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El fin del 'pequeño Teherán'

Angustia de Irán por la suerte de Hezbolá en Beirut

La República islámica de Irán sigue con angustia la suerte de su principal creación. en política exterior, el libanés Hezbolá o Partido de Dios. La entrada de las tropas sirias en los suburbios meridionales de Beirut significa el fin de lo que en los tres últimos años ha sido llamado el pequeño Teherán. La Prensa iraní dedica sus primeras páginas y sus editoriales a los enfrentamientos de las tres últimas semanas entre las dos principales milicias de la comunidad shií libanesa.

Hay inquietud por esa guerra fratricida entre los correligionarios libaneses de los iraníes, pero sobre todo domina la impresión de que una inversión de años está a punto de perderse.En Líbano, el eslabón más débil del mundo árabe, el Irán del imam Jomeini, había conseguido materializar su primera y única experiencia de exportación de la revolución islámica.

El Hezbolá es la más querida criatura extranjera del Estado teocrático iraní. Los suburbios del sur de Beirut, 600.000 shiíes apiñados miserablemente en apenas 40 kilómetros cuadrados, lo más parecido al ambiente en que se engendró la revolución jomeinista.

"Los enfrentamientos de Beirut conspiraron contra los musulmanes revolucionarios", titula el Teheran Times. El diario advierte a los sirios que ahora entran en los suburbios beirutíes, que no deben entrar en el juego del "imperialismo y el sionismo". Es una manera de decir que no deben acorralar al Hezbolá.

Irán no ha tenido más remedio que consentir la entrada de las tropas sirias en el feudo de sus partidarios libaneses, pese a que éstos iban ganando la batalla militar. Ha conseguido arrancar a Damasco la promesa de que los jomeinistas libaneses podrán seguir manteniendo abiertas sus oficinas y centros sociales. Pero a nadie se le oculta en Teherán que la desaparición de los elementos armados del Hezbolá de las calles de Beirut y su sustitución por los soldados sirios es el fin de una etapa.

De las dos milicias que se han enfrentado en Beirut, Hezbolá es la única con un perfil ideológico bien definido. Su objetivo es crear en Líbano una república islámica a imagen y semejanza de la iraní. Para ello han recurrido a diversos métodos, entre otros el secuestro de residentes occidentales. El pasado verano, Mohamed Husein Fadlala, guía espiritual en Beirut del Partido de Dios, declaró a EL PAÍS: "Teherán es para nosotros lo mismo que Moscú para los comunistas".

El otro contrincante en la última guerra beirutí, Amal (Esperanza), es una organización armada al servicio del mejor postor. Sus militantes recibieron con arroz a los israelíes que en 1982 invadieron Líbano, y en los dos últimos años se dedicaron a cercar a sangre y fuego los campamentos palestinos en el país de los cedros. Amal es ahora la pieza maestra en los planes de Siria para culminar su paulatina anexión de Líbano.

Teherán está convencid6 de que Siria ha aprovechado la actual debilidad iraní para lanzar a Amal a una guerra que sólo podía tener como final la entrada de los hombres de Assad en los indómitos suburbios, en tarea supuestamente pacificadora.

Matrimonio de conveniencia

Irán pierde terreno en todos los frentes de su guerra con Irak. EE UU contiene en el Golfo los intentos de represalia iraní a la lluvia de obuses, misiles y armas químicas de que son objeto sus soldados, poblaciones civiles y petroleros. El aislamiento internacional de Teherán es grandioso. Irán no puede permitirse perder su único aliado en el mundo árabe, Siria. Una y otra parte saben que es un matrimonio de conveniencia, pero aún no ha llegado el momento de romperlo. El dilema entre mantener su alianza con Siria y sacrificar a sus hermanos libaneses ha sido muy cruel para Teherán, que por el momento ha conseguido una fórmula de compromiso que al menos salva la existencia política de Hezbolá. Pero Teherán sabe que en Líbano el poder está en la punta de su kalashnikov.

Hafez el Assad, consciente de la debilidad de su cónyuge iraní, ha jugado ahora sus cartas. El control sirio de los suburbios meridionales de Beirut significa el fin del balcón mediterráneo de la revolución jomeinista.

[Miles de tropas sirias patrullaron ayer los suburbios meridionales de Beirut para evitar nuevos brotes de violencia entre grupos shiís, pero no hubo noticias sobre los rehenes extranjeros presumiblemente cautivos en esa zona, informa Reuter. En Damasco, el ministro sirio de Información, Mohammed Salam, dijo el sábado que sus tropas se retirarán cuando el orden haya sido restaurado].

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