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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El ratón y el gato

LAS DOS principales propuestas realizadas por Jordi Pujol en su tercer debate de investidura como presidente de la Generalitat de Cataluña han sido la desaparición de los gobernadores civiles y el replanteamiento del sistema de financiación de las comunidades autónomas. Se trata de propuestas razonables, aunque no constituyen propiamente una novedad política, puesto que han sido ya defendidas en algunas tribunas de opinión, y concretamente la cuestión de los gobiernos civiles, en el Congreso de los Diputados por el PNV y en la propuesta federalista de los socialistas catalanes.Se han echado en falta en el debate una mayor concreción y una aplicación en sus propias filas de las recetas que para los otros niveles administrativos sugiere Convergència i Unió: si conviene, en aras de la no duplicación de servicios, que los goberriadores civiles desaparezcan, porque sus funciones han disminuido y porque pueden ejercerse desde las delegaciones del Gobierno o desde las comunidades autónomas, es necesario que ese criterio de funcionalidad se extienda a todos los ámbitos. Y que se evite, desde la propia Generalitat, la continua creación de entidades u organismos autónomos, que duplican las iniciativas ya existentes en el sector público o en la sociedad civil, como son algunos de los institutos dedicados a la historia contemporánea, la comunicación o los servicios universitarios.

En cuanto al sistema de financiación autonómica, Pujol ha tratado de obtener un cheque en blanco frente a la negociación que se plantea para el último trimestre con el Gobierno socialista. Pero no ha puesto sobre la mesa un modelo claro que pueda dar lugar a una discusión pública sobre el asunto y a una comparación con el que ahora existe. La indefinición nacionalista deja en la incógnita si esta corriente está dispuesta -aunque en el debate ha sugerido que lo está- a pechar con los costes que se derivarían de una mayor corresponsabilidad en la recaudación de impuestos. Por lo demás, Jordi Pujol no ha ofrecido en el debate las cifras oficiales del endeudamiento y el déficit oculto de la Generalitat, que colocan a Cataluña como la más endeudada de las 17 comunidades autónomas.

Pujol fue parco en definir los proyectos que llevará a cabo en la nueva legislatura y en detallar los contenidos del nuevo Departamento de Bienestar Social, la principal novedad administrativa pergeñada. La reiteración de un memorial de agravios relativos a un relativamente corto número de resistencias centralistas no tiene entidad bastante para el anuncio -o amenaza, según insistió la oposición- de movilizaciones nacionalistas. El acercamiento al Gobierno central navega ambiguamente, muy al gusto pujolista, entre el diálogo y la movilización radical, y en cualquier momento se puede decantar hacia uno u otro platillo de la balanza.

El balance de la época tarradellista demostró que un consenso básico de los catalanes ha conseguido siempre resultados más concretos en relación con la Administración central que los regateos del ratón y el gato. La soledad de la primera formación política catalana constituye un índice de la ausencia de unidad. Desde una perspectiva general es de desear que la aportación de la Generalitat al conjunto español no siga circulando por el camino del regateo y se exprese de ahora en adelante en grandes formulaciones, propuestas y modelos de transformación.

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