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Ronald Reagan, visto por sus 'leales'

El intérprete de un guión escrito por los demás

Francisco G. Basterra

Con amigos como Donald Regan, Larry Speakes, Michael Deaver o David Stockman, Ronald Reagan no necesita enemigos. La descripción que sus leales hacen del presidente más popular de este siglo en sus libros instantáneos, asegurando todos su devoción a este "gran hombre", completan un devastador cuadro de un jefe del Estado totalmente pasivo, incapaz de comprender los problemas y que abandona la Casa Blanca en manos de asesores que todos los días le presentan un guión.

"El más afable y pasivo de los presidentes se contenta con ejercer los poderes simbólicos de su cargo. Era rara una reunión en la que tomara una decisión o diera órdenes. El desconcertante sistema, en el que el presidente apenas hablaba cuando sus asesores proponían medidas que contradecían sus ideas y promesas, creaba incertidumbre", escribe el ex jefe del gabinete presidencial Donald Regan en su explosivo libro For the record. From Wall Street to Washington.El problema no es la anécdota sabrosa de Nancy Reagan actuando de "copresidenta en la sombra" a través de una astróloga de San Francisco, sino la extraña unanimidad en los judas del reaganismo en pintar a un presidente en las nubes.

Ronald Reagan, que hizo su primera película en Hollywood en 1937, se limita a cumplir el script sin replicar. Por esto disfruta con su papel de presidente -escribe Donald Regan en su polémico libro recién aparecido-, "sabe perfectamente lo que esperar a lo largo de todo el día. Veía su jornada como el guión de un rodaje".

"Cada momento de cada aparición pública estaba programada; cada palabra estaba en el guión; cada lugar donde Reagan tiene que situarse, marcado con tiza en el suelo. El presidente siempre estaba siendo preparado para una función", explica Regan. Deaver, ex jefe adjunto de gabinete, cuenta en su libro Behind the scenes que Reagan es "un hombre del gran panorama al que nunca le gustó meterse en los detalles".

Para los detalles estaba él, que antes de cada acto le preparaba así, como cuenta en un ejemplo Donald Regan: "Señor presidente, sale por la puerta y baja las escaleras. El podio está diez pasos a la derecha, y la audiencia estará en semicírculo, con las cámaras a la derecha. Cuando termine de hablar dé dos pasos para atrás, pero no deje el podio porque le van a entregar una colcha".

El Pentágono, en viñetas

"Larry Speakes, el jefe de prensa, le advertía que tuviera cuidado y esperara preguntas de los periodistas X o Y. Y Reagan, ríendose, respondía asintiendo: 'Vale, vale, gracias muchachos'. Deaver y luego yo [Donald Regan] le dábamos una palmada, y el presidente salía. La parte programada del acto siempre era perfecta".David Stockman, uno de los padres de las Reaganomies (las teorías económicas puestas en práctica por el presidente), en su obra El triunfo de la política. Por qué fracasó la revolución Reagan, describe al presidente como "sereno y pasivo". En las reuniones con él para programar la nueva era, Reagan "simplemente escuchaba, asentía y sonreía. Tenemos una gran tarea por delante, solía decir, pero nunca acababa la frase. No daba órdenes, no solicitaba información, no expresaba ninguna sensación de urgencia".

Stockman, que disparó hace más de dos años el torpedo más serio contra el reaganismo, también coincide con otros leales en la dificultad de hacer comprender al presidente temas complejos. Cuenta que en seguida los asesores de la Casa Blanca aprendieron a utilizar vídeos y gráficos muy simplificadores. En una ocasión, Caspar Weinberger le explicó al presidente un aumento del presupuesto del Pentágono con unos grandes comics que llevó a la Casa Blanca.

En la primera vifieta se veía a un soldado enano, que no llevaba ni siquiera un rifle. Era el presupuesto de Carter. Otro era un soldado con gafas con aspecto de Woody Allen, con un pequeño fusil. Era el presupuesto de Defensa defendido por Stockman. Y el tercero, un impresionante Rambo de 100 kilos, con casco, cargado de balas y apuntando su M-16. Era el presupuesto del Pentágono.

Larry Speakes, que ha admitido que inventó frases históricas que puso en boca del presidente para contrarrestar su pasividad frente a Mijail Gorbachov en la cumbre de Ginebra, en noviembre de 1985, ha escrito en su reciente libro Speaking out que preparar a Reagan para una conferencia de prensa era como reinventar la rueda".

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