Puro estremecimiento
Anoeta no fue una fiesta. Fue una verdadera orgía de ritmos, sensaciones, emociones y entusiasmo. Cuando Lester Bowie y sus huestes volvieron al escenario para regalar un bis de una nueva y todavía más increíble versión de The pretender, el público había alcanzado ya las cotas más altas de locura y pasión a las que puede llegarse en un festival de jazz. La Brass Fantasy arrasó en Anoeta. Fue un concierto de puro estremecimiento, de contener el aliento de principio a fin para dar crédito a lo que salía de los instrumentos.El concierto había sido doble. Primero tocó Gerry Mulligan, y ofreció una soberbia actuación, pero a la salida nadie se acordaba de él. Bowie había barrido su recuerdo; la Brass Fantasy es como el caballo de Atila: por donde pasa ya no vuelve a crecer la hierba.
Gerry Mulligan Concert Jazz Band, Lester Bowie's Brass Fantasy
Polideportivo de Anoeta, 21 de julio.
Gerry Mulligan, que por suerte y en contra de lo previsto tocó el primero, regresaba a nuestro país con la nueva versión de su memorable Concert Jazz Band. Arreglos exquisitos, sonido compacto, a medio camino entre la modestia y la espectacularidad, y el entrañable baritonista de siempre, relajado, distendido y seguro, alzando el vuelo hasta límites de ensueño. Todo perfecto, todo en su exacto lugar, y además tres grandes solistas capaces de replicar al líder: Larry Ries, Sheldon Powell y Gerry Niewood, (lástima que este último solo tuviera opción a un solo).
Escalones esenciales
Mulligan y Bowie son dos escalones esenciales en la historia del jazz contemporáneo. La apariencia cada vez más monacal y venerable del saxofonista blanco contrastaba con la imagen cada día más lúdica y demoniaca del trompetista negro, y sus músicas se correspondían: la suave bondad de Mulligan contra la agresiva malicia de Bowie. Y como la vida se construye a base de pecados, Lester Bowie se convierte en el amo de la noche.
Bowie es, con perdón de los puristas, el trompetista actual que más cosas tiene que decir y el que sabe decirlas con una dosis mayor de inteligencia y contundencia. Las increíbles sonoridades extraídas a su trompeta en una de las versiones inquietantes de la ya de por sí inquietante Estrange fruit serviría para convencer al más recalcitrante de los detractores. Y no sólo es su trompeta, es toda la banda la que suena de forma lacerante y arrasadora.
La incorporación de Don Moye ha contribuido a reforzar la ya segura rítmica de Philliph Wilson, y Steve Tourre, con su trombón o sus caracolas marinas, sigue siendo uno de los músicos más inventivos y exuberantes de la nueva escena jazzística. Definitivamente, la Brass Fantasy de Lester Bowie, para nuestro gran placer, no es un producto de este mundo.
Babelia
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