Borregada
JOAQUÍN VIDAL, ENVIADO ESPECIAL,En la pomposamente llamada feria del toro salió una borregada. Algo difícil de entender y, por su puesto, de admitir, pues en la feria del toro, bueno o malo debería salir el toro. También es cierto que si salió el borrego, inválido por añadidura, no hubo ni una protesta. Para estas cuestiones, el público se había hecho de miel. Claudicaban hocicantes los borregos, parte del público exclamaba ¡oh!, se incorporaban los borregos trabajosamente, y la lidia seguía.
Qué lidia, ese es otro asunto. En realidad no era lidia, si acaso simulacro, teatro de marionetas, justas florales. La bárbara acorazada de picar contenía a duras penas sus armígeros instintos, dejaba para mejor ocasión la degollina de su especialidad y punzaba breve a la brumada grey, no se le fuera a partir en pedazos. Verla tan tierna, a la gente la llenaba de alegría y palmoteaba en cuanto veía al picador levantar la vara.
Torrestrella / N
de la Capea, Ortega, CepedaToros de Torrestrella, bien presentados, inválidos y aborregados; sexto, con genio. Niño de la Capea: media atravesada baja y descabello (silencio); pinchazo trasero y estocada trasera (algunas palmas). Ortega Cano: cuatro pinchazos y se acuesta el toro (silencio); estocada corta caída (vuelta). Fernando Cepeda: estocada corta contraria y descabello (aplausos y salida al tercio); pinchazo bajo, otro delantero, bajonazo y cuatro descabellos (pitos y almohadillas). Plaza de Pamplona, 7 de julio. Segunda corrida de feria.
¡Pónsela!
Borrego e inválido es, en opinión de los taurinos, toro que sirve, y sirve para que la cuadrilla esté tranquila a su alrededor, el diestro pueda colocarse cercano y engreído, los banderilleros le chillen "¡pónsela!" (la muleta) asomando, congestionados, por la tronera del burladero, el diestro se la ponga (oblicua), el borrego la tome tan despacio como le obliga su agonía, los congestionados banderilleros griten ahora "¡bien, torero, bien!" (para lo cual tuercen a un lado la boca), los exégetas de la moderna tauromaquia dispongan de argumentos para explicar cuán bien entendió al toro, y todo aquello constituya la gran ceremonia de la confusión donde se hace pasar por toreo de arte lo que no alcanza a ser un día de excursión campestre.
En esta ceremonia cada cual hacía ayer gala de su personalidad y aplicaba el oficio que tiene aprendido, faltaría más, lo cual quiere decir que Niño de la Capea se doblaba esforzadamente en ángulo recto para mucho correr la mano (y rectificaba en los remates), Ortega Cano toreaba cruzado y hondo (poquitín relamido), Fernando Cepeda embarcaba suave el natural (con su abusillo de pico).
Pero el público no acababa de entrar en la ceremonia. El público estaba a sus cosas, que eran variopintas, principalmente en el inmenso graderío de sol que ocupan las peñas. Por ratos sacaban una ikurriña gigantesca, que mano a mano hacían recorrer de un lado a otro.
Al menudeo, unos lanzaban rodando a otros filas abajo; todos empinaban la bota, hacían la ola, jugaban al agáchate y vuélvete a agachar, rompían a cantar lo que se les ocurriera, y lo que se les ocurría era el vals de Astrain, o arriba la goma dos, igualito que estos años atrás.
Doblado el cuarto toro vino el gran festín, Elu bordó la tortilla con pimientos y Tomás la sangría, bien de hielo y limón; viajaban las ollas de magras y ajoarriero de lado a lado, muchos metían pan a cucharada, se lo llevaban repleto y aceitoso al amor del paladar; el champán caía fresco en los gaznates o llovía espumoso sobre los recalentados cogotes, y si Niño de la Capea se doblaba esforzadamente en ángulo recto para conseguir el prodigio de que anduviera el inválido, si Ortega Cano porfiaba solemne un borrego convertido en estatua, a la gente le traía sin cuidado.
El cambio
Concluído el gaudeamus, coincidió con que salió un toro, que no se caía y tenía genio, y allí mismo se acabó la ceremonia de la confusión. Las cuadrillas estaban alerta, Fernando Cepeda ágil en la precipitada rectificación de terrenos.
No se oía "¡pónsela!", que va, el diestro macheteaba nervioso, y el público le pegaba una pitada, pues si se había hecho de miel cuando la borregada, no quería significar que hubiera de seguir así toda la vida. Finalmente tiró almohadillas. Las tiró solo de forma testimonial, sin saña, y luego se marchó a correrla por las calles, que es más divertido.
Babelia
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