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Las campanas tañen en Moscú

El secretario de Estado del Vaticano asiste hoy a los festejos del milenario de la Iglesia ortodoxa rusa

Pilar Bonet

Ekaterina Orlovskaia, una mujer de extraña belleza pese a su nariz aguileña, su rostro descuidado y su cabello crespo, inicia hoy los festejos del primer milenio de la Iglesia ortodoxa rusa. Es la campanera de la catedral de la Epifanía, de Moscú, donde el anciano patriarca Pimen celebra unos oficios que culminarán con una ofrenda floral en la tumba del soldado desconocido. Numerosos invitados extranjeros, entre ellos el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Agostino Casaroli, acudirán al monasterio de Danilov, otra de las sedes de la celebración, que concluye el 16 de junio.

La Iglesia católica ucraniana, obligada a integrarse en la Iglesia ortodoxa en 1946, es un contencioso pendiente con Roma, pues los uniatos, que aceptan al Papa como jerarquía, continúan en la clandestinidad, y la Iglesia ortodoxa, que heredó sus templos, ha hecho caso omiso de los llama mientos para ayudarles a recuperar sus derechos como comunidad independiente. Las campanas de la catedral de la Epifanía suenan bien, pero en extensas zonas del Estado ateo soviético el repique de cam panas está prohibido, y el sonido de las que tañe hoy Ekaterina difícilmente será oído por VIadimir Rusak, un diácono condenado a siete años de prisión en 1986 por haber escrito por su cuenta una historia de la Iglesia ortodoxa en el período soviético. En vísperas del milenio, el científico Andrei Sajarov ha solicitado la liberación de Rusak y de otros prisioneros de conciencia soviéticos. Lo mismo ha hecho el padre Gleb Yakunin esta semana en la reunión que el presidente norteamericano, Ronald Reagan, mantuvo con disidentes en Moscú. Yakunin, ahora al frente de una parroquia moscovita, fue indultado en 1987 de la condena política que cumplía y representa hoy a un sector crítico dentro de la Iglesia ortodoxa. Éste pide la jubilación de Pimen y considera el milenio oficial como un acto de propaganda.

El marco legal de la religión, heredado del estalinismo, sigue inalterado, pero, con la llegada al poder de Mijail Gorbachov, las instancias oficiales se han vuelto más tolerantes. Desde 1985, el Estado ha devuelto 35 edificios confiscados a la Iglesia ortodoxa, que en 1986 poseía 6.794 parroquias frente a las 15.000 que tenía en 1953. Los templos convertidos en trasteros, almacenes, talleres y fábricas son aún un fenómeno frecuente en la geografía rusa.

Para el milenio, la jerarquía eclesiástica ha sido autorizada a imprimir 100.000 biblias, que se añaden a las 300.000 impresas en los 70 años de poder soviético. Las autoridades civiles han prometido una reforma, aún no elaborada, de las leyes que regulan las actividades religiosas, pero la enseñanza y la propaganda religiosa siguen siendo castigadas con la cárcel por el Código Penal. La apertura de nuevas parroquias, para las que en teoría se necesita únicamente un grupo de 20 fieles, enfrenta los creyentes a los poderes locales.

Las cruces desde la escuela

El presidente del Consejo de Asuntos Religiosos, Konstantin Jarchev, advierte a los funcionarios que deben cumplir las leyes y escuchar las quejas de los cristianos ortodoxos que acuden a él desde lejanos pueblos rusos donde los dirigentes comunistas no quieren que las cruces sean visibles desde la escuela. Ningún funcionario, que se sepa, ha sido castigado nunca por negarse a registrar una comunidad religiosa, según decía Alexandr Nezhrii en el semanario Novedades de Moscú. El Consejo de Asuntos Religiosos, dependiente del Consejo de Ministros de la URSS, tiene la última palabra en materia de religión. Jarchev se opone al uso de métodos represivos estalinistas, entre otras cosas, porque las "órdenes" y "puñetazos" consiguen el efecto contrario al deseado y fortalecen a los represaliados como comunidad. La ideología marxista mantendrá una "lucha constante" con la religión como "concepción del mundo", ya que ésta es "una convicción equivocada desde nuestro punto de vista", decía el funcionario a la revista Ogoniok.Otra cosa es, sin embargo, "la Iglesia como institución social". Gorbachov quiere unir a todos los ciudadanos en torno a las reformas emprendidas, y la Iglesia ortodoxa tiene reservado aquí un papel espiritual y material como lo tenía en la lucha contra el nazismo durante la II Guerra Mundial.

En abril, Gorbachov recibió en el Kremlin al patriarca Pimen y a miembros del Santo Sínodo de la Iglesia ortodoxa y recono ció que los cristianos fueron víctimas de "trágicos errores" del poder soviético durante la época de Stalin. Pimen comunicó a Gorbachov que la iglesia reza por el éxito de la perestroika y expresó su esperanza de que los problemas pendientes podrán ser resueltos. "En toda la historia del poder soviético, éste es el segundo encuentro entre el máximo líder y la jerarquía eclesiástica", dice el padre luri Edelshtein, un sacerdote crítico para quien el milenio es "una bonita ocasión de hacer fotos".

En septiembre de 1943, Stalin buscó el apoyo patriótico de la Iglesia que había perseguido. Se reabrieron los seminarios y varias decenas de templos y comenzó a editarse una revista del Patriarcado. Con Nikita Jruschov, el Kremlin inició de nuevo la represión de la Iglesia, tras olvidar que ésta había llamado a los hombres al sacrificio y había entregado más de 150 millones de rublos para la defensa del país. "El poder soviético nunca renunciará a la destrucción de la fe, aunque ha cambiado sus métodos", dice el padre Edelshtein, preocupado porque "la propaganda ateísta continúa en publicaciones regulares que no compensan una edición limitada de biblias". Gorbachov, sin embargo, ha prometido a los creyentes que el Estado no interferirá en sus actividades y se ha mostrado partidario de establecer un diálogo en libertad entre Iglesia y Estado.

El bautizo del príncipe

El milenio, que conmemora el bautizo del príncipe VIadimir de Kiev en el año 988, se presenta como un hito de la cultura rusa, entendida ésta como herencia de los valores humanistas cristianos en oposición a la barbarie de los invasores mongoles. No ha faltado quien hiciera paralelismos entre la perestroika y las peripecias de VIadimir, que murió cristiano tras haber nacido pagano y adorador de ídolos que exigen la sangre humana. "La renovación moral de la sociedad en cada época histórica tiene su matiz, pero lo esencial no cambia: la destrucción de los ídolos y la recuperación del hombre", escribía esta semana en Izvestia Konstantin Kedrov, para quien "no es casual que la preparación del milenio coincidiera con el actual proceso de perestroika".[Las autoridades soviéticas han rechazado al reverendo británico Michael Bordeaux, experto en religión de Europa oriental, una petición de visado que solicitó para visitar la URRS, encabezando una delegación de 46 personas, con ocasión de los festejos del milenario de la Iglesia Ortodoxa, informa Reuter.]

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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