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FESTIVAL DE TEATRO DE AVIÑÓN

Enanos y tullidos actúan en 'Freaks', adaptación del filme de Browning 'La parada de los monstruos'

ENVIADO ESPECIALDesde el comienzo del festival (9 de julio), hay cerca de una docena de espectáculos que trabajan a taquilla cerrada; las localidades se agotaron hace varias semanas. Uno de ellos es Freaks, basado en el filme de Tod Browning La parada de los monstruos, adaptación y dirección de Geneviéve de Kermabon, y entre cuyos intérpretes figuran algunos monstruos de carne y hueso: enanos, tullidos, una mujer-tronco. un enano sin piernas ... Freaks, estrenado el domingo, no sólo es la rareza del festival, con su inevitable carga de morbosidad, sino que parece destinado a convertirse en uno de los espectáculos estrella de la próxima temporada europea.

Geneviève de Kermabon, una bretona de 32 años nacida en una familia de médicos y militares, es todo un personaje. Empezó haciendo teatro en la calle, a los 14 años,. A los 20, después de pasar por la, escuela circense de Alexis Gruss, fundó, con cuatro amigas y un perro, el Cirque Trafalmador. Luego trabajó en el Théâtre Emporté, que se convertiría en el circo del barón Alligre, y más tarde, en el Zíngaro. También estuvo en lit tropa del grand Magic Circus, actuando de trapecista, acróbata y actriz. Mientras hacía de acróbata, vio el filme de Browníng -esa perla negra de la cinematografía; un filme maldito, como La noche del cazador- y quedó literalmente fascinada. Siete años de tenaz lucha transcurrieron hasta que su propósito de adaptar al teatro el filme de Browning llegó a convertirse en realidad.Presentado en sesión de prestreno el 27 de junio en Mont pellier, Freaks se estrenó la no che del pasado domingo en la Chapelle des Pénitents Blancs, cosechando una cantidad de aplausos superior iricluso a la que recibieron los intérpretes del Vamlet de Chéreau. Des pués de las 10 funciones de Aviñón (del 10 al 20 de julio, salvo el 14), el espectáculo realizará una gira por Francia y algunas capitales europeas para, en enero, instalarse en el teatro de Peteir Brook en París.

Pese a lo trabajoso de la adaptación -siete versiones más la última y definitiva, en la que Geneviéve contó con la ayuda de Jean-Claude Carriére el guionista de Buñuel-, Freaks es ante todo un espectáculo en el que el discurso literario queda relegado a un segundo plano. Lo que aquí cuen ta es el espacio y el modo como "las cosas ocurren", como dice la misma Geneviéve; llegar a al canzar, sin imitar el filme, una atmósfera parecida.

La historia es de amor y de venganza. En un circo conviven los fenómenos y las gentes del circo. Hans, el enano, se enamora de la bella Cleopatra, la trapecista, la cual se burla de él, pero termina convirtiéndose en su esposa, por dinero. En el banquete de bodas, Cleopatra se da cuenta de que al casarse con Hans se ha desposado con toda la familia de los fenómenos, lo cual le produce una repugnancia instintiva y la empuja a deshacerse de Hans, al que envenena lentamente.

"Monstruosidad viviente"

Hans, por su parte, descubre que tan sólo es un niño y no un hombre a los ojos de su mujer, la cual sólo se interesa por su fortuna y a la que le repugnan sus amigos. El enano, con la ayuda de los demás fenómenos se vengará, en una noche de tormenta, de la bella Cleopatra, convirtiendo a la "reina del espacio y de los aires" en la más "increíble monstruosidad viviente".La moraleja de la. historia es clara: la verdadera deformidad, la verdadera monstruosidad no está en la familia sensible de los fenómenos, sino en Cleopatra y en Hércules, su amante, un negro estupendo, "el hombre más fuerte del mundo"; está, en definitiva, en el público, en nosotros, que contemplamos esas monstruosidades satisfechos de no ser como esas criaturas.

El espectáculo es muy hermoso. Las luces de Poisson -el iluminador de Flotats- juegan con las desnudas pare des de la capilla, creando una atmósfera felliniana -Geneviéve había adaptado con anterioridad La strada al teatro-, que va de azul al lila. A falta de un Nino Rotta, el percusionista Philippe Gaillard (el marido de Geneviéve) y el canto, la salmodia, de Annick Nozati, causan una triste impresión, como si con sus ruidos quisiesen amortiguar una poesía literaria -palabras y no actos- en la que no se confía demasiado, Pese a ello, la atmósfera se mantiene a lo largo del espectáculo, gracias a las luces y a los trapecios, a toda la maquinaria del circo, y a la presencia de esos cuerpos deformes, monstruosos, que, de pronto, se tornan en ocasiones , de una extraordinaria belleza.

No es un espectáculo redondo -la historia de amor y venganza no acaba por hacernos olvidar totalmente la monstruosidad de sus intérpretes-, pero sí contiene algunos de esos raros momentos teatrales en los que los actores realizan un juego sincero y el público llega a darse perfecta cuenta de que esos artistas creen, con toda su alma, en lo que están haciendo. De ahí esos interminables aplausos.

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