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España en la ópera

'El Cid' es uno de los ejemplos de utilización musical de nuestra historia y costumbres

La relación de España con la ópera resulta no ya sorprendente, sino incluso milagrosa. Es habitual hablar de la excepcional cantera de voces existente en nuestro país y de los grandes nombres que desde aquel ya lejano Manuel García (1775-1832), creador de una escuela de canto vigente en nuestros días, ha aportado este país a la lírica: Gayarre, Lázaro, Fleta, Viñas, Malibrán, Colbrán, Barrientos, Capsir, Del Monte, De Hidalgo, Supervía, Gay, etcétera, por no citar a los cantantes actuales. Sin embargo, en otro orden de hechos, y aunque la producción operística propiamente española sea más bien reducida, ha prestado también una destacable contribución al mundo lírico en escenarios, temas y libretos.

El suelo hispánico, sus costumbres, su pueblo y su historia han vertido su influencia para atraer la inspiración de compositores de todo el mundo -Italia, Francia, Alemania... e incluso Rusia y Estados Unidos-, de modo que podrían distinguirse óperas con tema o escenario español y óperas con libreto inspirado en un texto español.La divertida historia de El barbero de Sevilla, tomada de la comedia de Beaumarchais (1778), llamó la atención de dos libretistas: Sterbini y Petrosellini. El primero de ellos colaboró con Rossini hasta nacer la conocida obra homónima, estrenada en Roma (1816) con la participación de Manuel García. Petrosellini trabajó con Paisiello en otra obra homónima dada a conocer en San Petersburgo (1782). Pero además, este mismo tema sirvió de base a obras menos conocidas de Elsperger (1783), Benda (1785), Schulz (1786), Isouard (1796), Morlacchi (1816), Dallargine (1868), Graffigna (1879), etcétera.

Varias óperas de Donizotti y Verdi basan también su acción en motivos españoles. De Donizetti, entre otras, tres obras: La favorita (1840), El duque de Alba y Doña Sancha de Castilla. En la primera de ellas, con texto francés de Váez y Scribe, la acción transcurre en 1340, y narra el desafortunado amor de Fernando, un joven novicio, por Leonora de Guzmán, querida de Alfonso XI de Castilla. El duque de Alba, con texto del mismo Scribe, fue estrenada en Bérgamo por la voz del legendario Gayarre. Doña Sancha de Castilla es en la actualidad totalmente desconocida, a pesar de los esfuerzos de la Caballé por llegar a representarla. A Verdi le atrajeron las reales figuras de Carlos 1 y Felipe II. En Ernani (1844) plantea una trágica historia de amor, celos y política con libreto de Piave, basado en el drama homónimo de Víctor Hugo. Del drama de Schiller sobre los amores del príncipe Carlos por su madrastra Isabel de Valois, esposa de Felipe II, y sus ambiciones políticas sobre Flandes nació Don Carlo (1867).

Spontini, Ravel, Massenet y Bizet quizá sean los más célebres entre los compositores franceses que tocaron temas españoles. El autor de Medea, muy aficionado a las historias grandilocuentes, compuso una obra sobre la conquista de México -Fernando Cortés (1840)-, basada en una tragedia de Piron, mientras qué Ravel relató un enredo amoroso en su breve La hora española (1911). Massenet debió de sentir una gran atracción por la literatura y la historia españolas, a juzgar por la amplia producción de ellas tomada: El Cid (1885), La Navarraise y Don Quijote. La figura de Rodrigo, Díaz de Vivar aparece también en obras menores de Sacchini (1762), Piccini (1763), Paisiello (1776), Farinelli (1797), Haendel (1808), Aiblinger (1821) y Cornelius (1865).

La ópera más Eamosa de esta serie es Carmen (1875), de Bizet, basada en la novela de Mérimée. De nuevo es Sevilla la ciudad elellda como lo fuera en Don Giovanni, El barbero..., Fidelio o La forza del destino, lo que demuestra una especial fuerza de la capital andaluza, reconocida expresamente en un filme. Como dato curioso, apuntemos que Bizet inurió en el transcurso de una representación de Carmen.

Aunque Alemania posea una literatura rica en leyendas proipias, sus compositores no escaparon tampoco al influjo español. Beethoven escogió un romántico tema de amor y lucha por la libertad con fondo sevillano para Fidelio (1805), su única ópera; Webber abordó motivos gitanos en su Preziosa; Schubert tendió un puente a España en su Alfonso y Estrella, y Mahler completó Los tres pintos, que dejara Webern sin concluir. Mención especial merece Mozart -Las bodas de Fígaro (1786) y Don Giovanni (1787)-, dándose la circunstancia de que en el estreno neoyorquino de la última participó la familia García en pleno: Manuel (padre e hijo), la señora García y la hija, María, positeriormente la Malibrán. La relación de otras óperas inspiradas en la obra de Tirso sería interminable, pues con los títulos de Don Juan o El convidado de piedra hay más de 25 partituras.

'Parsifal'

Por último, no puede olvidarse que Wagner sitúa su Parsifal (1882) dentro de la región catalana. La influencia alcanza también a Rusia y Estados Unidos. Prokofiev compuso Bodas en el monasterio, y Menotti, Juana la Loca, dos obras de escasa audición.

Más raras son las óperas cuyo libreto se halla directamente tomado de la literatura española, aunque sí exista un buen cúmulo de ellas con inspiración en los escritores clásicos, lo que normalmente no es conocido. El texto de la misma Semiramide (1823), de Rossini proviene en gran parte de la homónima de Voltaire y de La hija del aire, de Calderón.

Recientemente, hemos escuchado en el teatro Real de Madrid, en versión de concierto, una de las partituras más significativas con tema español: El Cid, con Plácido Domingo y Mara Tampieri. Hoy, también en el teatro Real, Edmon Colomer y la Sinfónica de Madrid interpretarán diversas páginas corales de óperas ambientadas en España: Ernani, Don Carlo, La fuerza del destino, El trovador, Carmen y Fidelio.

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