_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La audacia húngara

EL VIAJE a Estados Unidos de Karoly Grosz, el nuevo hombre fuerte de Hungría, ha sido una demostración viva de que el mundo comunista empieza a ser algo distinto y de que en Norteamérica se abren paso actitudes nuevas ante él. Grosz, que ha sustituido al vete rano Kadar como secretario general del partido comunista -y que conserva por ahora la presidencia del Gobierno-, ha recorrido el país durante 10 días, dedicando una gran parte de su tiempo a conversar con empresarios y banqueros. Se ha entrevistado asimismo con las principales figuras de la vida política, desde el presidente Reagan hasta los candidatos Bush y Dukakis. Un ambiente positivo ha rodeado su estancia.No se puede generalizar el significado de ese viaje: Hungría no es el Este europeo; por ahora es una excepción. Mientras Praga, Sofía, Berlín Este, y no digamos Bucarest, oponen resistencia, en diverso grado, a los aires renovadores que llegan de Moscú, Budapest se ha sumado a la perestroika con entusiasmo y en ciertos aspectos la ha superado, poniendo en marcha reformas que van más lejos de lo realizado en la URSS.

En el terreno económico, y ante una situación gravísima -con la mayor deuda exterior de los países del Este-, el último comité central ha optado por el camino más radical para llevar a cabo la imprescindible estabilización. The Economist, de Londres, califica las medidas adoptadas de "thatcheriarías". Van a suponer subidas de precios y cierres de empresas, con un paro calculado en 100.000 personas, las cuales tendrán derecho a una subvención, algo desconocido en el socialismo. Pero no se trata sólo de medidas coyunturales: nuevas leyes impulsarán la ampliación del sector privado hasta un 30% de la economía y darán a los empresarios autonomía de decisión con criterios de rentabilidad y eficacia.

Tales cambios van acompañados de novedades sustanciales en el terreno político: el desplazamiento de Kadar, por una presión surgida de la base del partido, ha permitido que accedan a la dirección de éste reformistas radicales como Nyers y Pozdgay, que han mantenido desde hace tiempo relación con grupos de la oposición no legales; ello ha empujado al propio Grosz a aceptar medidas que rebasan su actitud inicial. Las dos decisiones adoptadas sobre Imre Nagy -el jefe de Gobierno de 1956, ejecutado dos años después en condiciones bochornosas- son quizá las más sensacionales: el permiso a su familia para que entierren dignamente sus restos y la creación de una comisión, presidida por Pozdgay, para analizar "objetivamente" ese período de la historia húngara. Se trata de un paso de gran intrepidez política, reclamado por los sectores reformistas, que tienen un peso creciente en el país.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Los diversos aspectos de la reforma son casi inseparables unos de otros. Sólo una auténtica reforma política podrá crear un clima que ayude a asumir la inevitable dureza de las medidas económicas. Por otra parte, Hungría no podrá levantar cabeza sin créditos de los países capitalistas. Realiza el 50% de sus exportaciones a Occidente y el pago de los intereses de la deuda equivale a más del 60% del valor de sus exportaciones en divisas fuertes. En Bonn, Londres y últimamente en Estados Unidos, la principal baza de Grosz para obtener créditos ha sido, al lado de la seriedad de los cambios económicos, el talante audaz de su reforma política.

El caso húngaro, aunque sea hoy excepcional, demuestra que es posible avanzar por una vía de reformas profundas sin merma o amenaza para la estabilidad del estatuto internacional de la Europa del Este.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_