Cómo se vende una novela
Sentarse frente al papel en blanco. Buscar el adjetivo exacto, encontrar la metáfora inédita, dosificar las enumeraciones. Escribir palabras, frases, párrafos y, lo que es más dificil, páginas enteras de modo que después, al leerlas, la prosa fluya sin aparente esfuerzo. Intentar contar bien una historia, o lo que sea, con o sin argumento. Tratar de dar en ella una cierta visión del mundo o sumirnos en otros más o menos soñados. Hacer, dejar oír una voz propia.Y entre tanto seguir imaginando situaciones, personajes, fragmentos de relato que por ahora tengo que calificar de crueles. Así, el de la muerte imprevisible y súbita de una mujer de mediana edad, en apariencia no historiable ni novelable, pero a mis ojos turbadora, y que después de muerta, gracias a una borrosa foto en blanco y negro y a un manojo de cartas que encontré por azar, me deja en libertad para inventarle una existencia póstuma y desvelar por fin en el delirio aquel enigma que siempre sospeché.
A veces siento la tentación de publicar ese relato, cuya primera versión terminé hace unos meses y que desde entonces guardo en una carpeta a la espera de una ocasión propicia para revisarla: algún amigo bienintencionado que, sabedor de ese inocuo vicio secreto, acaso me pregunte:
-¿Tienes algo que puedas darme para una pequeña editorial que vamos a montar entre unos pocos conocidos?
-Cuanto más entretenido, más directo, más light (ya salió), mejor. Es lo que gusta, lo que está de moda. En general, y a grandes rasgos (o zancadas), ya sabes: pasó la fiebre de los experimentos posjoyceanos, envejecieron las cosmovisiones intelectualistas de inspiración centroeuropea, las plúmbeas sagas de corte faulkneriano, las míticas fabulaciones de los orígenes, la metaficción y, más recientemente, incluso la tan traída y llevada novela neohistórica, que pusieron al día la marmórea Yourcenar y las prestidigitaciones de Umberto Eco. Hoy todo va muy deprisa, y además, falta tiempo.
-Pero (tímidamente), ¿qué me dices de las nuevas literaturas periféricas, de los escritores metecos de las viejas colonias?
Apócrifo
-Bueno, sí, claro. Pero eso es otra cosa. Mira, no, convéncete de una vez por todas: hoy lo que el público quiere son historias amables, fáciles. Nada de trascendentalismos, sentido de la vida (o sinsentido, corregiría yo), tragedia, iluminaciones ni compromiso; ni siquiera ya con el femmismo o lo gay. Narraciones sencillas, leíbles y acabables en las enervantes esperas de los aeropuertos o en cortos trayectos de avión (ahí es donde realmente se lee más ahora); escritas en forma coloquial, sin barroquismos ni tortuosidades sintácticas, sin guiños culturales, acaso con referencia al cine o a la música -menos jazz; ópera, por ejemplo-, en un lenguaje entendible por todo el mundo, y sobre todo sin dramas, sin lirismos, sin filosofias. Breves, que no chirríen. Levemente cosmopolitas o, por lo menos, con algún toque o atmósfera extranjeros o extranjerizantes.
Naturalmente, después de oír esto ni que decir tiene que no me atrevo a darle ese apócrifo sobre la mujer desconocida y sin importancia que comentaba hace un momento. Porque, en mi infinita ingenuidad (impropia de mis años) o antigüedad (no tan impropia), yo todavía me pregunto, aunque no sé si a estas alturas unamunianamente, cómo se hace una novela. Pero -al fin caí en la cuenta- lo que mi verosímil interlocutor quería enseñarme es cómo se vende una novela (¿tal vez porque, como se nos repite, su época pasó?). Lo cierto es que tras escucharle y mirar un poco en derredor se me ocurre anotar telegráficamente esta receta-antídoto:
- En primer lugar, encontrar un editor con marca, con imagen consolidada, avezado, conocedor de los entresijos y resortes publicitarios, audaz y dispuesto a correr el riesgo de financiar no sólo la edición, sino también la imprescindible operación de lanzamiento.
- A continuación, poner efectivamente en marcha todo este dispositivo, es decir:
- Pensar en la portada, desde luego, en papel satinado y reluciente o mórbidamente deslizante (el de dentro no importa: áspero, pardo, ingrato, qué más da), con la inevitable fotografia en color, posiblemente con alguna sugerencia de desnudo de frente o en escorzo o, como alt rnativa, un rostro andrógino energico y desenfadado.
- Conectar sin pérdida de tiempo con la bien establecida red-suplemento-prensa-diariasemanario-de-gran-tirada, para que, justo en el momento de su aparición, den un avance / primícia consistente en la inclusión, de un fragmento o capítulo con gancho, precedido de una entradilla anuncio elogioso, en sus páginas de fin de semana (lo de la entrevista a toda plana debe de ser más complicado).
- Simultáneamente, elegir con sagacidad el plantel de presentadores (con tirón) entre los de nómina más o menos fija, sin olvidar el marco, el escenario más idóneo, para que la puesta de largo (de corto sería más preciso) constituya un multitudinario, si bien selecto, acto social, con los consabidos ribetes de provocación y con o sin croqueta, pero indefectiblemente -seguro- con los whiskies aguados.
- Inmediatamente después, discutir y fijar con el editor (yo mantengo la acentuación oral castellana) o la agente de derechos las condiciones del contrato, a saber:
- No pasar de 125 folios rriecanografiados a dos espacios (esto lo supongo; quizá es excesivo).
- Obligación de combinar con sutileza y tino todos o varios de los elementos que a continuación se detallan.-Simulacro, ren-iiniscencia, teino o clima autobiográficos.
- Ruptura conyugal o de pareja (preferible), previa o, en su defecto, posterior a algo.
- Episodio velada o abiertamente homosexual, pero sin patetismo.
- Un par de escenas de erotismo difuso y blando.
- Muestra de affair (sic) relacionado, pongamos, con las drogas, mejor en plan delito de menor cuantía (la novela negra, negra, ¿también se evaporó?).
-Ambientación urbana, incluido espacio nocturno al uso, fácilmente reconocible para los iniciados.
- Un final no necesariamente equívoco, sombrío o perturbadoramente ambiguo, sino que no mol.este; a lo sumo, agridulce.
- Y para terminar, o para empezar, tanto da, presencia imprescindible de jóvenes (claro que ahora nos dicen que la juventud se alarga mucho), agrupados eridogámicamente (ésta sería la concesión al realismo), desprovistos de identidad, tolerablemente atiurridos y, a ser posible, con los tics propios de la internacional juvenil a la aniericana.
- Todo ello envuelto en un aire de despreocupación, de pasatiempo, de gratificante y contagioso divertimento (¿quién no se apunta a eso?).
La lista
Luego, una vez aparecida la novela. en cuestión, conseguir como se aque el título figure durante un mes -o el tiempo que convenga, pero no mucho más, pues la cultura ocupa lugar, como suele decirse- entre los libros más vendidos o recomendados una y otra vez por los responsables de elaborar los correspondientes listados y gacetillas en el escaparate de la Prensa diaria y hebdomadaria. Mientras, lograr que los autores y las autoras comparezcan exhaustos/as un día tras otro, en compañía de sus respectivas relaciones públicas, ante los innumerables medios de comunicación para hablar de la obra, en espera de culminar su peregrinación en los distintos estudios de las televisiones y subtelevisiones del Estado, hasta que llegue Francfort.
Por último, depositar con la gradación conveniente un determinado número de ejemplares -nunca muy elevado, para que el cebo se mantenga- todos los jueves durante cuatro semanas en los expositores de los diversos VIPS (como su sigla indica) y grandes almacenes, léase El Corte Inglés (esto, espero, no es publicidad encubierta). Casi con toda seguridad, sobre todo si el precio, según costumbre, es alto y el volumen delgado, al cabo de ese tiempo la primera edición felizmente se habrá agotado. Para entonces, la banda azul o roja que marca la segunda, la tercera, la cuarta, con un poco de suerte y sin que quien la escribió acabe de enterarse nunca muy bien de las cifras de tirada -no hay que hacerse ilusiones: siempre baja-, estará ya impresa y cuidadosamente incorporada a la cubierta de cada nuevo libro.
Y ahora sí, no hay escapatoria: editores, autores, comerciantes, hagan juego; la venta está servida.
¿Será también leída?
Babelia
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