Fareros en dique seco
Los técnicos españoles en señales marítimas se forman en Alcobendas
Más de 200 personas, la mayoría jóvenes, aspiran a conseguir una de las 20 plazas de fareros que el Ministerio de Obras Públicas precisa cubrir este año. Los que resulten elegidos en las pruebas selectivas se instruirán durante seis meses en el Centro Técnico de Señales Marítimas, situado en la localidad madrileña de Alcobendas, a más de 360 kilómetros de la costa más cercana. La tranquilidad de vivir junto al mar, en una residencia gratuita y lejos de las tensiones de la ciudad, es lo que más atrae a los aspirantes a cubrir una plaza de farero.
La última promoción salida de la localidad madrileña estuvo compuesta por 36 personas, ocho de las cuales son mujeres. Los ya funcionarios ejercen actualmente su actividad en alguno de los 200 faros que sirven de guía a los buques que recalan en nuestras costas.Tener conocimientos de electrónica y electricidad, así como poseer el título de bachiller superior o de segundo grado de formación profesional, son los requisitos exigidos a aquellas personas que quieran dedicarse a una profesión tan mítica como aparentemente olvidada por las nuevas generaciones.
José Hernando, jefe del centro y gran erudito de la historia de los faros españoles, considera que los dos centenares de hombres y mujeres que concurren a las pruebas constituyen una minoría en relación a la gran cantidad de aspirantes a otros puestos de la Administración. En el centro técnico de se fíales marítimas de Alcobendas se reparan la mayoría de los componentes de los faros que se estropean.
En los próximos años", comenta Hernando, "intentamos que los fareros esten lo suficientemente preparados como para poder solventar ellos mismos la mayoría de los problemas técnicos, salvo aquellos que por la previsible complejidad tecnológica exijan un material de reparación específico". El jefe del centro técnico considera, en lo que se refiere a la formación que "antes se exigían mayores conocimientos de la materia, por lo que se presentaban muy pocas personas, casi todas hijos de técnicos. Se consideró, por consiguiente, que era mejor pedir a los aspirantes unos conocimientos generales y luego instruirles, pero aun así creo que la demanda sigue siendo bastante escasa".
Carmina García, una ex ejecutiva de 28 años, es una de las personas que aspiran a ejercer en breve de torrero, como aún se conoce a estos profesionales. "Desde hace siete años", afirma, "tengo la idea metida en la cabeza porque me gustaría llevar una vida tranquila y trabajar en algo que me dejara tiempo, entre otras cosas, para tocar el piano, una de mis grandes pasiones".
"Poner un punto y aparte"
Paco, un joven de 24 años que no quiere dar su apellido, hallegado incluso a dejar colgada la carrera de Derecho en el cuarto curso para estudiar los temas de la oposición, aunque desde que acabó COU no ha hecho nada relacionado con la técnica. Sus motivaciones son similares a las de su compañera: "Poner un punto y aparte en la vida que llevo hasta ahora". De momento, se queja de las 12.500 pesetas mensuales que, además de las 20.000 de matrícula y libros, paga a una academia madrileña, la única en España dedicada a proporcionar preparación para esta oposición.
Durante la instrucción en el centro, cuya función fundamental es reparar los faros y otros artilugios de señales, los torreros neófitos están en contacto con la tecnología que habrán de utilizar seis meses después, desde los componentes de una estación omega -sistema de señales radioeléctricas del que sólo existen ocho instalaciones en el mundo y ninguna en España- al vetusto gas acetileno que aún hace funcionar algunos faros de nuestro litoral. Después se someterán a la última prueba y serán ya funcionarios con todas las de la ley.
Otras de las personas que cada año pretenden ingresar en el cuerpo de fareros, según datos de José Hernando, son licenciados en historia, química o medicina que buscan una solución al desempleo reinante en sus profesiones. El sueldo que perciben los técnicos en señales marítimas prácticas es de 70.000 pesetas mensuales. Una vez destinados, esta cantidad se eleva a 100.000.
Quien no busca una simple fuente de ingresos es Jesús Hernández, de 30 años, cuya afición le viene de una visita que realizó a un amigo, encargado del faro de Trafalgar. Jesús, desde entonces, desea encontrar "el medio idóneo para dedicarme a la vida contemplativa, que es lo que en realidad me gusta".
Muchas personas, incluso los propios aspirantes a realizar este trabajo en el futuro, todavía ven al farero como una especie de ermitaño solitario alejado del mundanal ruido. Hoy día, en la mayoría de los casos, esta soledad, sobre todo a raíz de. la explotación urbanística de las zonas costeras, no es tan radical como parece. Lo confirma el responsable del centro de Alcobendas. Por otro lado, en cada faro generalmente suelen estar destinados, al menos, dos técnicos mecánicos.
Vivir frente al mar
La disponibilidad de vivienda es casi inherente a la profesión, ya que la práctica totalidad de los faros, cuyas torres datan del siglo pasado, incluye la casa. "La vivienda suele ser de grandes dimensiones, con capacidad para que puedan residir sin apreturas al menos tres familias", puntualiza Hernando. "Además, no todos los ciudadanos pueden vivir frente al mar, con inmejorables vistas, rodeados de zonas ajardinadas y en muchos casos al lado de urbanizaciones de lujo".
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