Juguete roto
Hay un placer morboso del niño en romper el juguete. Y en intentar reconstruirlo. Hamlet es uno de esos juguetes perfectos de teatro que puede incitar a la operación. García May lo ha hecho, y, quiere reconstruirlo según una fórmula propia -dice-; es un poco pirandelliana. El personaje está metido en un papel tiránico que representa sin deseo, pero su destino está escrito. Esta idea no está muy patente en su representación, donde sí se ve el profundo deseo del autor de desmontar el juguete del teatro en sí, como una continuación de su obra anterior (aunque ésta esté escrita antes), y, de las distancias entre representaciones y realidades. HamIet y, en general Shakespeare se prestan bien a eso: esa juguetería está en su original, y no necesita más subrayado: a no ser por el deseo de romper el juguete perfecto.Lo rompen. Sus actores -es director, además de autor de la versión libre- pasan velozmente por encima de parlamentos ilustres, o mascullan deliberadamente las frases célebres o, por el contrario, repiten algunas como leit motiv. El que representa a Hamlet -Ginés García Millán- hace gestos de desenfado o guiños al público, y se ríe con frecuencia -como todos- en tanto ocurren las abundantes tragedias de la corte podrida; Ofelia -Cecilia Santiago- caricaturiza su pasión y su locura, y así todos, conviniendo con el director en este juego. HamIet no es fácil de reconstruir una vez roto; queda la sensación de pena ante las piezas que no engranan. La percibió el público, y entre los cortos aplausos finales hubo algunas señales de protesta.
Hamlet
Traducción y versión libre de García May sobre la obra de Shakespeare. Intérpretes: Compañía Teatro del Espejo: Angel García Martínez, Paco Santillana, Rosa Sánchez Jiménez, Ginés García Millán, Claudio Pascual Alonso, Paloma Vilar, Pedro G. de las Heras, Marcelino Samaniego, Cecilia Santiago. Escenografía y vestuario: Rafael Garrigós. Dirección: Ignacio García May.
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