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RELIGIÓN

Juan Pablo II espera que la 'perestroika' mejore las relaciones Vaticano-URSS

Juan Arias

La promesa hecha por el líder soviético Mijail Gorbachov de que una "nueva ley sobre la libertad de conciencia reflejará los intereses de las organizaciones religiosas" no sólo ha alegrado a los 60 millones de ortodoxos rusos, sino que está siendo objeto de atento examen por parte del Vaticano. La fotografia de Gorbachov estrechando la mano al patriarca ortodoxo ruso Pimen crea una cierta santa envidia en Roma y una esperanza de que pronto pueda repetirse dicho gesto histórico con el papa Wojtyla, el primer pontífice eslavo de la Iglesia católica.De hecho, analizando las últimas actuaciones y discursos del papa Wojtyla se advierte que en los últimos 12 meses ha habido doce intervenciones vaticanas con los ojos puestos en Moscú. Del 22 de marzo al 19 de abril, el papa Wojtyla ha hablado cuatro veces de la Unión Soviética: dos discursos y dos documentos.

Pero ante las 12 intervenciones del papa sobre la Unión Soviética no ha habido ninguna respuesta de Moscú, sólo silencio.

Las hipótesis son muchas. Hay quien piensa que el problema no está en Gorbachov, sino en la Iglesia ortodoxa, que no se fía del papa polaco. Otros añaden que al nuevo curso de Gorbachov le interesan sobre todo los 60 millones de ortodoxos que tienen el corazón en Moscú, más que los ocho millones de católicos con los ojos puestos en Roma.

El Vaticano sabe muy bien que sus relaciones con Moscú se juegan en el diálogo con la Iglesia ortodoxa rusa, único puente para que los católicos entren en el juego de las nuevas libertades de la perestroika; de ahí la insistencia última de Juan Pablo II en el ecumenismo. De ahí el abierto documento a la Iglesia ortodoxa rusa con motivo del milenario del cristianismo de Rusia, en el que indirectamente se elogia la perestroika, y de ahí al mismo tiempo la poca importancia dada al mensaje enviado con el mismo motivo a los católicos de Ucrania, que ni siquiera fue presentado oficialmente en el Vaticano, como lo había sido, y con solemnidad, la carta apostólica a los ortodoxos.

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