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Tribuna:EL DEBATE SOBRE EL TRÁFICO DE INFLUENCIAS
Tribuna
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Hombres de negocios y personas influyentes

Entre los hombres de empresa y los hombres de negocios se da la seria distancia que existe entre el profesional que emprende, con voluntad de continuidad y permanencia, con sentido de servicio a la economía de la comunidad y legítimo beneficio, y el especulador ocasional, a veces más bien el pillo o el pícaro, el espabilao, que generalmente actúa menos como intermediario y mucho más como entrometido, con ilegitima ganancia.En el llamado influyente hombre de negocios, la base de su actuación está en la primacía, en la influencia valorada, y este privilegio le constituye en auténtico jugador de ventaja. Este hombre de negocios, de muy escaso mérito y de enrarecedora y encarecedora intervención, es el que lo mismo consigue un préstamo internacional de unos oscuros fondos a blanquear, que facilita el envío indirecto, a través de siete puertos y 70 embarques, de una partida de armamento, obtiene la licencia municipal de un bingo para su reventa, recalifica unos terrenos rústicos o forestales, aumenta la ya abusiva edificabilidad de un solar, escapa o extiende, según le convenga, la anticipadamente conocida expropiación para la revalorización de sus feudos, y paraliza o incentiva una determinada normativa en virtud de la cual se pueda poner en peligro su situación privilegiada, o consolidarla cuando no consigue, siempre a muy buen precio, hasta el establecimiento de unas difíciles relaciones diplomático-comerciales.

Esta importante pieza dinamizadora del comercio y de la industria, y hasta de la diplomacia y de las bellas artes, pulula, hoy y siempre, con todo desenfado por la galería de los personajes del sevillano patio del señor Monipodio, con sus más que conocidos Guzmanes de Aznalfarache, Rinconetes, Cortadillos y Buscones, que además impúdícamente se llenan la boca de ética y quieren dar lecciones de moral y costumbres, sólo porque saben de esas leguleyas habilidades de crear sociedades triangulares, manejar vendis, tener testaferros, hombres de grano más que de paja, o fiduciarios, para no aparecer en el escaparate, y así se van colocando los capitales obtenidos a buen recaudo, al ritmo que se van sangrando las materiales y morales arcas del crédito y del prestigio del Estado.

Y todo esto, que no tiene o no debería tener el menor mérito, que es tan antiguo como antiguo es el robo, la sustracción, el cohecho, la prevaricación y el abuso del poder político para fines personales, resulta ser objeto de admiración social, justificación económica y ensalzamiento público. ¡Qué listos son!, se suele decir con envidiada entonación.

Nepotismo y amiguismo

La recomendación, el chanchullo, el enchufe, la figura del protegido, han sido siempre características en la historia picaresca de nuestro pueblo, reiteradamente denunciadas junto con el amiguismo, el partidismo, el nepotismo y el sectarismo, y precisamente para acabar con ello nuestros máximos textos legales exigen la igualdad de oportunidades y de trato de los ciudadanos, ante los poderes y la ley, en aras de la seguridad jurídica, en protección de la libertad y en búsqueda de la igualdad real y efectiva, al servicio de la dignidad de la persona, y proscriben toda clase de discriminaciones entre unos y otros ciudadanos, fundamentalmente las que nacen de sus circunstancias personales, sociales, de su opinión o status, de su vinculación o ale amiento con el poder. Y colocan, precisamente, en el Estado y en el quehacer de sus servidores, la garantía de estos principios ético-jurídicos y políticos.

Lo triste no es sólo esa falta de respeto al principio de la igualdad, por tradicional que sea, sino que precisamente su desprecio goce de protección y de exaltada consideración social, y provenga precisamente de esos servidores del Estado social y democrático de derecho, a quienes se responsabiliza de la vigencia constitucional.

Cualquier ciudadano y, lógicamente, más los profesionales del derecho, hemos conocido como habitual en la ¿anterior? situación las concesiones a dedo. No es nueva la obtención de licencias de construcción antes denegadas a otros, la concesión de sabrosas subvenciones a fondo perdido, de préstamos con intereses privilegiados sin garantía, y la venta al Estado, en cualquiera de sus niveles, de bienes muebles o inmuebles debidamente supervalorados y engañosos, como tampoco lo es la favorable adjudicación a ciertos gabinetes de la ejecución de proyectos o planes o la cariñosa petición de dictámenes jurídicos a abogados paniaguados pagados a millón el folio. Haciendo breve memoria, está bien fresco el recuerdo del listillo que compró unos terrenos, en los que colocó unos miles de esquejes de árboles frutales para que el Canal de Isabel II le expropiara ni más ni menos que una explotación agricola en plena producción.

Detrás de todas estas variopintas maniobras hay auténticos delitos contra la economía nacional, fraudes para alterar el precio de las cosas, incrementos de inflación bastante más negativos que el incremento de los costes salariales, especulaciones mucho más dañinas que la reventa de localidades:

Además del sufragio universal y de la elección popular, el verdadero cambio y la auténtica modernidad estriban fundamentalmente en una profunda erradicación de hábitos de inequívoca raíz caciquil y antidemocrática, para hacer realidad la transparencia y el total control de la vida política. No sería nada bueno que el llamado tardofranquismo siga inspirando la vida social y política española, con independencia del ismo que la defina, pasando factura de una transición que aparece cada día más esperpéntica.

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