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Tribuna:FERIA DE SAN ISIDRO
Tribuna
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"Es de Ronda y se llama Cayetano"

Con la muerte de Joselito en 1920 se produce un vacío en la fiesta: una desolación, un pesimismo, una falta de valores, en palabras del historiador Cossío. "El toreo se acaba", sentencia Guerrita. Belmonte, el gran rival de Joselito, sigue un par de temporadas más, pero, sin el estímulo de José, termina por marcharse. Los admiradores de Joselito buscan a un diestro que mantenga viva la tradición de la lidia, mientras que los aficionados en general añoran un torero de época, un nuevo ídolo. Se fijan en Manolo Granero, fino diestro valenciano, pero tras una temporada sensacional, un toro le mata en Madrid. Otros fieles depositan sus esperanzas en Chicuelo, pero a este inspirado espada sevillano le faltan ganas y pundonor para llevar el peso de la fiesta. Hasta Félix Rodríguez centra brevemente las ilusiones.Y de repente apareció Cayetano Ordóñez, El Niño de la Palma. Su ascenso fue meteórico, debido en parte a un artículo del maestro Corrochano titulado Es de Ronda y se llama Cayetano. Feliz frase, que inmediatamente se hizo célebre en toda España: Ronda, cuna del toreo grave y señorial; Cayetano, que evoca al elegante diestro del siglo pasado Cayetano Sanz. Para la presentación del Niño de novillero en Madrid, el 28 de mayo de 1925, tal día como hoy hace exactamente 63 años, había una expectación enorme. No importa que sólo estuviera regular; tomó la alternativa de manos de Belmonte en Sevilla y la confirmó en Madrid con un triunfo clamoroso. Muy pronto los públicos de toda la piel de toro se enloquecían con el arte del rondeño.

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"El entusiasmo fue tal que no sólo se hablaba de un nuevo gran torero", observa Cossío, "sino más ambiciosamente de una nueva época del toreo". Rafael Alberti le dedicó versos, y en la primera novela del escritor norteamericano Ernest Hemingway hay un matador de toros inspirado en Cayetano.

¿Qué hacía Ordóñez para deleitar tanto a los aficionados? Según hemos podido averiguar, era un diestro muy completo que, a pesar de su corto aprendizaje, tenía una maravillosa intuición para entender los toros y dominarlos con la faena adecuada. Sobre esta base técnica se erigía su peculiar finura y gracia, sin los "retorcimientos y afectaciones de otros diestros", según Cossío. Ya lo creo. Algunas de las frases impresas para describirle son: fresca espontaneidad, naturalidad del mejor gusto, variedad rica y policromada, arte puro y estilizado, aliento personal gallardo e inequívoco, alegría honda, viveza austera, elegancia congénita, naturalidad jugosa e inagotable, milagrosa facilidad, gracia y perfección refinada. Palabras sueltas: sabroso, profundo, depurado, sensual. Casi ná.

Tardes decepcionantes

Al parecer, Cayetano prefería deleitarse leyendo estas crónicas en vez de arrimarse. En 1926 toreó 68 tardes, más que nadie, y si el balance fue excelente, también hubo veladas decepcionantes. Tuvo una seria desavenencia con la Prensa especializada al acusar a algunos revisteros de extorsionar a los toreros. En 1927 actuó 65 veces, pero en muchas ocasiones su abulia enfurecía a los taurófilos, y empezaba a faltar en algunas ferias importantes. Entonces, a mitad de 1928, cuando contaba tan sólo 24 años, se retiró. La afición, que seguía creyendo en él, se quedó atónita.

"La decisión más parecía adoptada por una mente poco equilibrada", sentenció el historiador Enrique Vila, para añadir que "en el orden privado, la vida de este torero no era modelo de regularidad". Un biógrafo anota "su progresiva tendencia a buscar la evasión de sus problemas en el fondo de una copa". Aunque reapareciera casi enseguida, ya no era el Cayetano de antes, y sus contratos bajaron notablemente. Engordó, se quedó calvo. Su amigo Hemingway, en Muerte en la tarde, le lanzó un ataque feroz. Otro amigo, Cossío, al resumir la carrera de Cayetano, criticó su "falta de afición" y "apática indiferencia" en ocasiones claves, las oportunidades desaprovechadas para rehacer su carrera y su vida.

Mas la historia de nuestro hombre no terminó aquí. Después de la guerra, sin que se sepa exactamente por qué, volvió a torear, ahora en plazas de menor importancia. Más tarde fue banderillero, y se retiró definitivamente en 1950. Muy pronto le iba a eclipsar Antonio -el mejor de sus cinco hijos toreros-, con quien las relaciones eran tirantes. Cayetano, sin dinero y esclavo del alcohol, vivía una vida azarosa. Murió en 1961. Pocos días antes, fue visitado por un amigo torero. El amigo cuenta que Cayetano respiraba con una máscara de oxígeno, que su mozo de espadas le quitaba para que diese caladas a un cigarro. Está enterrado en Madrid. Era de Ronda y se llamaba Cayetano.

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