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Tribuna:SOBRE UNA POSTURA NACIONALISTA
Tribuna
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La ideología del 'sucursalismo' en Cataluña

Ya estamos, pues, otra vez con el tema del llamado "sucursalismo", últimamente un poco apagado, pero que se reaviva en Cataluña cada vez que se aproximan elecciones. El asunto llega a aburrir de tan reiterado, pero sería un error no percibir que detrás de esa ideología del "sucursalismo" se ocultan problemas políticos muy senos.La idea de fondo de esta ideología es la constante contraposición entre dos realidades que tienen entre sí el mismo antagonismo que el bien y el mal: "Cataluña" y "el exterior", simbolizado por el nombre genérico de "Madrid". Esta contraposición se explica porque "Cataluña" es una comunidad asediada, y como tal debe permanecer unida y no permitir fisuras internas, porque cada fisura es una concesión al adversario y cualquier vínculo con el exterior es un vínculo con el enemigo sitiador. Por eso la auténtica Cataluña no puede ser gobernada por los que mantienen estos vínculos.

Esta base es muy elemental, pero tiene un fundamento cierto en la historia contemporánea, cuando la monarquía de la Restauración, primero, y las dos dictaduras militares, después, persiguieron todos los signos de la identidad catalana. La falacia de la ideología del "sucursalismo" consiste en mantener que todo sigue igual, que nada ha cambiado, que la persecución continúa como antes y que, por consiguíente, todo vínculo con un proyecto político de alcance español subordina a Cataluña y la pone a merced del enemigo exterior. Con ello se crea una línea divisoria artificial que difumina y confunde todas las líneas divisonas reales y hace muy diricil plantear los auténticos problemas políticos de Cataluña. Así, por ejemplo, en las elecciones generales han ganado siempre los socialistas, y en las municipales un 70%, aproximadamente, de la población catalana elige ayuntamientos de izquierda, porque en ambos tipos de elecciones se discute de cosas concretas y no es posible contraponer dos opciones abstractas como "Cataluña" y "el exterior". Pero cuando se trata de elecciones autonómicas se llevan las cosas al terreno de la ideología, y no tanto de la política concreta, y se hace todo lo posible para llegar a esta contraposición radical y excluyente entre dos esencias intemporales, entre "los de casa" y "los de fuera".

Esta línea divisoria artificial tiene grandes ventajas para los que la propugnan. La primera es que permite a los gobernantes nacionalistas eludir toda responsabilidad de gobierno y sustituir la obra de gobierno propiamente dicha por la mera propaganda. El actual Gobierno de la Generalitat debe ser, en este sentido, el más irresponsable del mundo: no se le puede exigir ninguna responsabilidad por lo que hace o lo que deja de hacer, pues siempre está en condiciones de traspasar la responsabilidad de todo al adversario exterior. Lo que va mal es culpa de ese adversario; lo que va bien es a pesar de él. Y así sucesivamente.

La ideología del "sucursalismo" permite también eludir cualquier intento de discusión sobre la sociedad catalana y sus relaciones con el resto de la sociedad española. Para poner un ejemplo personal y muy a ras de tierra, estoy seguro de que ante un artículo como el presente, la respuesta de los cultivadores de ese nacionalismo va a ser que aunque yo pretendo ser independiente estoy descalificado para opinar, porque me presento a las elecciones al Parlamento de Cataluña en la lista del Partit dels Socialistes de Catalunya y, por consiguiente, soy sucursalista. Punto.

Pero el problema de fondo es que la referencia constante al sucursalismo permite ocultar el punto más débil, el talón de Aquiles de este nacionalismo, es decir, la falta absoluta de un proyecto político. Todas las fuerzas políticas serias de Cataluña, todas las fuerzas- sindicales y todas las fuerzas económicas saben que ninguno de los problemas esenciales de la sociedad catalana se puede solventar sólo desde Cataluña, que la lucha por la solución de estos problemas requiere un ámbito más amplio, el ámbito español desde luego, pero también el europeo, como mínimo. Por eso el problema político esencial es saber cómo conjugar la afirmación de Cataluña como comunidad nacional con la presencia de Cataluña en un terreno político más amplio. Para las fuerzas de izquierda ese ámbito es el Estado de las Autonomías. Para el nacionalismo, no se sabe, ni hay forma de saberlo.

Por un lado, este nacionalismo afirma, por boca de sus máximos dirigentes, que Cataluña es tan cerrada en sí misma que no puede ser dirigida por nadie que tenga vínculos políticos con los "de fuera", entendiendo por "fuera" el resto de España; por otro lado, estos mismos dirigentes intentan crear un Partido Reformista para gobernar ese exterior al que niegan toda legítimidad.

De hecho, la lógica profunda de la oposición al exterior y de la denuncia del sucursalismo sería la reivindicación de la independencia, pero eso no lo propugnan estos dirigentes nacionalistas, porque saben perfectamente que la independencia de Cataluña no sólo es inviable, sino que constituiría una, auténtica catástrofe, y porque lo que en el fondo desean es gobernar en España a partir de la plataforma de Cataluña. Por consiguiente, ni tienen un proyecto político exclusivo para Cataluña, ni un proyecto de Estado en el que Cataluña desempeñe un papel determinado.

Sabiendo como saben que éste es su punto más débil, los dirigentes nacionalistas intentan encubrirlo por otras vías como, por ejemplo, la de la llamada "Europa de las regiones". Es posible y hasta deseable que la futura Europa unida se estructure a través de grandes regiones econón-úcas y culturales. Pero lo cierto es que la Europa unida del futuro se está construyendo hoy a través de, acuerdos entre Estados y que no será posible influir en la configuración futura de las regiones que, por otro lado, dificilmente coincidirán con las actuales nacionafidades y regiones de nuestro país- si no se interviene activamente en la dirección del Estado y de su política europea. La posible "Europa de las región puede ser hoy un complemento de la construcción de la CE, pero no una alternativa contrapuesta a ella.

Sociedad plural

Resulta imposible saber qué modelo político general defiende este nacionalismo, si propugna la independencia o no, si está o no de acuerdo con el sistema de las autonomías, si desea ampliar sus propias facultades autonómicas junto con las demás comunidades autónomas o al margen de ellas, si quiere fortalecer el papel del Estado español en la CE o debilitarlo en nombre de la llamada "Europa de las regiones". Por eso la ideología del "sucursalismo" no es más que una forma de disimular la carencia absoluta de proyecto y una forma de dividir artificialmente a la sociedad catalana para mantener su hegemonía en ella, en nombre de unos intereses de grupo que son, sin duda, legítimamente catalanes, pero no más legítimos ni mejores que los demás en una sociedad plural como la catalana.

Esto es, a mi entender, lo que hay detrás de la ideología del pretendido sucursalismo. Pero también hay algo más. Porque no deja de ser chusco que las acusaciones de sucursalismo provengan de algunas de las personas que más han contribuido a hacer de Cataluña una inmensa sucursal bancaria y que bajo su propia batuta acabaron convirtiendo a Banca Catalana en mera sucursal de entidades financieras dirigidas desdefuera de Cataluña, no sin antes aceptar que el Gobierno central cubriese el agujero que ellos habían dejado con centenares de miles de millones de pesetas salidos de los bolsillos de todos los ciudadanos de Cataluña y del resto de España. Puestos a hablar de sucursalismo, éste sí que es sucursalismo de verdad, y no mera retórica electoral.

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