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41º FESTIVAL DE CANNES

La feria de la Costa Azul comienza con la intención de recuperar su antiguo estilo

En su pasada edición, dedicada a festejar su 40º aniversario, el festival de Cannes, que es la mayor concentración cinematográfica del mundo, sucumbió a la tentación del escaparatismo. Hizo todo tipo de concesiones a los residuos del caduco star-system. Convirtió la gran fiesta del cine en pasto para un enorme espectáculo televisivo. Este año, Cannes parece avanzar hacia su viejo estilo.

En la edición del pasado año, se llegó a afirmar airadamente en los cenáculos cinéfilos de La Croissette que los organizadores eran entreguistas, que habían abusado de la enorme capacidad de convocatoria del festival para ponerla al servicio de los intereses inmediatos del mercado, con un grave olvido: que Cannes ganó ésa su capacidad de convocatoria con el perdido impulso de busca de nuevos caminos para el cine. El festival quiere recuperar en la edición este año su viejo estilo.La primera medida tomada por la organización del festival para recuperarse de las duras críticas que provocó en algunos sectores intelectualmente influyentes de la profesión y de la crítica especializada ha sido prescindir casi por completo de la presencia, meramente ornamental, de estrellas que polaricen la atención informativa en detrimento de la de los filmes.

Presencias

Se anuncian escasas y muy justificadas grandes presencias, como las del actor y director norteamericano Clint Eastwood y la -todavía no confirmada- de su compatriota Robert Redford, pues ambos cineastas presentan en Cannes, el primero en la Sección Competitiva y el segundo fuera de ella, sus dos últimas realizaciones, todavía no estrenadas en los cines europeos: Bird y The Milagro beansfield war, respectivamente.

El resto del estrellato convocado está casi reducido a un pequeño y selecto capítulo de homenajes, en los que el puro cine predomina esta vez sobre el consumo de glamour, con lo que los ojos -sedientos de rostros de la prensa del corazón- de las cámaras de la televisión mundial instaladas en las puertas del bunker de La Croissette van a encontrar esta vez mucha menos materia para sus espectáculos, directos o diferidos, que la que les ofrecieron en bandeja el pasado año, hasta el punto de que dio entonces la impresión de que las proyecciones, médula del festival, se convirtieron en pretextos para los desfiles mundanos que les precedían en las escalinatas de la sala Lumière.

El festival de Cannes comienza esta noche -y se prolongará hasta el próximo día 23- con la presentación, fuera de concurso, de un filme francés del que no se conocen apenas detalles, pues parece haberse realizado rodeado de misterio. Se trata de la película Grand bleu, dirigido por Luc Besson, un filme-incógnita, pues ningún comentarista especializado parece haber tenido acceso a él, rompiéndose así el sistema habitual de los pases previos para la Prensa especializada, destinados más a generar publicidad indirecta que verdadera información cinematográfica.

Los grandes cineastas consagrados no abundan en ninguna de las grandes secciones del festival, y los de mayor renombre de la Sección Competitiva son, además del norteamericano Eastwood, el portugués Manuel de Oliveira, con Los caníbales; el español Carlos Saura, con El Dorado, y el belga André Delvaux, con su adaptación de la novela de Marguerite Yourcenar L'oeuvre au noir.

En dichas grandes secciones del festival (Oficial Competitiva, Oficial Fuera de Concurso, Quincena de los Realizadores y Una Cierta Mirada) predominan cineastas de escaso o nulo renombre internacional, y, según comentaristas que han tenido acceso a la cúpula de la organización, esta línea austera no es azarosa, sino premeditada.

Con ella se intenta poner de manifiesto que los organizadores de Cannes 88 han asumido la gravedad y hondura de la actual crisis de creatividad que padece el cine, y se proponen combatirla apoyando obras, estilos, nombres y movimientos de renovación, en lugar de dejarse llevar, como ocurrió en ediciones anteriores, por la fácil y acomodaticia producción de prestigio y relumbrón.

La gran feria cinematográfica de la Costa Azul comienza esta noche, y el Cine, con mayúscula, estará de enhorabuena si a lo largo de su desarrollo estas impresiones se confirman, pues ello supondría que el coloso de Cannes se ha embarcado por fin en el esfuerzo por mantener una llama sagrada -la recuperación por el cine de su extraviada pasión por la renovación de su lenguaje y de su condición de supremo arte de este siglo- que hoy por hoy está guardada por minorías insobornables, pero desprovistas de poder, dinero y plataformas de lanzamiento de sus obras, realizadas de espaldas a las cada vez más indiscriminadas -la mortal victoria de la cantidad sobre la calidad- demandas de un mercado audiovisual no selectivo, en el que todo cabe.

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