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Darle más brillo a la plata

La Feria acaba de empezar en tono menor. Una estocada de José Antonio Campuzano y unos derechazos de Pepe Luis fueron los destellos de la corrida. Por ello -en día tan anodino- es buena ocasión para hacer una reflexión sobre la necesidad de que en la fiesta revaloricemos el papel de los subalternos, tanto los de a pie, como los de a caballo. Son numerosas las instituciones que convocan galardones para premiar la mejor actuación de estos toreros. Es muy importante que ellos se conciencien de que su labor no pasa desapercibida. Muchos críticos de toda España y muchos miembros de los jurados están pendientes de su actuación.En la Feria de 1986 hubo una magnífica emulación entre los banderilleros. Tanto con los palos como con el capote brillaron a altura poco usual. ¿Porqué no imbuirse de ese espíritu de noble competencia en la Feria que acaba de comenzar? Torear, siempre que sea posible a una mano, andarle a los toros por derecho, evitando al máximo los recortes, ahorrar, tanto capotazo para poner al toro en suerte en las banderillas. El buen banderillero debe dominar todos los terrenos. Los hombres de plata saben perfectamente lo que está bien y lo que está mal.

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El toro tumbado

Más dificil, pero más necesario, es cambiar la actitud de los picadores. Tienen que concienciarse de qué son toreros a caballo. Los matadores han de convencerse de que a los toros hay que probarlos, si es posible, de largo. La raya concéntrica es un límite, no una meta de salida. El domingo pasado vimos como se entusiasmaba el público con un toro que se arrancaba de largo. Los picadores deben moderar el castigo en cada encuentro. Así habrá más encuentros. La vara de detener sirve para detener a los toros, y proteger al caballo. No para clavarle la puya cuando el toro ya se ha matado contra el peto. Hay que picar en el morrillo, no en las costillas. Hay que recibirlos de frente, no de costado, y salvo que sean mansos, dejarle la salida expedita. En fin muchos de ellos también saben como se pica bien. Se dejan llevar por la rutina. Así ninguno destaca, y también entre los subalternos puede y debe haber figuras, y sus maestros, si son auténticos compañeros deben alegrarse de su triunfo, y favorecerlo.

Los hombres de plata y los del castoreño tienen mucho que aportar a la revalorización de nuestro hermoso espectáculo. A ver si de verdad empiezan hoy mismo en la Maestranza

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