"Me vi morir"
El capitán Neira relata la odisea del 'Barcelona'
"El crudo ardiendo genera un tipo de calor inmenso, increíble, y la nube de fuego tapa el cielo y prácticamente se vuelve de noche. Me vi morir, pero tenía ganas de vivir y pensaba en mi mujer y en mis hijos, y nada más". Pedro Neira Seijo, de 36 años, capitán del Barcelona, el petrolero español que fue atacado e incendiado el pasado sábado en la terminal iraní de la isla de Larak, en el estrecho de Ormuz, resumía así la odisea que él y su tripulación vivieron en el agua en llamas del golfo Pérsico, cuando en el aeropuerto de Amsterdam, muy lejos de la guerra, iniciaban la última etapa de su vuelta a España
.El Barcelona, según su capitán, sólo trabaja en el Golfo. "Repsol nos ordena siempre, para nuestra desgracia, cargar en el Pérsico y descargar en el golfo de Suez, en Ain Sukhna, donde se trasvasa el crudo por un oleoducto al Mediterráneo, y allí lo recogen otros barcos. Este viaje nos lleva nueve días. En condiciones normales cada 18 días estamos operativos para volver a cargar en el golfo Pérsico, lo que implica que hacemos al año un mínimo de 12 viajes.
El pasado 11 de mayo, Repsol Petróleo dió la orden al Barcelona de cargar en la terminal de Larak 900.000 barriles de crudo iranian light, y el resto, hasta completar el calado de trópico -máximo que puede cargar el barco- de iranian heavy, lo que suponía unas 234.000 toneladas de petroleo. El buque llegó a Ormuz a las 5.30 de la mañana del día 13 e, inmediatamente, se puso en contacto con el práctico, quien le indicó que atracara en la terminal 106. Éste es en realidad el barco más grande del mundo, el Seaw¡se Giant, de 565.000 toneladas de peso muerto, comprado por Irán y que permanece fijo en las proximidades de la isla de Larak como si fuera un depósito que recibe el crudo procedente de Jarq y otras zonas, para trasvasarlo a los petroleros.
El Barcelona atracó por su costado de estribor. Dos o tres horas después, lo hizo por babor el Argosy, de bandera chipriota, de los que vienen de la isla de Jarq y descargan el crudo en el buque pontón, aunque en este caso el Seawise Giant estaba a tope, y por eso el Argosy empezó a traspasar la carga directamente al Barcelona a través del Seaw¡se Giant, el mother ship o barco madre. "Todo transcurrió normalmente, como en cualquier carga", explica el capitán.
Al día siguiente, el sábado 14, hacia las 12.25, el primer oficial llamó al capitán desde el control de carga para decirle que el mother ship 106 le había informado que se declaraba la alerta roja, lo que significa que los radar iraníes habían detectado una salida de la aviación iraquí de sus bases. Esto, en parte desmiente la acusación de Irán de que Estados Unidos interfirió los radar en apoyo de Irak.
"Subí y le dije al primer oficial que preparara la bomba contra incendios y tuviera el cañón de agua de cubierta abierto. Luego avisé por los altavoces que estabamos en alerta roja y que nadie, bajo ningún concepto, saliera de la zona habitable donde vivimos. Cuando habían pasado unos 10 o 12 minutos, oímos un ruido de reactores muy fuerte y nos tiramos al suelo. Luego vino un silbido como de un proyectil y una inmensa explosión, causada por el misil que había hecho impacto en el Sea wise Giant".
Suena la alarma
El estallido, según el capitán, dio en el manifold (donde se conjugan las líneas de carga y donde ésta se distribuye) del Seaw¡se Giant y provocó en éste una cadena de explosiones. El jefe de máquinas se fue del puente, yo hize sonar la alarma de abandono y me puse en contacto con el primer oficial, diciéndole que había que abandonar el buque. Estaba ardiendo la práctica totalidad del mother ship y se estaban transmitiendo las llamas a nuestro barco. El primer oficial procedió a arriar el bote.
"Cuando salimos al exterior hubo una nueva serie de explosiones, tal vez un segundo ataque de la aviación iraquí. Entonces se produjo una explosión muy grande en la zona de popa del Seawise Giant que afectó a nuestra popa y a nuestros tanques de combustible. Bajamos corriendo hacia el bote salvavidas por la escala y ya nos quemaban los pasamanos. En el bote estaban el primer oficial, el bombero y otros dos oficiales. Tres personas lo estaban arriando y dentro habían otras 16 personas. Tan pronto como el bote llegó al mar le dije al primer oficial y al bombero que dejaran todo y que abandonaramos el buque. Fuimos corriendo a la escala que tenemos siempre preparada para emergencias en el costado de estribor. Bajaron los segundos oficiales corriendo, luego yo y el primer oficial y el bombero. Pero la escala estaba bloqueada por dos o tres personas que me dijeron que había uno que no quería saltar porque decía que no sabía nadar. Era el camarero que luego se ahogó".
"Yo les dije que saltaran inmediatamente y, al final, saltamos todos y empezamos a nadar para ir alejándonos del fuego. El camarero permaneció nadando cerca de nosotros, pero siempre diciendo que hiciéramos algo por él porque no sabía nadar. El bote salvavidas recogió a dos o tres personas y se alejó porque aquello era muy peligroso y además probablemente no nos estaba viendo al resto. Quedamos unas 20 personas en el agua. Por la popa a estribor y por la proa había una mancha de crudo ardiendo que se acercaba hacia nosotros. Por un lado, la fuerte corriente nos empujaba hacia ella, por otro, un viento no muy fuerte, pero que avivaba la mancha, la empujaba también hacia nosotros. Lo único que podíamos hacer era nadar y nadar para alejarnos. Fue en ese momento cuando se ahogó el camarero y desaparecieron los otros tres tripulantes. Yo creo que los absorbió la mancha de petróleo porque tampoco sabían nadar".
"Había que alejarse de las llamas que se cerraban más y más sobre nosostros, y podíamos sentír su calor. Estuvimos nadando entre una hora y cuarto y una hora y media, sin ver a nada ni nadie que se acercara a nosostros. La situación era tan desesperada que yo no creí que pudiéramos salir de allí. Además, es una zona de tiburones, muy peligrosa, y yo pensaba en ello todo el rato. Se han dado casos de gente que ha muerto devorada por los tiburones en esta zona. Llegó un momento en que ya no podíamos más. Las llamas se encontraban a menos de 20 metros. Entonces se vio a lo lejos un remolcador que venía abriendo una cortina de agua. Uno grande de los que realizan las labores de asistencia de la terminal. Eso nos levantó el ánimo y empezamos a nadar otra vez como desesperados.
El remolcador era el Scan Partner, y se paró a unos 60 o 70 metros, posiblemente por precaución, porque en aquellos momentos se estaban produciendo explosiones muy fuertes en los barcos, los tres estaban ardiendo totalmente y la cortina de fuego y de humo no dejaba ver nada.
"Les gritábamos que se acercaran, pero ellos no lo hacían porque las explosiones aumentaban. Entonces seguimos nadando y llegamos a unos 20 metros del remolcador, lo suficiente como para que empezaran a lanzar salvavidas atados a cuerdas
con los que nos fueron recogiendo. Poco después llegó otro remolcador y recogió a tres más. Quedaban dos personas en el agua, uno de ellos completamente extenuado. Desde el Scan Partner echaron una zodiac, pero se olvidaron de atarle un cabo. Un tripulante polaco se tiró al mar, la agarró y subieron a los dos últimos. Pude ponerme en contacto con el segundo oficial y, cuando echamos cuentas, vimos que nos faltaban cuatro tripulantes".
De nuevo al incendio
El capitán del remolcador, que era noruego, quería alejarse, pero recibió ordenes de intentar apagar el incendio. Los náufragos volvieron cerca de su barco, donde ya se habían congregado otros siete u ocho remolcadores y ayudaron a apagar el fuego. Cuando el incendio parecía parcialmente controlado, aunque luego se avivó otra vez, una lancha recogió a los españoles y los llevó al Independence, un petrolero transbordador iraní de bandera liberiana, pero con tripulación española. Allí fue donde, al ser examinado uno de los tripulantes que estaba herido, el capitán del Independence decidió que fuera evacuado a la localidad iraní de Bandar Abbas para ser reconocido por un medico.
Aún no había acabado la odisea. A medianoche, se declaró otra alarma roja en el área que duró una hora y media, aunque no se produjo un nuevo ataque de la aviación iraquí, y a las 3.15, cuando todos habían empezado a conciliar el sueño, el capitan del Independence, comunicó al del Barcelona que había recibido órdenes de la National Iranian Oil, de proceder a su operación de carga, pese a sus protestas.
Pedro Neira, el capitán del Barcelona, decidió a las 3.50 horas mandar un télex a su consignatario, Fletamentos Marítimos (Marflet), para que gestionara una lancha que les recogiera. También intervino la Embajada de España en los Emiratos Arabes Unidos que se encargó de preparar los salvoconductos, dado que casi todos habían perdido la documentación en el naufragio. Por fin, más de 30 horas después del primer ataque, a las seis de la tarde del día 15, una lancha de los Emiratos recogía a los españoles y a otros tripulantes de un barco indio también bombardeado.
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