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Shultz, desairado por Shamir en su cuarto viaje de este año a Oriente Próximo

VÍCTOR CYGIELMAN El secretario de Estado norteamericano, George Shultz, pasó ayer siete horas en Jerusalén y volvió a El Cairo. Nadie cree en Israel que vuelva a visitar el país en su actual periplo por Oriente Próximo a menos de que surja un acontecimiento imprevisto. El primer ministro israelí, Isaac Shamir, desairó literalmente a Shultz, a quien ya hizo saber con antelación que tenía prisa y que no podía concederle mucho tiempo. Shamir salió anoche hacia Nueva York para participar en la sesión sobre desarme de la Asamblea General de la ONU.

Entre los colaboradores de Shamir no se esconde una cierta impaciencia. ¿Por qué el secretario de Estado norteamericano se obstina en seguir adelante con su iniciativa diplomática, destinada de antemano al fracaso?, se preguntan con un pesimismo compartido por la mayoría de los comentaristas políticos.Sin embargo, fuentes diplomáticas norteamericanas aseguran que Shultz no está, ni mucho menos, desanimado, sino todo lo contrario. La abierta simpatía expresada en Moscú por su iniciativa de paz y la aproximación entre las posiciones soviéticas y norteamericanas sobre la necesidad de arreglar lo antes posible el conflicto árabe-israelí le han aguijonado a seguir adelante con su misión de paz aún con mayores energías.

En Jerusalén, como en Ammán y en El Cairo, Shultz ha subrayado los peligros de guerra inherentes al actual statu quo, peligros que se ven agravados por la proliferación de misiles balísticos y de armas químicas en esta región del mundo. "No existe una alternativa aceptable al proceso ¡de paz", dijo Shultz ayer en Jerusalén; "ninguna de las partes implicadas en este proceso puede permitirse el lujo de ignorar esta iniciativa de paz. Los que se imaginan que pueden perpetuar una ocupación que priva de sus más elementales derechos a todo un pueblo se hacen vanas ilusiones. Quienes creen que pueden obtener sus derechos por medio de la violencia, también se hacen ilusiones".

Ya el sábado, Shultz había insistido en la misma equiparación entre el derecho de Israel a su seguridad y los "derechos políticos legítimos" de los palestinos.

Los observadores israelíes destacan una marcada convergencia entre esta formulación de Shultz y la del líder soviético, Mijail Gorbachov, en la última conferencia de prensa de la reciente cumbre de Moscú. Por otro lado, también se destaca que Shultz ha mencionado por primera vez los derechos "políticos" de los palestinos, una calificación que se aleja de los acuerdos de Camp David y constituye un paso hacia el reconocimiento de los derechos nacionales palestinos.

En un editorial titulado Shultz no renuncia, el periódico liberal Haaretz pone en guardia a Shamir y sus partidarios contra otra ilusión. "Hay que saber", dice el editorial, que la intifada [levantamiento] palestina no desaparecerá, incluso si la violencia disminuye. Esta revuelta seguirá erosionando nuestra seguridad interna y amenaza con debilitarnos en caso de guerra. También amenaza nuestro sistema democrático, y, sobre todo, no podemos estar seguros de que Estados Unidos no se acercará aún más a las posiciones soviéticas hasta llegar al punto en el que las dos superpotencias impondrán conjuntamente las nuevas reglas a sus clientes respectivos. Cualquier solución obtenida en una negociación libre en el seno de una conferencia internacional será más ventajosa para Israel, incluso si para eso hay que renunciar al sueño del gran Israel".

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Esta opinión subyacía en la manifestación que recorrió el sábado las calles de Tel Aviv bajo el lema Hay un límite. Varios miles de israelíes pidieron el fin de la ocupación de Gaza y Cisjordania y la paz entre árabes e israelíes. Hubo varias detenciones, y la policía destruyó las cámaras de un fotógrafo extranjero. Asimismo, el Tribunal Supremo confirmó ayer la expulsión del pacifista norteamericano de origen árabe Mubarak Awad, pese a las presiones de EE UU.

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