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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gorbachov, fortalecido

ESCENARIO DE duros debates, de críticas abiertas incluso al propio Gorbachov -con el líder soviético dando explicaciones y esforzándose por convencer a los delegados-, con aplausos y tensiones que subrayaban las diversas posiciones o sensibilidades, la conferencia del PCUS se ha convertido en lo nunca visto en Moscú desde la época de Lenin. Sin embargo, la reunión de los dirigentes del partido comunista no es la batalla final entre los inmovilistas y los reformistas. No se ha producido la ruptura, pero Gorbachov ha salido fortalecido porque ha logrado que la conferencia apruebe, con votaciones ampliamente mayoritarias, una reforma política y constitucional de enorme trascendencia. Así, ha prevalecido su tesis de la prioridad de la reforma política; sin esa reforma, sin la glasnost en la sociedad, en la Prensa y en la cultura es imposible llevar a cabo la refbrma económica.No era fácil el reto que representaba la conferencia, porque la elección de los 5.000 delegados quedaba en gran parte en manos de un aparato del partido en el que muchos jefes y funcionarios están interesados en que las cosas cambien lo menos posible. Pero la presión de los reformadores más avanzados -en gran parte desde fuera del partido, desde la Prensa y los movimientos informales- ha podido impulsar la corriente reformista. Así, en la conferencia salieron a la superficie posiciones distiritas. Algunos delegados se expresaron con impresionante crudeza, fueron denunciados los privilegios de los dirigentes del partido, y se llegó a demandar el cese de algunos miembros del Buró que fueron puntales del régimen brezneviano.

La personalidad de Gorvachov y su prestigio como líder soviético han salido reforzados. Es lo que deseaban los reformadores, incluso los que aspiran a cambios más radicales que los que Grovachov propugna. Sin embargo, la interpretación de los resultados de la conferencia debe ser cautelosa; las votaciones masivas de las resoluciones se han producido también en el pasado, en parte por la costumbre, casi convertida en norma, de apoyar siempre a la dirección; además, ha existido en la dirección del PCUS un compromiso previo entre la tendencia netamente reformista de Gorbachov y la muy reticente que representa Ligachov. Por ello, los conservadores han llevado el doble juego de hablar a favor de la perestroika, criticando a la vez sus consecuencias.

La idea de concentrar al máximo los poderes en manos de Gorbachov, meollo de la reforma política, es capital. La reforma de la Constitución, que se hace imprescindible para aplicar lo decidido por la conferencia, tendrá como eje la posibilidad de que el secretario general del partido sea a la vez candidato a la presidencia del Soviet Supremo. Y este último cargo no será, como ahora sucede con Gromiko, una figura protocolaria, sino que estará dotado de amplios poderes. El mismo principio deberá extenderse a los escalones inferiores: repúblicas, regiones, etcétera. A la vez, el Soviet Supremo, con dos cámaras, empezará a funcionar con regularidad, más o menos como los parlamentos occidentales.

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La URSS vive el hito de la caída de los tabúes. Edificar un monumento a las víctimas de Stalin, hasta ahora una utopía demandada casi en exclusiva por grupos clandestinos, es hoy, tras la conferencia del partido comunista, una decisión oficial. Se inicia un camino empedrado en el que las resoluciones tomadas deberán convertirse en hechos. Hacer de cada palabra aprobada una realidad concreta esconderá una dura batalla en la que está en juego la perestroika misma.

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