El toro con todos sus atributos
Lo primero, el toro: así se pronuncia la afición concienciada y responsable. Don Mariano y todos los demás, que están concienciados hasta la médula en los. valores esenciales de la fiesta y, son aficionados responsables, manifestaban su satisfacción: habían salido toros, con todos sus atributos y con todas sus consecuencias. Con todos sus atributos: cuajo, hondura, respeto, casta, y menudo carné d'dentidá tenían; con todas sus consecuencias: los toreros no pudieron con ellos.
El toro con todos sus atributos es el que da la medida de las capacidades toreras, y ayer hubo tres espadas que no tuvieron reparo alguno en medir las suyas con el toro, tremendo en su arrogante seriedad. Resultó que eran insuficientes, pero no debe considerarse fracaso; no ayer, ni nunca, mientras copen ferias, disfruten privilegios, ganen fórtunas tanto figurón y tanto figurín que sólo se atreven con el borrego.
Flores / M
Maracay, Campuzano,Jiménez Toros de Samuel Flores, de magnífica presencia y con casta, correosos, nobles 11, 2.1 y 42. Morenito de Maracay: media trasera atravesada (pitos); seis pinchazos -aviso-, otro pinchazo y dos descabellos (pitos). Tomás Campuzano: estocada corta trasera tendida atravesada y descabello (división y saluda); dos pinchazos, estocada tendida caída y dos descabellos (pitos). Pepín Jiménez: bajonazo descarado (bronca); media estocada tendida y tres descabeflos (pitos). Plaza de Las Ventas, 2 de junio. 2111 corrida de feria.
Pepín Jiménez no pudo dar la medida de sus estimables capaci dades porque sus toros presentaron senos pr blemas. El primero de ellos era gazapón, de los que andan y andan mirando a los fle quillos, y aunque lo macheteó, no conseguía pararlo. Seguramente debió insistir en las dobladas para alcanzar su objetivo, pero se abstuvo pues el público dominguero que ayer abarrotaba los tendidos de sol y parte de los de sombra, se ponía nerviosísimo y al verle instrumentar pases de castigo, creía que le estaba robando la cartera, por cuya osadía le armó un escandalazo.
El sexto toro no gazapeaba y quizá por eso Pepín Jiménez lo brindó al público. No cayó en la cuenta, sin embargo, de que se quedaba en la suerte, tiraba el derrote, y eso le sucedió en sus reiterados intentos de torearlo en redondo y al natural. Gañafones buscaban el exiguo espacio axilar de Pepín Jiménez, diestro volátil de poquitas carnes, y tuvo la fortuna de que ninguno le llegara a deteriorar la isleta. Se salvó de esa, aunque no de otra reprimenda del público dominguero, que ni reparó en el peligro del toro, sería un milagro que reparara, pues sólo ve lo obvio, el blanco y el negro, no matiza, si ha pagado su entrada y quiere divertirse para qué va a matizar.
Un pegapases, ese es el que le divierte, allá penas el toro, se a bueno o sea malo. Tomás Campuzano, filósofo de la vida, lo apercibió y se fue a terrenos de sol a regalarle el gusto al público dominguero, pegando pases. El toro embestía noble, los pases salían horribles, pero le aclamaban, mientras el resto del aforo presenciaba de lejos aquél trajín de derechazos que le era ajeno.
Del quinto toro se enamoraron tanto don Mariano y restante afición concienciada como el público aplaudidor. Toro cornalón, enmorrillado, poderosa culata, rabo de largas y espesas cerdas, atacado de músculos, armoniosa la curvatura de su perfil superior, y por el inferior, badanudo y hondo, finísimo de cabos. Y aún más: la gente que lo primero que mira del toro es el bamboleante atributo -por si alguna vez la engañan, y en vez de toro sacan vaca- se medio levantaba del asiento y exclamaba admirativamente, señalando con el dedo:
¡Menudo carné Xidentidá tiene! El del carné Xidentidá iba incierto, con la cara alta, y Campuzano no pudo redondear los naturales que intentó. Entonces los que antes aplaudían le pitaron -la obviedad: ahora veían negro- y la afición que matiza se calló su opinión, ya que Campuzano había estado toda la tarde pasando de ella.
Morenito de Maracay hizo ceflidos quites por chicuelinas, prendió un buen par al quiebiro y otros con diversa fortuna, trapaceó, precavido e inexperto, dos toros nobles. Maracay debe de ser como Triana, pero al revés, y su hijo predilecto torero destapó el tarro, que no contenía fragantes esencias; infernales pestilencias contenía, puaf, tiraba de espaldas. Pero se le disculpa, y a sus compañeros también, pues torearon toros armados, hondos, serios, fieros, con menudo carné Xidentidá, y de eso sí pueden presumir los tres.
Babelia
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