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La ley innombrable

Un presidente atado por la ley de Poderes de Guerra no podría actuar con la decisión que mostró Reagan el domingo por la noche. La indecisión de un comandante en jefe responsable de tropas estacionadas en zona de guerra es una invitación abierta para que unos hipotéticos agresores tienten su suerte.El pasado mes de octubre, el ataque de Reagan a una plataforma iraní, en venganza por el ataque de un misil iraní a un petrolero kuwaití de bandera estadounidense, apagó un poco los ardores iraníes de una batalla marítima, y sólo recientemente se ha decidido el ayatolá a asestar otro golpe.

La ley de Poderes de Guerra de 1973 otorgaba poderes especiales al Congreso. Establecía que el presidente debe informar al Congreso en un plazo de 48 horas antes del despliegue de fuerzas en hostilidades o situaciones donde "las circunstancias indiquen claramente un compromiso inminente en hostilidades". Si el Congreso no autoriza el despliegue en un plazo de 90 días, las tropas deben retirarse.

En cierto sentido, esto equivale a un veto del Congreso, lo cual es inconstitucional, según el Tribunal Supremo. Más aún, limita los poderes constitucionales del comandante en jefe.

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Supongamos que el presidente hubiera invocado la ley en octubre y que el Congreso no hubiera actuado. La nación más poderosa del mundo hubiera tenido que retirarse del golfo Pérsico, obligada por las disposiciones de una ley.

, 19 de abril

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