALLAZGO de un nuevo virus, que suele atacar mortalmente a los perros, en los restos de las focas muertas en los últimos meses en los mares del Norte y Báltico ha llevado a los científicos a la conclusión de que por fin han encontrado al culpable real de la epidemia que ha causado la desaparición, según algunas estimaciones, del 20% de la población de focas de esos mares. El hallazgo, si se confirma, provocará más de un suspiro de alivio entre los Gobiernos de los países ribereños, que intentarán ahora engancharse a la campaña, ya iniciada, de exonerar de toda culpa en el desastre a la contaminación reinante en estas aguas. Esconder ahora la cabeza bajo el ala del virus es un síntoma más de la hipocresía con que las distintas administraciones se enfrentan a su responsabilidad en la grave contaminación que padecen los océanos. Aislando uno de los símbolos de este progresivo deterioro parecen aislarse de la evidencia de que la protección del medio ambiente marítimo sufre la cortapisa de intereses que no son controlados.Por muchos virus que se encuentren para justificar la mortandad masiva de las focas, será dificil convencer a los científicos de que la continua presencia de materiales extraños y tóxicos, como los metales pesados, no afecta al hábitat de los animales. Esa contaminación de su ambiente hace que pierdan defensas para enfrentarse a una epidemia que no les afectó nunca antes y que ahora tiene consecuencias mortíferas. Tan sólo en las costas del este de Gran Bretaña se llevan contabilizadas 233 focas muertas en lo que va del mes de agosto. Hace 35 años la población de focas en las costas suroccidentales holandesas se estimaba en unos 3.000 ejemplares. Las focas han desaparecido prácticamente de esas aguas por la pérdida de fertilidad resultante de las perturbaciones producidas por la contaminación. El 75%. de los ejemplares analizados en el mar Báltico muestra patologías en los intestinos, riñones, útero, piel y garras, y ocho de cada diez hembras son estériles. Las autopsias han mostrado también índices anormales y peligrosos en sus órganos de DDT y otros compuestos utilizados como pesticidas.

La muerte de las focas -animales predadores, situados, como el hombre, en la cúspide de la cadena alimentaria, por lo que en sus organismos se acumulan los contaminantes- es, pues, un síntoma de un mal profundo que afecta al equilibrio natural y que no puede ser desoído. Esta crisis, lo mismo que la que ha afectado este verano a las costas italianas con la aparición de algas malolientes y peces muertos, y la permanente que afecta a las costas mediterráneas españolas se presenta como un aviso dramático, como un símbolo de una profunda desidia. En los 45.000 kilómetros de costa del Mediterráneo habitan 130 millones de personas, pero esa población se duplica en período estival. El desequilibrio resultante no sólo afecta al ecosistema, sino que tiene efectos constatables en la salud humana. Pese a ello, y contra lo que se pensaba hace algunos años, todavía se está a tiempo de salvar nuestros mares de la muerte biológica, como lo demuestra la regeneración de algunas zonas que se adelantaron en la adopción de medidas correctoras.

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