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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Rocard dos

MICHEL ROCARD ha logrado en su segundo Gobierno lo que no había podido realizar en el primero: iniciar la apertura al centro. Tal fue el lema de la triunfal campaña de François Mitterrand para obtener un nuevo mandato como presidente de la República. El primer Gobierno de Rocard causó una profunda decepción entre muchos que habían tomado en serio esa orientación: era masivamente socialista, los no socialistas eran escasos y poco representativos.En las elecciones legislativas quedó claro, sin embargo, el deseo de los franceses de que el partido socialista no tuviese la totalidad del poder. Las urnas dieron, pues, una nueva indicación de que Francia debía ser gobernada sin exclusiva partidista, de que el partido más poderoso debía asociar a las labores gubernamentales a representantes de otras tendencias. El segundo Gobierno de Rocard, aunque no es aún la plasmación acabada de la apertura al centro, representa un paso muy serio hacia ella.

Conservando en los cargos decisivos a los dirigentes socialistas de las diversas corrientes -lo que le protege contra posibles críticas desde dentro-, Rocard ha formado un Gobierno con 24 socialistas y 24 no socialistas. La apertura se hace en dos direcciones: modesta hacia los partidos centristas de la Asamblea y más generosa hacia la sociedad civil, dando entrada en el Gobierno a personalidades no políticas, pero con un reconocido prestigio intelectual y profesional. El hecho de que tres diputados elegidos en las listas de centro-derecha contra candidatos socialistas sean ahora ministros del Gobierno de Rocard tiene un valor indudable, aunque no se sabe el efecto que ello podrá tener en el momento de los debates y votaciones en la Asamblea Nacional. Pero resalta que uno de los ministros, Soissons, es el brazo derecho de Raymond Barre, antiguo primer ministro de Giscard d'Estaing y candidato a presidente contra Chirac y Mitterrand. En cierto modo, la corriente barrista ha empezado a entrar en el juego de la apertura.

Esta inclinación ha quedado confirmada en los primeros pasos políticos dados por el Gobierno de Rocard. En las gestiones para lograr un acuerdo entre las dos fracciones de Nueva Caledonia -los indígenas independentistas y los colonos franceses- han colaborado, al lado de los delegados del Gobierno, personalidades directamente ligadas a Barre. Ese acuerdo entre dos fracciones que hace un mes estaban prácticamente enzarzadas en una guerra civil, estimulada por la política irresponsable y ciega de Chirac, tiene una trascendencia indiscutible.

Rocard ha demostrado que el único camino para abordar con inteligencia las graves secuelas que ha dejado a Francia su pasado colonial es el de la negociación. Con el acuerdo de las dos fracciones, que aceptan un período transitorio de Administración francesa, con una separación territorial que debe evitar los choques entre sectores de la población, Francia podrá salir de una espiral que empezaba a recordar las barbaridades de la guerra de Argelia. Rocard ha convertido en un gran éxito la patata caliente que le dejó Chirac.

La composición del segundo Gobierno de Rocard, en el marco de una Constitución pensada para dificultar las caídas de los Gobiernos, significa una garantía de estabilidad. Rocard ni siquiera necesita un voto de confianza para ponerse a gobernar. En tomo a los diversos proyectos legislativos que serán presentados al Parlamento se irán decantando, en los partidos del centro y de la derecha, las actitudes más o menos favorables a una colaboración con el Gobierno.

La apertura al centro será un proceso largo, cuya razón de ser es rodear de un amplio consenso social las principales medidas del Gobierno. Es algo que se empezó a hacer de manera contradictoria durante la cohabitación Chirac-Mitterrand. Ahora se hará en torno a un programa más avanzado, sobre todo en aspectos sociales y de la construcción europea.

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