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Tribuna:LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA
Tribuna
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Clavelitos de mi corazón

Cuando el último 25 de abril los portugueses se sentaron frente a sus televisores piara contemplar la celebración del Día de la Libertad en la Asamblea de la República, las pantallas estallaron en luz naranja. La tradicional decoración del Parlamento con claveles rojos, aquella flor que hace 14 años humanizó los fusiles, fue suniergida por una especie de jardín colgante en el que predominaba el tono naranja.No guardo rencor al naranja por el hecho de ser el color del partido en el Gobierno. Reconozco que es un color bonito, aunque sólo se acerca a lo sublime cuando el sol lo viste para ocultarse al final del día.

Pero la cuestión no es ésta, sino la tradicional exclusividad de los claveles rojos con que se celebraba lo que fue, factual e históricamente, la Revolución die Abril. Fueron claveles, las flores que las vendedoras ofrecieron a los soldados insurgentes en ramos de gratitud. Era una flor barata y popular que ellas tenían para vender. Dieron lo que tenían sin haber leído a Carlos Marx y sin citar a Mao Zedong. Si el poder adquisitivo de la época les hubiera permitido vender orquídeas blancas, se las habrían ofrecido. La revolución de los claveles habría sido entonces una revolución de las orquídeas, y con orquídeas debería conmemorarse hoy.

Las liturgias tienen significado porque precisamente ésa es su única razón de ser. La superposición de las flores naranja a los claveles históricos también lo tiene. En la euforia de su triunfo en las elecciones legislativas del 19 de julio del año pasado, el primer ministro, Anibal Cavaco Silva, perdiendo un tanto la noción de las proporciones, declaró que la importancia de esa fecha era comparable a la del 25 de abril. Entendió, pues, que una manifestación coyuntural de voluntad popular en democracia era históricamente tan significativa como la fundación del régimen democrático que la hizo posible (como todas las elecciones de los últimos 14 años).

Algunos tremendistas de la izquierda interpretaron aquella afirmación como si quisiera decir que si el 25 de abril de 1974 cambió el régimen, el 19 de julio de 1987 cambió otra vez. Se trata, evidentemente, de un disparate de los espíritus apocalípticos. Pero es hijo primogénito de aquel otro disparate megalómano en que la legítima satisfacción de un vencedor de ocasión derrapó más allá del arcén del buen sentido.

Todo el color naranja que la botánica sea capaz de hacer es bueno para que el partido del Gobierno celebre su 19 de julio. Pero en el 19 de julio, y no en el 25 de abril. En esta fecha, la flor es el clavel rojo, que además no tiene ideología porque, como el común de las plantas, es iletrado.

Los académicos soviéticos reescribían la historia de acuerdo con el poder del momento. Nosotros portugueses, con esta innovadora ceremonia, empezamos a intentar hacer lo mismo, pero todavía con mayor ambición: no sólo revocamos los hechos históricos, sino que subvertimos hasta el calendario gregoriano.

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Nuno Brederode Santos es columnista del semanario de Lisboa Expresso y dirigente del Partido Socialista portugués.

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