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DOS ESCRITORES DE LOS CINCUENTA

Que siga el cuento

Andrés Fernández Rubio

Carmen Martín Gaite, de 62 años "como 62 soles", sigue pensando que "mientras dure la vida que no pare el cuento". Aparte de estar encantada con que le hayan concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, y también de compartirlo con José Ángel Valente, a quien admira, tuvo ayer una emoción suplementaria, que fue el hecho de que Rafael Lapesa, presidente del jurado, le comunicase la concesión. Y es que Carmen Martín Gaite, cuando era una tierna adolescente salmantina con aspiraciones literarias, tuvo la suerte de contar con Lapesa (quien actualmente dirige la Real Academia Española) como profesor en el instituto.Lapesa y el ya fallecido Salvador Fernández Ramírez leían los ejercicios de la joven Martín Gaite "y me jaleaban". "Todo lo que he hecho en mi vida está dedicado a él como imagen de pedagogo ejemplar. Yo le debo todo a los buenos profesores que tuve; tengo genes universitarios".

Más información
Carmen Martín Gaite y Jose Ángel Valente, premio Príncipe de Asturias de las Letras
Mujer y realismo

Da la casualidad de que este ilustre profesor ya estuvo en el jurado que concedió el premio extraordinario a la tesis doctoral de la escritora, en 1972. El tema eran los usos amorosos del siglo XVIII en España, ensayo que el historiador Jover ha señalado como lectura inexcusable para conocer los usos sociales de la época. Estos elogios le resultan a Carmen Martín Gaite un poco excesivos, pudor que casi extraña en alguien con una carrera literaria que cuenta con más de 20 obras, entre ellas novelas como Entre visillos o El cuarto de atrás.

Pantalón de pana

Las costumbres sociales volvieron a su trabajo con Usos amorosos de la posguerra española, por la que recibió el Premio Anagrama de Ensayo 1987. "Yo como personaje no aparezco en estas obras de ensayo", dice; "me limito a comentar los textos, aunque, eso sí, utilizando a veces la ironía". El libro refleja el ambiente de su aprendizaje sentimental, algo que ha tratado íntimamente, no como simple analista, en varias de sus novelas. Martín Gaite es optimista al hacer balance de las mujeres de su generación, que lo tuvieron todo bastante a trasmano. "Hemos dado mejor resultado que un pantalón de pana", dice.

El cuento al que se refiere la escritora como algo que no debe parar es en su caso la vocación literaria. "Hace poco me sentí muy emocionada escuchando a Rosa Chacel. Dijo lo que a mí me parece una lección: Tendré exigencias mientras tenga aliento". Martín Gaite piensa que la escritura es la pasión dominante en ella. Lo considera un vicio "de los que menos daño hacen y de los que más consuelan". Ahora acaba de terminar una versión de El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina. De lo que está escribiendo, "mejor no hablar".

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