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CITA EN MOSCÚ

Curso intensivo de sovietología para los Reagan

El presidente de Estados Unidos viajó ayer a Europa, "excitado" por su primera visita a la URSS

Francisco G. Basterra

El presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, que ayer inició su viaje al continente europeo con una primera escala en Heisinki, donde tenía previsto llegar a última hora, está "excitado" por su primera visita a la Unión Soviética, y su esposa, Nancy, ha aprendido algunas palabras de ruso y ha recibido lecciones de historia y cultura de la URSS para estar a tono con la profesoral Raisa Gorbachov. Unas películas realizadas por la CIA han presentado a los Reagan una visión de Moscú y del país.

ENVIADO ESPECIAL

Una decena de expertos en la URSS almorzó esta semana en la Casa Blanca para ofrecer al presidente una visión general del país, que sólo conoce por sus lecturas del Readers Digest, los informes diarios matutinos del espionaje norteamericano, el cine norteamericano y la experiencia que le dio -según suele explicar- su trato con comunistas cuando era negociador sindical en la industria cinematográfica de Hollywood.Pero Reagan se basará sobre todo en sus días en Moscú y en sus conversaciones con el máximo dirigente soviético, Mijail Gorbachov, en sus instintos y en su notable capacidad de entendimiento a nivel humano de personalidad con sus interlocutores. Por ejemplo, está convencido -desde su primer encuentro con el líder del Kremlin, en noviembre de 1985, en Ginebra- que Gorbachov cree en Dios. Cuenta que éste le dijo que sus abuelos escondían iconos tras grabados de Marx y Lenin. Gorbachov ha revelado que su madre le leía la Biblia en ocasiones. Y la utilización del ejemplo del milagro de los peces y los panes, citado por el mandatario soviético recientemente para explicar que sólo Jesucristo puede hacer milagros y éstos no pueden aplicarse a la difícil reforma de su país, ha acrecentado la idea de Reagan sobre la espiritualidad cristiana de su adversario pero sin embargo amigo.

En el caso de Nancy, la primera dama norteamericana trata de evitar el bochorno sufrido en Washington cuando la listilla Raisa sabía más que ella de la historia de la Casa Blanca. Ha leído libros sobre la Unión Soviética y ha consultado con el bibliotecario del Congreso, James Billington, un experto en historia soviéticas.

Está preocupada por cómo será comparada con Raisa. "Es suficientemente inteligente para saber que no puede ensombrecer a la señora Gorbachov, pero al menos quiere quedar a la misma altura", ha comentado Elaine Crispen, su ex secretaria de prensa. Nancy será el principal consejero de su marido. Algo que le faltó a Reagan en la cumbre de Reikiavik, adonde Nancy, mal aconsejada por los horóscopos de su amiga la astróloga Joan Quigley, de San Francisco, no acudió. Otros cuentan que fue Raisa quien, aguantando hasta el último momento, engañó a Nancy prometiendo que ella tampoco iría. Finalmente se presentó.

Nancy visitará una escuela en Moscú y pasará un día en Leningrado -ya le han explicado que ya no se llama San Petersburgo-, donde recorrerá el museo Hermitage. Los Reagan dormirán en camas separadas en la Casa Spaso, residencia del embajador norteamericano en Moscú. No han aceptado la amplia cama matrimonial que el representante diplomático, Jack Matlock, les ha ofrecido. Tampoco repetirán el número de la cumbre de Venecia de junio del pasado año, cuando se hicieron llevar desde Portugal a la ciudad de los canales una gran cama que habían utilizado en otros viajes europeos. Los soviéticos insistieron educadamente en que los Reagan se alojaran frente al palacio del Kremlin, como hizo Nixon en su viaje a la URSS en 1974, fecha de la última visita de un presidente norteamericano a Moscú. Para no molestar a los soviéticos, los norteamericanos ni siquiera quisieron visitar la residencia ofrecida en el Kremlin. "Pensamos que sería mejor estar en un lugar controlado, al menos teóricamente, por Estados Unidos".

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Habitacion especial

Sin embargo, los Reagan han sido advertidos de que sus conversaciones en el dormitorio de Moscú quizá puedan ser escuchadas. Para sus comunicaciones con sus asesores, el presidente dispondrá de una habitación especial de seguridad, la burbuja, en la embajada norteamericana, blindada electrónicamente a prueba de escuchas. También es seguro el enorme Cadillac presidencial, que ya está en Moscú, que cuenta con un elaborado sistema de comunicaciones que lo convierte en un coche único en el mundo.

La seguridad estadounidense confía en que no se repita lo ocurrido en 1972, cuando Leónidas Breznev secuestró a Nixon -en su primera visita a Moscú- llevándolo en su Zil hasta su dacha, ante la irritación del servicio secreto.

Los Reagan se llevan a Moscú a su primer mayordomo, un hispano, Alfredo Sáenz, un grupo de violinistas del Ejército y al quintento de jazz -la música preferida de Gorbachov- Dave Brubeck Quarter Plus One, que amenizará la cena en honor del líder soviético. Un cocinero norteamericano estará presente siempre que se cocine algo para Reagan. El vino, californiano, y la comida de la cena para los Gorbachov serán traídos de EE UU.

El séquito norteamericano se lleva a Moscú hasta cortinas de ducha alegando que no existen en los hoteles de la capital soviética, y en el caso de algunas mujeres con ideas paranoicas, para que no sean filmadas mientras se bañan por las cámaras del KGB. El baño de los Reagan en Spaso cuenta ya con cortinas de ducha.

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