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Liberales

Rosa Montero

Para servidora, que es anglófila, la sociedad británica ha sido como un espejo de civilización en que mirarse. Pero ahora los vientos de la Historia son nefastos, y la Thatcher, que galopa en el huracán de la reacción como una bruja en toda regla, está pudriendo el azogue y dejando el reflejo hecho una pena. Dos siglos de logros sociales destrozados en 10 años de mandato.La última tropelía es muy sutil. Thatcher ha presentado un proyecto de ley que prohíbe "promover la homosexualidad". El desarrollo de la ley es tan ambiguo que, de aprobarse, la homosexualidad se convertiría una vez más en una aberración maldita y subterránea. Las organizaciones gay podrían ser declaradas ¡legales; sus publicaciones, prohibidas. De las bibliotecas públicas desaparecerían todos aquellos textos que el celo censor considerara improcedentes. Y ya se sabe que no hay como establecer una capacidad censora para que el celo de los inquisidores se dispare. Así es que puede que retiren todas aquellas biografías de personajes ilustres cuya homosexualidad no sea abominada expresamente. De Marcel Proust, por ejemplo. De Virginia Woolf o Maynard Keynes. Y además hay un puñado de novelas sospechosas, como Alexis, de Yourcenar, o Muerte en Venecia, de Thomas Mann, que convendría calcinar en pira pública.

Resulta curioso comprobar cómo esos neoliberales tan frenéticos, que andan hoy en plena ofensiva en todo el mundo, son los más aventajados Torquemadas. Tienen la boca llena de la palabra libertad y se rasgan las vestiduras al menor intento de orden y control sobre el mercado. Pero se ve que para ellos la libertad no es más que una de las muchas y exquisitas propiedades del dinero. Porque no están dispuestos a aceptar el íntimo derecho a ser de las personas. No se trata tan sólo de la homosexualidad: el autoritarismo se extiende en el mundo en todos los terrenos, nos acosa, nos mordisquea la vida, nos limita. Dentro de, unos días se votará el proyecto de la Thatcher. Y todos perderemos algo si se aprueba.

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