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El 'contrato del siglo' con los saudíes sitúa a Londres entre los tres grandes del comercio mundial de armas

El Reino Unido y Arabia Saudí están ultimando los detalles de un acuerdo armamentista por valor de unos dos billones de pesetas que ratifica a Londres como uno de Ios tres grandes exportadores mundiales de armas y coloca a la monarquía wahabí en una posición de preeminencia armamentista en la zona. El contrato del siglo se ha consumado después de que el lobby proisraelí en Washington imposibilitara la venta de armas norteamericanas, y ha suscitado recriminaciones tanto en EE UU como en Israel. Kuwait, por las mismas razones, ha llegado a un acuerdo con la URSS.

Una vez perfilados los detalles, Londres habrá conseguido el mayor contrato exportador de la historia del país y su consolidación en el trío de los grandes del comercio armamentista, junto con Estados Unidos y la URSS, relegando aún más a una Francia a la que ya superó hace dos años en este mercado Las negociaciones se han llevado con la máxima discreción y fuentes oficiales británicas se guardan de dar cifras. El Ministerio de Defensa británico considera el acuerdo como "una importante y nueva fase" del Proyecto Al Yamamah por el que Riad ya suscribió en 1985 con Londres un contrato armamentista por valor de un billón de pesetas y el Foreign Office intenta convencer a quienes quieren oírle que la transacción tiene un carácter puramente defensivo.Arabia Saudí va a recibir a lo largo de los próximos 15 años alrededor de 50 nuevos aviones Tornado, en sus versiones de caza y de ataque a tierra; del orden de 60 aviones de entrenamiento Hawk; unos 80 helicópteros multiuso fabricados por Westland, y seis dragaminas del tipo Sandown. Un menor número de aviones para comunicaciones y la construcción de dos bases aéreas forman también parte del acuerdo cuyo principal beneficiario en valores absolutos va a ser British Aerospace. La operación va a ser financiada con la entrega de 400.000 barriles diarios de petróleo saudí hasta cubrir el coste total del contrato y conlleva contrapartidas de inversión británica en Arabia Saudí.

Marlin Fitzwater, portavoz de Ronald Reagan, ha criticado la negativa del Congreso a acceder a la venta de armas solicitadas por los saudíes, crítica indirectamente dirigida contra el grupo de presión proisrelí, que ha privado a las compañías norteamericanas de un sustancioso contrato sin impedir el rearme del país árabe. Los saudíes habían aguantado durante años las trampas y dilaciones de los sionistas, convencidos éstos más que nunca de la necesidad de negar cualquier arma a Riad una vez que ese país adquirió en China misiles que podían alcanzar territorio israelí.

La monarquía wahabí inició su rearme a principios de la pasada década, por temor a Israel y, paradójicamente, por su desconfianza del Irán del Sha, elegido por Washington como gendarme de los intereses occidentales en la zona. El primer temor no ha desaparecido, pero ahora es más acuciante el segundo. La adquisición de este armamento de alta tecnología intenta contrarrestar la gran debilidad de las fuerzas armadas saudíes: su falta de recursos humanos, reducidos a unos 65.000 hombres, que han de contar con pilotos paquistaníes para mantener operativa su fuerza aérea.

En Israel se ha acogido con preocupación el éxito comercial y estratégico británico. Yosi Ben Aharon, director general de la oficina del primer ministro, Isaac Shamir, ha hecho notar, en contra de lo manifestado por el Foreign Office, que los aviones podrían ser usados en un ataque árabe contra Israel, mientras el ministro de Defensa, Isaac Rabin, ha dicho que la venta amenaza la seguridad de Israel y arroja luz sobre la "creciente aceleración de la carrera armamentista en la naciones árabes".

Kuwait, al que el lobby proisraelí del Senado norteamericano ha privado de misiles aire-tierra Maverick, acaba de conseguir misiles similares en la URSS, mientras polacos, checos y alemanes orientales se aprestan a vender nuevas armas a los iraníes.

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