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Juan Pablo II, preocupado por la "alarmante" situación del catolicismo en Austria

Juan Arias

El Papa se despidió ayer de los católicos austriacos en Innsbruck (capital del Tirol, rodeada de montañas aún nevadas) y regresó por la noche al Vaticano tras unas jornadas, como ya es habitual, agotadoras. Juan Pablo II expresó su preocupación por la "alarmante" situación del catolicismo en Austria, afirmando que "hay que constatar que, desgraciadamente, vuestra fe, gloriosa en el pasado, se ve seriamente amenazada hoy, lo mismo que en otros muchos países de Europa".

El presidente austriaco, Kurt Waldheim, que ha intentado estar durante todo el viaje lo más cerca posible del Papa, que se ha encontrado con él seis veces y que ha querido comulgar de sus manos, hizo ayer un paralelismo con los "mártires" del campo de concentración visitado por el Papa, subrayando que "aquel testimonio de una época funesta para nuestra historia" debería servir de ejemplo "para que los hombres de hoy abandonen toda forma de odio e intolerancia también en la vida política".Se le había anticipado ya el Papa en el tema, recordando a los austriacos durante la misa celebrada horas antes, a la que asistió el presidente Waldheim, que para hacer "una patria digna del hombre" no basta aire puro, agua limpia y tierras sin contaminación, sino también que los ciudadanos "sean buenos entre sí, se soporten, comprendan las debilidades mutuas, dialoguen y sepan perdonar". En dicha misa, celebrada en las instalaciones olímpicas del trampolín de nieve, Juan Pablo II trazó un panorama hosco de la situación de la Iglesia en Austria, afirmando que "hay que constatar que, desgraciadamente, vuestra fe, gloriosa en el pasado, se ve seriamente amenazada hoy, lo mismo que en otros muchos países de Europa".

El Papa expuso así la situación del país, donde oficialmente el 86% de la población es católica: "Una imposibilidad creciente de comunicación entre las generaciones, numerosos divorcios, suicidios -incluso entre los jóvenes-, luchas entre los políticos y los partidos, un enfrentamiento exasperado entre los mismos cristianos y una crítica cínica sobre la Iglesia incluso en las publicaciones eclesiales". Todo ello, les dijo el Papa, es "la señal más alarmante" de que los mandamientos de Dios y la buena nueva del Evangelio "no constituyen ya para muchos de vosotros la base del comportamiento".

Por lo que se refiere a la Iglesia, la lucha de la que habla el Papa -quien en su discurso de despedida insistió sobre la necesidad de la unidad- no sólo es entre los fieles, sino también entre los mismos obispos. Ayer, por ejemplo, se publicaba una polémica que acaba de levantarse entre el anciano arzobispo de Feldkircher, monseñor Wechner, que cumplirá el mes próximo 80 años, y dos de los posibles candidatos a sucederle en la archidiócesis, el jefe del Opus Dei en Austria, Klaus Küng, y el obispo auxiliar de Viena, monseñor Krenn, a quien llaman el Jomeini de Austria, considerado un teólogo "más papista que el Papa", amigo de Lefebvre y contra quien, según el arzobispo, existe una gran resistencia dentro del pueblo mismo de Dios.

Mientras tanto, la Iglesia tie ne un gran problema en Austria con los jóvenes, hasta el punto de que ayer el tradicional en cuentro con el Papa tuvo que ser sustituido por falta de quorum. En su lugar se celebró una reunión con 10.000 niños, más fácilmente dispuestos a acudir a una fiesta y a jugar delante del Papa.

En el discurso que los jóvenes le habían preparado, por ejemplo, en Salzburgo a Juan Pablo II, le iban a revelar un sondeo de opinión realizado entre ellos y que no resultaba muy halagüeño. A la pregunta sobre qué les evocaba la palabra iglesia, la respuesta más numerosa de los jóvenes austriacos fue: "Los curas y los impuestos religiosos". Y en cuanto a las críticas que los jóvenes austriacos hacen a la Iglesia católica, figuraba en primer lugar la "falta de preparación para poder responder a sus problemas sobre la sexualidad'.

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