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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

De la realidad a la ficción

Al margen del crimen real que se ampara en ellas, ciudades como Chicago, Nueva York o Marsella ocupan un lugar en la mitología de la delincuencia gracias al cine. Al Capone, Lucky Luciano, Albert Anastasia y tantos otros encontraron en el rostro de James Cagney, Paul Muni, Humphrey Bogart o Edward G. Robinson su encarnadura popular. Barcelona , a finales de los cuarenta y hasta el principio de la década de los sesenta, proporcionó al cine español abundantes rostros de criminales y de honrados policías que los perseguían sin descanso. Conrado San Martín, José Suárez, Tomás Blanco, Luis Induni, Manuel Gas, Julián Mateos, fueron algunos de los héroes cinematográficos del crimen local.El Barrio Chino y los rincones portuarios de la ciudad se ganaron así un pequeño prestigio dentro de la crónica negra. Pero la perversidad de nuestros atracadores y la eficacia y probidad de los agentes del orden no traspasó fronteras, por lo que la realidad acabó por borrar el género, demasiado coaccionado por la censura. Ahora, de la mano del novelista Andreu Martín y del veterano Miquel Iglesias, un cineasta que conoció aquel período de plata, nos llega Barcelona connection, un bien tramado intento de reivindicar para la ciudad olímpica, y mes que mai, su capitalidad delictiva.

Barcelona connection

Director: Miquel Iglesias. Intérpretes: Sergi Mateu, Maribel Verdú, Pep Ferrer, Marina Oroza, Fernando Guillén, Claudia Gravi, Joaquín Kremel, Alfred Luechetti y Jordi Torras. Guión: Andrés Martín. Productor: J. A. Pérez Giner. Fotografía: Hans Bormann y Xavier Gil. Música: Juan Vives. Española, 1988. Estreno en Cine Luna 1.

Este filme cuenta que tras unos años de supervivencia avergonzada, con gánsteres de tres al cuarto, provincianos y folclóricos, por fin la mafia internacional ha decidido apoderarse de los bajos fondos para explotar los miles de millones que puede mover un tráfico de drogas organizado.

La narración está contada desde el lado de la ley, a través de las andanzas del inspector Huertas, que después de laboriosas pesquisas descubre que tiene muchos menos aliados de los que creía. Policías, jueces, políticos y ciudadanos de a pie están implicados en delitos que llevan aparejados asesinatos. Andreu Martín ha partido de la crónica de sucesos, desde la ejecución de Vacarizzi cuando estaba en la Modelo, hasta el affaire Bardellino. En la novela homónima el autor consigue ligar todos los datos, lo documental con la ficción, creando una, ciudad inquietante que tiene el sabor de lo auténtico, en la que la conspiración criminal gravita sobre la geografía barcelonesa de manera tan siniestra como aquella publicidad de Núñez y Navarro que mostraba unas manos ávidas planeando sobre el entramado urbano.

Pero esos méritos literarios encuentran una traslación cinematográfica en tono menor. En la película Barcelona connection hay demasiadas cosas que se dicen en vez de mostrarse; las secuencias de acción no resisten compararse a las del French connection, el obvio referente de este filme.

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