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Lefebvre consumó el cisma ante miles de peregrinos

Francesc Valls

El arzobispo integrista Marcel Lefebvre consumó ayer el cisma en Ecône (Suiza) al consagrar a cuatro obispos, los primeros de la Fraternidad de San Pío X. Ante varios miles de personas, con nutrida representación de la ultraderecha, el prelado dijo con voz trascendente: "La Virgen se ha aparecido en Quito (Ecuador), según me ha contado un cura colombiano, y ha dicho que un obispo salvará al sacerdocio... No quiero decir con ello que éste sea yo". La aparición de la Virgen del Buen Suceso ya había sido relatada por Lefebvre. Explicada nuevamente ayer, le permitió reforzar su papel de "enviado por la divina providencia" y perseguido por la Roma "modernista".

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A los sones del concierto para dos trompetas de Vivaldi el que fuera arzobispo de Tulle y Dakar penetró en la carpa que servía de templo. Las mitras y báculos de Lefebvre y del obispo emérito de C ampos (Brasil), Antonio de Castro Mayer, se oteaban entrando en el recinto en el mornento en el que por los altavoces se afirmaba: "Guarden del debido respeto; esto ni es folclore, ni fiesta ni espectáculo". No obstante, a juicio de los informadores tenía algo de todo ello. El folclore lo daban los trajes regionales con que se habían ataviado algunas alsacianas; la fiesta estaba en el ambiente de triunfo sobre la Roma modernista; el espectáculo era, en buena medida, el mensaje que Lefebvre dirigió a sus seguidores."El Papa puso ayer [miércoles para el lector] un coche a mi disposición para que fuera a Roma 9. hablar sin decir ni a donde ni con quien", aseguró el obispo integrista relatando una historia con cierta base real. Efectivamente, el cardenal Josef Ratzinger, prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe había enviado un telegrama a Ecóne en el que decía: "Por el amor de Cristo y de su iglesia, el Santo Padre os pide firme y fraternalmente venir hoy [miércoles] a Roma, sin proceder el 30 de junio a las ordenaciones episcopales que anunciastéis".

De nada sirvieron los buenos modales que la Santa Sede ha mostrado hasta llegar al cisma, ni que el telegrama fuera entregado por el secretario de la Nunciatura en Berna, Dominique Regaux. El mercedes negro del representante del Estado vaticano partió con la negativa de los de la Fraternidad San Pío X. Lefebvre prefirió quedarse entre seguidores de Petain, el delfin a un trono de Francia que desaparición hace 200 años, y los ultraderechistas españoles que hacían ondear por doquier la bandera nacional con el escudo franquista.

Guardar la tradición

En ese ambiente, nuevamente revivido ayer, el arzobispo integrista optó por "seguir guardando el tesoro de la tradición contra el comunismo, el socialismo, el liberalismo, el modernismo y el sionismo", según sus propia palabras. "No queremos por nada en el mundo crear un cisma y someternos a un poder cualquiera extraño a Roma, consituyendo una suerte de Iglesia paralela como hacen por ejemplo los obispos del Palmar de Troya; lejos de nosotros esos pensamientos mi.serables de alejarnos de Roma", aseguraba Lefebvre poco antes de dar el paso decisivos de separarse de la obediencia de la Iglesia católica.

Cuando faltaban 22 minutos para el mediodía, el arzobispo integrista consumó el cisma. Sin mandato pontificio -condicional para consagrar obispos- procedió a ordenar a los nuevos prelados.

El español Alfonso de Galarreta fue el tercero en recibir la imposición de manos, que realizó primero Lefebvre y después el emérito de Campos, Antonio de Castro Mayer, hasta ayer obispo de la iglesia católica.

Los aplausos de los asistentes retronaron en,la carpa que servía de templo. El alcalde neofascista de una pequeña población de la zona de Bergano (Italia) se había colocado con el solemne fajín tricolor en primera fila y de pie. Los mensajes de Lefebvre y de Castro regalaron sus oídos, tal como luego confió a este diario. La autoridad municipal fue uno de los que dirigieron sus miradas hacia un asistente que se atrevió a gritar: "Searnos fieles al Papa" después de que Lefebvre dijera que el Concilio Vaticano II había desnaturalizado la Iglesia. Las otras cinco interrupciones fueron aplausos rabiosos de los casi 6.000 seguidores que se agolpaban junto a la carpa y terrenos adyacentes.

Pero los males ya habían comenzado antes, según Lefebvre, y los catastróficos designios del tercer misterio de Fátima, que Juan XXIII guardó en un cajón, se plasmaron -de acuerdo con el intregrista- en el concilio.

También lanzó su andanada a la Prensa -otro largo aplauso- "que no nos ayuda", dijo. Los informadores, situados a ambos lados del altar, aguantaron, sin embargo, las cuatro horas y media que duró la ceremonia. Cada nuevo obispo ofició su misa en un altar particular, ya que la Fraternidad San Pío X están en contra de la concelebración.

"Ceguera"

[El portavoz de la Conferencia Episcopal española, Joaquín Ortega manifestó ayer que el arzobispo integrista "ha dado muestras de una excepcional obstinación" al ordenar a los cuatro obispos en Ecône, según informa Efe. Añadió que "se trata de un caso de ceguera de un obispo, ante el que se han agotado todas las posibilidades de paciencia y tolerancia".

Las reacciones de representantes de la Iglesia en la República Federal de Alemania, Francia y el reino Unido denotaban un clima de "tragedia y tristeza" entre los católicos europeos". El portavoz del Vaticano, Joaquín Navarro declaró que Lefebvre "se encontraba virtualmente fuera de la Iglesia"].

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