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41º FESTIVAL DE CANNES

Los errores del año pasado provocan un giro en la programación del certamen cinematográfico

ENVIADO ESPECIALNo sólo se ha cambiado en el 41º Festival Internacional de Cine de Cannes la fachada, tal como presumíamos en la crónica de ayer. Han cambiado también algunas interioridades. Por ejemplo, es fácil observar un giro, no espectacular, pero sí muy comprometedor, en los criterios de selección de películas. Las abrumadoras concesiones del año pasado al reclamo de los grandes nombres y a la política de escaparate se han convertido este año en las mínimas indispensables.

Mientras tanto, el grueso de las secciones está ocupado por cineastas nuevos o casi desconocidos; por otros ya veteranos pero sin renombre internacional; y finalmente, por unos pocos de gran prestigio, pero ganado contra la corriente. De esta forma, parece evidente que los errores cometidos en la pasada edición gravitan positivamente sobre aspectos sustanciales de ésta. Hay un reconocimiento indirecto de aquellos errores en el elegante gesto de la organización del festival de conceder la presidencia del jurado al director italiano Ettore Scola, y un puesto en este jurado a la actriz soviética Elena Sofonova. Así, la organización de Cannes rectifica simbólicamente en 1988 el disparate cometido en 1987 al discriminar a los filmes La Familia y Ojos negros, de los que Scola y Sofonova fueron director y protagonista, respectivamente.Pero el cambio se percibe más allá de los gestos: en síntomas evidentes de un intento de recuperación de la credibilidad, en parte perdida el pasado año, por los organizadores del festival. No en vano se trata de gente curtida por muchos años de movinúento en las cúpulas del cine mundial y nadie puede negarles su conocimiento del delicado y movedizo terreno que pisan.

Dice Gilles Jacob, delegado general del festival: "pretendemos este año romper con el pasado, dar oportunidades a los nuevos realizadores, convertir al palacio del festival en el palacio del Descubrimiento". Y se embarca en una comprometida promesa: "si de ahí surge un nuevo Fellini, habremos ganado la apuesta".

Hay nombres unánimemente reconocidos entre estos convocados: los norteamericanos Clint Eastwood y Robert Reford; el belga Andre Delvaux y el español Carlos Saura. Otros resuenan, pero rodeados por la división de opiniones: el británico Peter Greenaway, el norteamericano Paul Schrader, el húngaro Istvan Szabo y la alemana Margarethe von Trotta.

Pero ¿quién ha oído nombrar al japonés Kiju. Yoshida, al polaco Krzysztof Kieslowski, al alemán Thomas Brasch, al chino Chan Kaige, al neozelandés Vincent Ward, al danés Bille August, al argentino Femando Solanas, al portugués Manuel de Oliveira y al español Vicente Aranda? Sólo en sus países de origen y en pequeños círculos cinéfilos internacionales.

Ni media palabra

¿Y quién sabe algo acerca de la francesa Claire Denis, del norteamericano Gary Sinise, y de los británicos Chris Menges y James Dearden? Nadie sabe de ellos ni media palabra, salvo la veintena de personas que trabajaron en sus respectivas primeras películas, que son las que compiten en busca de un lugar en el sol en esta cumbre del cine mundial.Aquí, los organizadores se las saben todas. El bajo espectáculo televisivo de modelos de alta costura que nos ofrecieron el año pasado, ha sido sustituido este año por un austero desfile de jóvenes actores y actrices, completamente desconocidos, encabezados por la francesa Francine Bonnaire, que fue la encargada anoche de abrir la sesión inaugural, en la que se proyectó el irregular filme francés Le grand bleu, de Luc Besson.

Detrás de la citada "teoría del Descubrimiento", formulada por Jacob, se esconde el consumado arte de saber rectificar a tiempo, que es patrimonio de los políticos prácticos y de los comerciantes fenicios. El año pasado, a Cannes se le subió el poder a la cabeza, y tropezó. Este año, en un alarde de talento comercial, pide perdón sin decirlo y ofrece públicamente una cura de humildad. Sólo queda esperar que el vacío inicial de este gesto se llene los próximos días de buen cine.

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