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Tribuna:EL COMPOSITOR LEONARDO BALADA
Tribuna
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La ópera como recorrido por la historia

Guernica, Ponce de León, Martín Lutero King, Santa Teresa, María Sabina, Torquemada, Zapata y Cristóbal Colón: he aquí el itinerario musical y dramático que explica la personalidad del compositor barcelonés Leonardo Balada. Nacido en 1933, se distingue de sus coetáneos por su aventura vital y artística."Marché a Estados Unidos en 1956, cuando otros seguían la ruta de París o peregrinaban a Darmstadt, y allí sigo. No es fácil improvisar segundas y terceras vidas profesionales, pero de todos modos nunca me consideré americanizado, aunque procurase aprender cuanto pudiera en el medio elegido para mi existencia. Estudié con el recientemente fallecido Vincent Persichetti, con Norman DelloJoio, Aaron Copland, Igor Markevitch y Alexander Tansmann, quienes me enseñaron muchas cosas y, sobre todas, una: estar enterado de cuanto sucede en la música de mi tiempo sin sentirme obligado a filiaciones que, con frecuencia, se convierten en verdadero sectarismo".

Otra vía importante para la formación de Balada: la enseñanza en importantes centros estadounidenses, una vez que estuvo graduado por la célebre Juilliard School. Desde 1970 -el año del ruidoso estreno en Madrid de Maria Sabina sobre texto de Cela- es catedrático en la Carnegie-Mellon University de Pistburg. "De todos modos, siempre mantuve el contacto profesional y personal con España. Ni me sentí ni me siento desarraigado. Todo lo contrario: aunque sea muy catalán por mentalidad, mi personalidad es ampliamente ibérica o, si se prefiere, mediterránea Desde la lejanía redescubrí España, su música popular".LLamada del teatro

La llamada del teatro, sugerida fuertemente desde la plasticidad de Guernica, desde las secuencias dramáticas de Lutero King, y con mucha, más precisión en la María Sabina de Cela, desembocaron en el cultivo directa de la ópera. Para la de San Diego escribió Leonardo Balada Zapata. Unas imágenes sinfónicas, que no son sino compensación de toda la ópera, fue estrenada hace días por Jesús López Cobos al frente de la Orquesta Nacional en medio de un éxito sin fisuras.

Por encargo del Gobierno español, y para las conmemoraciones centenarias del Descubrimiento, ultimó Balada su ópera Cristóbal Colón, que se habría representado ya en el Liceo de no mediar la enfermedad del tenor José Carreras. Si en Zapata parte Balada de la ambientación, incluidas alusiones popularistas, para penetrar en la significación de los personajes y su hazaña, en Cristóbal Colón, sobre libro de Antonio Gala, intesifica el conflicto dramático de los descubridores. No se trata, pues, de una glorificación, sino de una investigación psicológica. "Trabajé bien con Antonio Gala o, al menos, como creo que deben hacerlo un autor dramático y otro musical: sumando y acordando sus ideas y puntos de vista sobre el argumento a desarrollar. Comienza en Palos, con la salida de las naves, y termina en las Indias, y el desarrollo se verifica a través de un juego constante de flash-back. El pasado son los recuerdos: la reina, los amores de Beatriz, las evocaciones del coprotagonista Pinzón; el presente, las carabelas sobre el océano, la tensión provocada por la incertidumbre, en un crescendo dramático casi soportable que hace crisis con el luminoso grito: '¡Tierrra.!".

En Cristóbal Colón se canta aunque no sea en estilo tradicional. Pero Balada ve inviable una ópera sin "vocalidad", como la entendería muy pobre sin una orquesta tan activa, rica y multicolor como la por él empleada. Balada es un fuerte estructurador teatral y un plástico imaginativo. El teatro musical debe hoy forzar, sin destruirlas, las instituciones heredadas y establecer la imprescindible comunicación con el público actual.

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