El arte sobre el virtuosismo
Orquesta Sinfónica Nacional de WashingtonObras de Chalkovski, Bruch, Rimsky-Korsakov. Solistas. I. Stern, J. Bocca, R. Rossetti, Polish National Dance Company, Director: Rostropovich. Plaza Porticada de Santander, 17 de agosto.
Una jornada de gran éxito ha vivido el festival de Santander con esta extraña, pero original y espectacular, combinación de concierto y ballet. No era para menos: los tres ases habían ganado sobradamente una partida que tuvo visos de perderse cuando Barishnikov canceló su anunciada visita. Sin embargo, la organización del festival ideó, creciéndose ante lo irremediable, esta iraaginativa solución multimedia que cualquier manifestación hubiera envidiado contar en su programación.
Abrió la sesión la machacona y vulgar Marcha de la coronación, de Chaikosvki, para en seguida aparecer en escena lsaac Stern, quien probablemente sea el mejor violinista del presente, desaparecidos Oistrakh y Szeryng. Que él es consciente de ello quedó claro cuarido, tras el redoble de timbales, el tubo de escape de una moto y las notas de la madera, inició los acordes del recitativo declamatorlo inicial. La desenvolutura, el reposo de la exposición y el mismo color de su sonido, cálido y acariciador, demostraron que es un artista que interpreta sin preocupación alguna, seguro de sí, de su musicalidad y de su expresividad. Esto es algo que el público capta inmediatamente y arrastra por encima de cualquier otra consideración sobre la amplitud de su gama dinamica -ya un punto reducida-, la personalidad indudable de los golpes de arco o ese virtuosismo de tal calibre que permite que se conserve la emotividad por encima de cualquier es pectacularidad del pasaje más rápido o intrincado del endiablado Rondó. Su versión del Primer concierto de Bruch no trajo la incisividad de antaño, la turbulencia del riachuelo en su nacimiento, sino la tranquilidad de su llegada al estuario tras muchos kilómetros de recorrido. En ello Rostropovich supo acompañarle con la inteligencia de quien también es un solista de excepción, dejándole cantar sin apagarle una sola nota. El gran músico por encima del gran divo. ¡Qué placer escuchar a ambos!
La orquesta descendió seguidamente unos peldaños para dejar su anterior lugar a Julio Bocca y Raquel Rossetti en el Paso a dos de El corsario, y a la Polish National Dance Company con el mismo Bocca, en Sherezade. Para Rostropovich era su primera experiencia como acompanante de ballet, pero el mayor problema que suele presentarse en estos casos, el cambio de tempos para que los bailarines puedan desenvolverse, no se presentó en la Porticada. Bocca, en su soberblajuventud, demostró ser capaz de evolucionar al tempo real de la partitura de El corsario. Otra auténtica lección en la noche y de nuevo el virtuosismo supeditado a la expresividad.
Rostropovich cerró con una Sherezade bien planteada, en donde se obtuvo parte de las mejores prestaciones de la orquesta y sus solistas en los tres días. Especialmente acertados los solos del primer violín y el desvanecimiento final. ¡Qué lujo de acompañamiento y qué lección para esos directores y agrupaciones españolas para quienes es impensable bajar a un foso de ballet! Una jornada así queda en la historia de un festival.
Babelia
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