Marcha de la economía
LA REUNIÓN del comité interino del Fondo Monetario Internacional (FMI) terminó la pasada semana sin que se hayan registrado progresos sustanciales en la resolución de los problemas que tiene planteados la economía mundial.Los indicadores que se poseen- sobre la marcha de la economía mundial en los primeros meses de este año incitan a un prudente optimismo en la medida de que son algo mejores de lo que en principio se preveía. El crecimiento en los países desarrollados está siendo más fuerte (alrededor de medio punto), y no se ha producido en Estados Unidos la brusca caída de la demanda que algunos esperaban como consecuencia de la crisis de la bolsa en octubre del pasado año. Empiezan a oírse voces que afirman que la caída de la bolsa podría ser incluso benéfica en la medida en que reduzca moderadamente el consumo sin provocar una reducción brusca de la actividad económica. En cualquier caso, la perspectiva de las elecciones presidenciales de noviembre próximo aleja cualquier posibilidad de ajuste presupuestario drástico en Estados Unidos. Como en otro -país clave -la República Federal de Alemania- tampoco soplan vientos expansionistas, lo probable es que las cosas sigan más o menos como hasta ahora, es decir, con un crecimiento en los países desarrollados del orden del 3% y una inflación contenida en el entorno de esa misma cifra.
El problema principal consiste en saber si esta evolución en los países industrializados acelera la solución de los problemas que tiene planteados la economía mundial. La respuesta a esta pregunta no es fácil, ya que si, por una parte, se están produciendo progresos hacia la reducción de los desequilibrios más graves, por la otra es posible sostener la tesis de que el avance no es lo suficientemente rápido. Esto es cierto en el caso del déficit exterior norteamericano, como han venido a recordarlo las cifras del déficit de febrero, más importantes de lo que se preveía. En cuanto al déficit presupuestario, los repetidos anuncios de su próxima reducción no han impresionado a los analistas económicos.
Tampoco puede decirse que se haya progresado sustancialmente en la solución del problema de la deuda de los países en vías de desarrollo. Los bancos norteamericanos han comenzado aprovisionar estos préstamos, algo que hace tiempo que viene practicándose en Europa. En España, el banco emisor acaba de fijar el porcentaje de cobertura de esta deuda en un 50%, que es probablemente uno de los porcentajes más elevados de los países occidentales. A pesar de ello, esta cifra apenas llega al valor de los títulos en un mercado secundario caracterizado por su estrechez y su falta de transparencia. Los países en vías de desarrollo, en las reuniones previas a la del comité interino del FMI, han reclamado que se doblen las cuotas de los países miembros, con objeto de aumentar las ayudas a los países más endeudados. A ello se ha opuesto Estados Unidos, que prefiere que las ayudas se canalicen a través de un fondo especial y que su concesión se vea sometida a unas condiciones estrictas que garanticen el rigor de los procesos de ajuste. Esta actitud es rechazada por los países afectados, pues la mayoría piensa que ya han ido todo lo lejos que podían en el ajuste económico y que se encuentran al borde de lo que pueden resistir sus estructuras sociales. Los puntos de vista norteamericanos han prevalecido.
El otro asunto fundamental del que se ha hablado estos días es el relativo al funcioriamiento del sistema monetario internacional. La realidad es que nadie está satisfecho con el mismo, pero muy pocos avanzan ideas prácticas para su mejora.
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