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Entrevista:

Casaldáliga: "El cisma no vendrá de América Latina"

El Papa habla con el obispo del Matto Grosso brasileño sobre sus críticas a la involución en la Iglesia

Francesc Valls

ENVIADO ESPECIALPedro Casaldáliga es un obispo muy singular, tal como ha asegurado el propio Juan Pablo II. Nació en Balsareny (Barcelona) y se considera un ciudadano del mundo. En los últimos 20 años sólo ha salido en dos ocasiones de su diócesis de Sao Félix (Brasil): la primera, en 1985, para viajar a Nicaragua; la segunda, en estos días, a Roma, donde en las próximas horas será recibido por el Papa en visita ad limina. Sus puntos de vista, próximos a la teología de la liberación, le han ocasionado muchos problemas con las autoridades de Brasil, donde, afirma, ha estado y está amenazado de muerte por una organización paramilitar.

Sus críticas a la involución eclesiástica han sido probablemente abordadas en las reuniones que está manteniendo estos días en el Vaticano con diversos responsables de la curia Sobre este tema prefiere no hablar, en las declaraciones que ha concedido en Roma a EL PAÍS.Pregunta. Usted se ha caracterizado por ser un gran defensor de la teología de la liberación. Algunos de sus impulsores, como Leonardo Boff o Gustavo Gutiérrez, han tenido problemas con Roma. ¿Cuáles cree que son las causas de la reticencia vaticana hacia esa nueva teología?

Respuesta. La teología de la liberación es una sistematización de la fe cristiana de siempre, pero con categorías y palabras propias de cada tiempo, de cada lugar. Es también un estilo de vida cristiano, y se refiere a ese proceso del pueblo cristiano en sus luchas y en sus esperanzas. Esta teología arranca más de los pies caminantes del pueblo de Dios que de la cabeza pensante de sus teólogos. Es la celebración de la fe, es martirio -ese martirio tantas veces colectivo en América Latina- y es enfrentamiento cristiano con todo lo que sea cautiverio individual o colectivo.

P. ¿Y los temores de Roma?

R. Todo lo nuevo espanta a las instituciones de cualquier tipo. Es explicable que al Vaticano le asuste un poco una nueva teología, una nueva pastoral un nuevo modo de vida cristiana. Ello no justifica que un primer espanto se transforme en juicios y suspensiones.

P. El Vaticano parece estar muy preocupado por ciertos movimientos cristianos progresistas, como la Iglesia popular en Nicaragua. ¿Cree usted que se puede hablar de la existencia de una Iglesia paralela?

R. La Iglesia paralela viene de Ecône [donde se encuentra el seminario del integrista Lefebvre], no viene de Managua. Yo puedo dar testimonio delante de Dios, y así se lo he hecho constar al Papa en una carta que le escribí hace unos años, de que no he oído a ningún cristiano nicaragüense decir que no cree en el Papa, en los obispos, que ni siquiera sueñe en una Iglesia paralela. En América Latina nadie que conozca y viva la espiritualidad, la teología de la liberación, piensa en Iglesias paralelas. Los cismas no vendrán de América Latina.

"Quemar las naves"

P. ¿Por qué no ha visitado España desde que llegó a Brasil hace 20 años?

R. Yo decidí quemar las naves. A veces critico ciertos frecuentes viajes eclesiásticos, religiosos o misioneros. El Evangelio pide saber renunciar a la familia o a la patria, lo que no significa negarlas. Los intentos de la dictadura militar brasileña de expulsarme de aquel país justificaban, por otra parte, que no saliera.

Yo me siento brasileño, latinoamericano. Decidí visitar Nicaragua, América Central, en 1985 porque me pareció una urgencia del Evangelio, de la latinoamericanidad. Estoy en España, en América Latina, en el mundo, con mi oración y mi solidaridad ecuménica internacional. Me siento bastante ciudadano del mundo desde ese rincón del Mato Grosso, a orillas del Araguaya.

P. ¿No ha vuelto a sufrir amenazas de expulsión, tal como le sucediera en la época de la dictadura del general Ernesto Geisel?

R. Bueno, recientemente la Unión Democrática Ruralista -que agrupa a los latifundistas- me ha enviado una carta en la que dice que sigue mis actos y que a la primera tontería que haga me manda fuera de Brasil. Yo luego he querido interpretar que ese mandarme fuera sería al otro mundo, no al primer mundo.

P. Usted ha visto la sede de su prelatura sitiada por el Ejército en cuatro ocasiones. Un sacerdote colaborador suyo ha muerto por disparos de la policía. Pero eso era durante la dictadura militar. ¿Han cambiado las cosas en la nueva situación de mayores libertades?

R. En Brasil, con absoluta normalidad, hemos pasado de una dictadura militar a una civil. Es bueno recordar que un cambio de Gobierno no significa un cambio de régimen, y mucho menos un cambio de sistema. Continuamos siendo un país de capitalismo dependiente, acogotado por la deuda externa. Hay latifundios de 3,5 millones de hectáreas y 11 millones de familias con tierras insuficientes o ninguna, según las estadísticas oficiales. El presidente Sarney es un terrateniente; por tanto, en esa democracia formal tan relativa que tenemos no se va a tratar el tema de la reforma agraria.

Las fuerzas del latifundio se han organizado en tomo a la ya citada UDR, una especie de herencia criolla de la Unión Democrática Republicana francesa. La UDR tiene también su brazo armado, paramilitar, parapolicial, parapistolero. A ellos se les atribuyen las muertes de sindicalistas, agentes de pastoral y otras personas de la causa del pueblo. Yo mismo supe hace poco por fuentes oficiales de la propia UDR que habían decidido eliminarme. De ese modo, no se puede decir que Brasil viva en paz. La Asamblea constituyente cerró ese camino al decidir que no habría expropiación de las tierras productivas, y todos sabemos que todas las tierras son más o menos productivas. La reforma agraria sólo será posible a la fuerza.

"Algún Santiago cierra también España la actualidad"

Pregunta. En los últimos meses se han conocido las destituciones de dos profesores de teología en Granada -los jesuitas Castillo y Estrada- y la de Benjamín Forcano, un claresiano, orden a la que usted pertenece, como director de la revista Misión abierta.Respuesta. Yo acompaño con mucha pena ese proceso involutivo de la iglesia también en España. Tengo la impresión de que algún Santiago cierra España también en la actualidad. Eso no le hace ningún bien ni a nuestro país ni a la Iglesia. El mundo cada vez entiende menos -y tiene razón- gestos drásticos, dictatoriales. Lo digo con respeto, pero también con plena conciencia y corresponsabilidad eclesial: en última instancia soy obispo y soy cristiano.

Con respecto a Misión abierta -a la que yo puse el nombre hace ya muchos años, como lo hice con Iglesia viva-, siempre me ha hecho bien y sé que ha hecho bien a muchos otros, sobre todo en América Latina. Me parece inconcebible el intento de supresión de un instrumento de pensamiento teológico, de compromiso pastoral en una línea de frontera, donde quizá la iglesa de Jesús debería estar siempre. A la propia Congregación Claresiana el asunto de Misión abierta les trae mucho sufrimiento y preocupación. No son ellos, precisamente, los Santiagos que cierran España a estas horas. Yo rezo y tuerzo, como decimos en Brasil hablando de fútbol, para que Misión abierta siga siendo misión y abierta.

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