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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La cuarta 'cumbre'

CON LA cumbre entre Gorbachov y Reagan que se inicia hoy en Moscú, éste se convierte en el presidente de Estados Unidos que se ha entrevistado más veces con el líder máximo de la Unión Soviética. No es casual: es un índice del cambio que se ha producido en los tres últimos años en las relaciones internacionales. En ese proceso, ¿qué aportará la cuarta cumbre en la capital de la URSS? Contrariamente a lo previsto inicialmente, no habrá firma del tratado reduciendo en un 50% los arsenales estratégicos. Aunque su preparación está muy avanzada, las discrepancias sobre puntos sumamente delicados exigen que continúe en Ginebra el trabajo de los expertos durante varios meses. No habrá, pues, resultados espectaculares comparables a la firma en diciembre pasado del tratado sobre los misiles de alcance medio (INF).¿Para qué servirá entonces la cumbre? Su celebración, sin resultados concretos trascendentales, ayuda a destacar el carácter de la nueva etapa de las relaciones Este-Oeste. Los dos líderes no se reúnen para un objetivo concreto, sino porque empieza a prevalecer entre ellos la necesidad de discutir, con relativa regularidad, una amplia gama de problemas en los que hay acuerdos o desacuerdos, pero sobre los cuales necesitan buscar puntos de coincidencia para empujar hacia adelante un proceso mundial de distensión, de solución de conflictos, de reducción de peligros de guerra. En Moscú habrá, sin duda, acuerdos concretos sobre aspectos del desarme, sobre los llamados conflictos regionales, incluso sobre derechos humanos. Pero lo que este encuentro tiene de sensacional es que algo inimaginable hace pocos años -¡Reagan en Moscúl- se ha convertido en algo lógico y normal dentrodel nuevo curso que ha adoptado la vida internacional.

Hace falta inventar una palabra para esta corriente nueva que se ha establecido entre el Este y el Oeste. Distensión es la palabra clásica, que ha designado las mejoras pasajeras que se produjeron en los años sesenta y setenta, con más carga de intenciones y palabras que de hechos. Pero el proceso actual es muy distinto. Partió de los niveles más bajos: el diálogo estaba roto por el tema de los euromisfles; para Reagan, la URS S era el "imperio del mal". Por eso ha tenido que edificarse con materiales más sólidos y tiene posibilídades de abrir perspectivas más seguras. La superación de la desconfianza se va logrando a base de resultados concretos. Además de las cumbres y de frecuentes reuniones de Shultz y Shevardnadze, hay constantes contactos de funcionarios de diverso nivel, no siempre públicos. Son distintos el estilo y los métodos. Esta nueva distensión es más trabajosa, más pragmática, se afianza porque tiene efectos palpables. Los euromisiles serán destruidos con verificaciones precisas in situ. Los soviéticos se van de Afganistán. Los progresos de los derechos humanos en la URSS son reales. Así se crea no sólo un clima, sino una realidad nueva.

Otro aspecto de la cumbre es que, tanto para Gorbachov como para Reagan -en etapas totalmente distintas de su vida como políticos y como seres humanos-, reviste gran interés por razones interiores. Reagan termina sus dos mandatos presidenciales en condiciones lamentables: a graves quebrantos políticos como el del Irangate se agregan ahora las revelaciones de sus íntimos, que pintan una Casa Blanca dominada por actitudes de ligereza e irresponsabilidad, influida por los astrólogos de Nancy Reagan. En cambio, en el campo de las relaciones con la URSS, Reagan ha dado pasos más importantes que sus antecesores, obtiene un apoyo amplísimo de la opinión y puede dejar en la historia un recuerdo positivo. Para Gorbachov, empeñado en una dura batalla con los conservadores, la cumbre en Moscú destaca su personalidad internacional y las nuevas posibilidades de paz que apuntan, en gran parte, gracias a sus iniciativas.

La historia nunca está escrita de antemano y no se pueden descartar retrocesos. No conviene tener una imagen simplista de las futuras etapas de las relaciones Este-Oeste. Quedan aún enormes dificultades; habrá fases de sombra y no sólo momentos de optimismo. Pero la cumbre de Moscú confirma las perspectivas que abre la nueva etapa en la que entramos: cuando Reagan dice que el éxito de la perestroika es beneficioso para Occidente, se coloca de manera distinta ante la realidad soviética de hoy. Después de todo, tendrá que llegar un momento en qué termine la guerra fría. En que nohaya muro en Berlín ni fronteras con soldados soviéticos y norteamericanos frente a frente en el corazón de Europa. Aunque ese momento puede estar lejos, la evolución actual apunta hacia ese objetivo. Ello es decisivo hacia Europa. Estamos en la hora de los ritos propios de las cumbres. La televisión da a todo ello una dimensión mundial. Ha empezado el gran espectáculo de Moscú. Pero no subestimemos esas ceremonias. Detrás de las bambalinas asoma el inicio de una nueva época.

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