Pies forzados
Hace más o menos una década, Juan José Porto realizó un filme titulado El último guateque, que contaba la historia sentimental de un grupo de muchachos y muchachas en una capital española, sus últimas fiestas y encuentros antes de entrar en la etapa adulta ¿le sus vidas.En El último guateque 2, Porto recupera aquellos personajes y vuelve a reunirlos con 10 años más, en un encuentro que deja por medio el poso de diversas formas de fracaso que imposibilitan la recuperación de aquel tiempo pasado. La película, así enfocada, tiene posibilidades argumentales, que el guión no lleva por un camino convincente a causa de su esquematismo. Por ejemplo, la resolución del filme, con la escena final en medio de las calles de Granada, es facilona, arbitraría y obedece a la ley de la menor resistencia.
El último guateque 2
Dirección y guión: Juan José Porto. España, 1988. Intérpretes: Miguel Ayones, Cristina Galbó, Miguel Arribas, Juan Meseguer, María Mateo, Carmen Bullejos, Ricardo Merino, Paul Naschy, J. M. Escuer, C. San Martín. Estreno: Lope de Vega y Novedades.
Retales
Por otra parte, el director Juan José Porto (y es ésta también una carencia, una seria carencia de producción) acude continuamente, en forma de flash-back, de visualización del pasado, a su filme anterior, de tal manera que una buena parte del metraje de El último guateque 2 es la reproducción de escenas de El último guateque positivadas en blanco y negro para que su falta de color les diferencie de las que ocurren en tiempo actual. El sistema, no hace falta decirlo, es igualmente facilón y vicia mortalmente la credibilidad del filme, que parece hecho de retales.Estas facilidades que el guionista, director y productor de El último guateque 2 se da a sí mismo a lo largo del filme se vuelven contra él, porque la evidencia del antaño argumental no es compensada por un enfoque sólido de la parte actual del relato, que resulta artificiosa no sólo a causa del exceso de pies forzados sobre los, que discurre (esos citados y excesivos flash-back), sino del amaneramiento de estilo que resulta de ellos, que hace muy poco verosímiles los tipos y las situaciones en que la película los embarca.
No hay convicción en los actores, o, de haberla, no consiguen transmitirla. Presente y pasado se conjugan mal, con un ostensible artificio, y no se logra hacer vivir el contraste entre tiempos y el deterioro de los caracteres que el filme pide en sus combinaciones del color con los virados en blanco y negro. De esta forma, a medida que avanza, la historia se vacía y se hace cada vez menos creíble y más retórica.
Esto para quienes hayan visto la película anterior. Pero para quienes la desconozcan la cosa es aún peor, porque se les quedan colgados de la pantalla muchos flecos, continuas lagunas, insinuaciones de recuerdos que siempre son esquemáticos y en ocasiones poco menos que ininteligibles, lo que hace que el filme no tenga entidad propia alguna, sino que sea una sombra espectral de su hermano mayor.
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