Cambio en la izquierda italiana
Las recientes elecciones parciales en ayuntamientos y provincias de Italia, que incluyeron escasas ciudades grandes de la península, han constituido una fecha histórica de la posguerra. Olvidadas hasta hace pocas semanas, de repente han demostrado -en condiciones territoriales, sociales y políticas totalmente distintas y fragmentadas- una tan clara unidad de tendencias como para considerar que estamos ante un cambio en la situación de la izquierda italiana.En la gran mayoría de los casos, en el Sur y en el Norte, el Partido Comunista Italiano (PCI) ha perdido hasta seis puntos en los centros urbanos (en conjunto, bajó tres, pero en lugares significativos es más alta), y casi siempre seis puntos han sido los ganados por el Partido Socialista Italiano (PSI), que aumentó en todo el país.
Nunca en la posguerra se habían presentado dos dinámicas tan claras y tan nuevas: un crecimiento de los socialistas y una baja de los comunistas. La distancia entre los dos partidos, que era más del doble a favor del PCI, se está reduciendo en los últimos 10 años, y suponiendo que en las próximas elecciones europeas (en 1989) se confirme esta tendencia, a escala nacional, la ventaja del partido comunista quedaría en pocos puntos, y en algunas partes del país se convertiría en el cuarto partido.
El análisis de las regiones y las perspectivas de futuro ocuparán el debate político italiano del resto de la década. El descenso del partido comunista más fuerte de Occidente, que hace cinco años estuvo a punto de superar incluso a la Democracia Cristiana (DC) -primer partido ininterrumpidamente desde 1948 y por tanto desde siempre solo en el Gobierno o con los aliados de centro o, después de 1960, con el PSI-, no ha empezado en estas elecciones sino a finales de los años setenta. Sin embargo, en conjunto, nunca había sido tan fuerte y unívoco, como si el ritmo de disminución estuviera acelerándose. La diversidad de las situaciones concretas en donde se ha producido no permite ir a buscar los motivos en errores locales: se trata de lo que los socialistas llaman "un panorama amplio", una tendencia que va más allá de opciones aisladas.
Naturalmente, las raíces pueden contemplarse de distintas formas; por mi parte, las veo sobre todo en la pérdida de diversidades del PCI a partir de la mitad de los años setenta, cuando no sólo ha iniciado un diálogo con la Democracia Cristiana, que entonces estaba en su punto más bajo, en nombre del compromiso histórico, sino que poco a poco ha ido convenciéndose de que tenía que defender más la empresa y la producción que el trabajo y la ocupación, más el Estado que los movimientos, más la esfera política que la social, practicando sobre todo la mediación y participando en el reparto de los puestos y cargos, que en Italia se conoce por el nombre de acaparamiento. Reparto que, por otra parte, lo deja siempre fuera del potencial económico del Estado y del sector de defensa y lo relega a una minoría que para poder acaparar deja de ser oposición en los grandes organismos, como la fundamental RAI, etcétera.
Política y representatividad
Esta situación en el ámbito del poder, pero sin poder cambiar, lo ha legitimado ante la opinión política, que en Italia no es ni ferozmente anticomunista ni ferozmente antisoviética, como por ejemplo en Francia, pero también lo ha homologado ante la opinión pública, haciéndolo más semejante a los demás y, como los demás, sospecho que se preocupa más por sus intereses de espectro político que por la representatividad del mundo del traba o y de la cultura, donde ha ejercido su hegemonía durante tanto tiempo.
Por otra parte, el cambio de la sociedad y la fuerte agresión neoliberal, en la que los socialistas italianos participan como el más moderno de los partidos burgueses, dejan al margen toda veleidad reformadora, y, sumándose al debilitamiento de la oposición comunista, ha sobrepasado todo el cuadro de la derecha, y no sólo en política, sino en la opinión general de los valores (el éxito, el dinero, el valor personal medido por el nivel de vida, la fragmentación corporativa).
Incluso puede observarse que, acaso por esta relativa convergencia del hacer político, Italia, carece de una fuerte aversión hacia el PCI y se valora la URSS de Gorbachov. La fuerza de la izquierda diluye su impacto alternativo y asume un mayor relieve el partido que, como el PSI de Craxi, está decidido a colocarse al lado del capitalismo y del Estado, pero reafirmándose dentro como fuerza autónoma de la Democracia Cristiana. Esto lo ha llevado a cabo asumiendo las causas más antipopulares (como el decreto contra la escala móvil) o las más audaces (el reconocimiento de la Organización para la Liberación de Palestina), o apoyando algunos descontentos de la opinión pública, respecto a lo nuclear o a ¡ajusticia. En resumen, ha mostrado un aspecto burgués laico, distinto del de los aliados menores de la DC, a los que la DC siempre ha fragmentado: el PSI es el único partido que, mediante la alianza con el potente partido católico, emerge más fuerte y creciente.
Hoy día, cuando la relación entre comunistas y socialistas ya no es tan desequilibrada a favor del PCI, Craxi podría pensar en un papel mitterrandista, en hacerse líder de una alternativa a la DC, compuesta por fuerzas laicas. Es una perspectiva que hasta ahora no se ha realizado.
De todas formas, es una hipótesis aún lejana, porque -y es otra evidencia relevante de estas elecciones- la DC está en plena recuperación. Su primacía es ya de 10 puntos en relación a los comunistas, y de muchos más en relación a los socialistas.
Escenario nuevo
El escenario cambia, pero Italia está lejos de adecuarse al modelo europeo dominante. El año próximo contemplaremos todavía un Gobierno DC-PSI y partidos menores, pero carentes de fricciones y de enfrentamiento s. Después, las elecciones europeas, que deberían proporcionar aún más fuerza al PSI, y simultáneamente, un congreso comunista que se anuncia como el más problemático desde 1956.
Este partido tendrá que definir su posición, en palabras más sencillas: o más a la derecha, en dirección hacía el PSI, o más a la izquierda, reconstruyendo una unión con una sociedad inquieta. La afluencia de los italianos al voto no debe engañar: las relaciones entre sociedad y política no son buenas.
Italia es cada vez menos una excepción en Europa, pero es inclasificable. Es bastante más interesante observar la analogía de los fenómenos europeos, las grandes crisis de identidad de la izquierda, cómo éstas se reflejan y con qué resultados.
Traducción: Pilar Fuente
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