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La rebelión de las damas

A la sombra del petróleo se está gestando en Noruega el 'Estado del cuidado

Andrés Ortega

El hecho más notario de la Noruega de hoy es la presencia de las mujeres por doquier. No es que antes no existieran, sino que ahora se las ve por todas partes, en todo tipo de trabajos, en los pasillos de la Administración, en los taxis, en la Universidad. Es la rebelión de las damas. Ante esta situación, en un país con algo más de cuatro millones de habitantes, el Estado del bienestar, alimentado por los fondos provinientes del petróleo del mar del Norte, puede verse forzado a dar un paso más y pasar a ser el Estado del cuidado.

"Frente a la falta de tiempo para mantener las relaciones familiares, las expectativas se dirigen al Estado, al que corresponde ocuparse de los niños, los ancianos y los que caen fuera de la esfera productiva", se halla el politólogo noruego Jonas Store. Es uno de los 13 integrantes del estadio multidisciplinario que, bajo el título Escenario 2000, ha analizado tres posibles evoluciones de la sociedad no ruega y que ha dado mucho que hablar en Noruega. No es que estas posibilidades se excluyan entre sí, sino que en cierto modo responden a diversos enfoques.

El primer escenario -el Estado del cuidado- se deriva de un auge en los ingresos del petróleo y del hecho de que el cambio más significativo de la sociedad noruega desde 1970 ha sido la entrada masiva de las mujeres en el mercado de trabajo, hoy reflejado en la presencia, de una primera ministra y otras siete mujeres en el Gobierno.

Pero este cambio crea una vacío en el sector del cuidado, tradicicinalmente vinculado a la familia, y, antes, a la mujer. ¿Quién cuidará de los niños pequeños, de los ancianos, de la casa? Frente a la falta de tiempo en los hogares, las míradas se dirigen hacia el Estado y sus importantes ingresos derivados de la producción petrolera (lo que no ocurre en otros Estados europeos). El Estado noruego no puede negarse a ocuparse del cuidado de esas personas. "Si hay dinero y hay necesidad no se puede evitar la canalización de fondos para esto", señala Store.

Los problemas cotidianos

En el año 2000, el gasto público supondrá el 60% del producto nacional bruto, con un presupuesto social en expansión. La vida política, cada vez más ocupada por mujeres (un 35% en 1987, más de un 50% en el año 2000), se concentra cada vez más sobre los problemas de la vida cotidiana. Si recientemente las mujeres copaban ya el 45% de los puestos del sector público, en el año 2000 coparán un 70%, indica Store. Es el Estado matriarcal o la matriarquía al Estado.La entrada masiva de la mujer en el mercado de trabajo cambia el sistema productivo en un mundo hecho para los hombres y por los hombres. Las mujeres, en el año 2000, serán mayoría en los colegios y en las universidades.

Más de un 50% de los estudiantes de Derecho son en la actualidad mujeres, que copan ya profesiones como la de farmacéutica. La empresa que quiere buscar a los más competentes debe tomar eso en cuenta y buscar entre las estudiantes.

Servicios sociales

Claro que el sector de los servicios sociales está, en este escenario, ampliamente dominado por las mujeres (un 88% de los puestos de cuidado social, un 65% de la sanidad y un 80% de los puestos en educación).Por lo que se podría decir en parte que cumplen la misma misión que antes de la revolución femenina en Noruega, aunque esta vez de forma profesional, reconocida y remunerada.

Pero Noruega se polariza entre una cultura del cuidado, por una parte, y la cultura de la competencia económica en una economía global que Noruega no puede evitar. Y en este Estado del cuidado se crea una sociedad fría y quizá desmotivada.

Otro escenario posible es el de la renovación. El Estado no se convierte en cuidador, sino en impulsor del desarrollo económico. Se llega así a un auténtico capitalismo de Estado, al disponer éste del dinero del petróleo.

Pero en vez de en servicios sociales, el Estado canaliza estos fondos en inversiones productivas. Si los Estados europeos son en general deudores respecto a sus ciudadanos, en el caso noruego es lo contrario: son los ciudadanos los que toman prestado del Estado.

El Estado fomenta en este escenario una nueva competitividad, a la que se llega por medio de una mayor flexibilidad social. Pero el Estado ha de salvaguadar también lo que el estudio llama la "libertad de ser desiguales": si alguien tiene éxito no hay que frenarle; por el contrario, hay que impulsar a los que vienen detrás.

El papel de las mujeres no desaparece, pero en vez del Estado cuidador, lo que aparecen son empresas cuidadoras, con guarderías a las que la mujer lleva sus hijos pequeños. Así, si antes era habitual que el hombre se llevara trabajo a casa, ahora son las mujeres las que se llevan la casa al trabajo, dotado éste de un horario flexible.

El estudio no pasa por alto un tercer escenario: el de la decadencia, provocada por una caída en los ingresos del petróleo y la incapacidad de aumentar la competitividad de la industria noruega. No es una imposibilidad, y podría dar al traste con los cuatro fundamentos del modelo noruego: el pleno empleo, el equilibrio regional, la igualdad social y el equilibrio económico exterior.

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