Una forma de ficción
Todo escritor decide al sentarse qué tipo de libro va a escribir, dijo Vargas Llosa, y con ello el peruano se refería a que decide si escribir literatura o no hacerlo. El género de la biografía, considerado menor por quienes establecen estas categorías, no escapa a la regla. Es obvio que estas biografias de gran dinero no pueden ser metidas en el mismo saco que la célebre de Proust por George Painter, la reciente Vie de Céline, por Frederick Vitoux, o la reconocida de Picasso por su amigo y también pintor Roland Penrose; o con cualquiera de las clásicas escritas por André Maurois.Gabriel García Márquez ha escrito que la interpretación -y una biografía lo es forzosamente- es una forma de ficción que a veces encalla en el disparate.
Vivos y muertos
Aún suponiéndole al autor buena fe y capacidad intelectual, la aventura de la biografía deriva fácilmente en naufragio. Y no forzosamente porque se trate de un muerto, con la consiguiente lejanía y pérdida de rastros y testigos; el hecho de que el protagonista esté vivo puede ser también un obstáculo, ya sea justamente por lo contrario: falta de perspectiva, ya sea porque, como suele ser habitual, el personaje no presta ayuda o intenta imponer su versión.Vivo o ya muerto el principal personaje del libro, manejando fotografías en color o viejos archivos corroídos por el moho, el biógrafo ha de combatir línea a línea con sus prejuicios intelectuales, como todo historiador, y también con la imagen que inevitablemente ya tiene de su personaje. Quizá su primera obligación sea mantenerse abierto para modificar, y tendrá que hacerlo, la primera idea que tuvo del personaje, y que tal vez fue la que le tentó.
Babelia
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