'Kamikazes, espontáneos y guerrilleros
"¡Qué kamikazer', exclamó alguien a mi lado en la Maestranza de Sevilla cuando un espontáneo, en camiseta blanca, dio un valiente y peligroso muletazo. Fue una expresión que me sorprendió en aquella época -la del Grobierno de Suárez-, porque la palabra japonesa todavía no se había naturalizado en España. No tanto, por lo menos, como hoy. Después de la corrida, la charla continuó, y con una copa de manzanilla en la mano me preguntó sobre el origen de la palabra kamikaze.Se trata de un tifón que azota la costa sur de Japón cada otoño, destruyendo cosechas, casas y muy a menudo seres humanos. Siempre ha sido una maldición imprevisible e incontrolable, como la de los gamberros que suelen asolar los campos de fútbol. Sin embargo, hasta un tifón se convierte de cuando en cuando en el viento de Dios (kamikaze).
Dicen que un emperador de Mongolia, teniendo en cuenta todos los detalles (900 naves de guerra, 30.000 soldados, etcétera), planeó muy bien la invasión de Japón, pero pasé por alto dos detalles: la guerrilla y el tifón. Los samuráis se debatieron uña con diente con el ejército invasor, de tal manera que, al retirarse en sus naves, fue aniquilado por un temporal implacable. Seis siglos después, otro emperador potentísimo, Napoleón, cometió el mismo error que el de Mongolia. Los guerrilleros españoles le rechazaron y las tormentas de nieve en Moscú diezmaron su ejército, echando por tierra todos sus planes de conquista perfectamente planificados.
Los espontáneos taurinos pueden ser igualmente una maldición grave para empresarios, apoderados y demás que organizan una corrida, casi en igual manera que los gamberros futbolísticos. Pero, para un espectador tan poco ortodoxo como yo, son los kamikazes auténticos los que de cuando en cuando convierten una fiesta tan perfectamente regulada, como es la fiesta nacional, en una fiesta abierta, caprichosa y popular. Ellos son gamberros fanáticos que representan un sentimiento colectivo. No son violentos anónimos como los del fútbol. Quieren ser partícipes directos en vez de meros espectadores. Traer a la arena de la Maestranza el aire fresco y nocturno de las marismas del Guadalquivir, donde suelen torear muchos toreros antes de hacerse ricos y famosos.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.