Una de películas
El título que mejor cuadraría a una película que contase lo sucedido ayer en Las Ventas sería: Tarde de silencios. Tan cinematográfico nombre juega a la perfección con el de la ganadería que se lidió, El Álamo. Con ese nombre triunfó hace tiempo un gran filme del género western. Alcanzar el éxito taurino con los novillos de El Álamo también lleva título de película: Misión imposible.Lo que salió por chiqueros eran búfalos más válidos para películas de rodeo que para la lidia. Aunque para lo que más servían es para carne de matadero. Así lo entendieron los picadores enseguida. Y pues carne de matadero eran, ellos ejercieron su frustrado oficio de carniceros, bajo la ley universal de que lo es toro. Vaya en su descargo que los percherones jamelgos desde donde disparan indiscriminadamente iban sin manguitos, a lo que no deben estar acostumbrados.
El Álamo / Fernández, Ortega, Molina
Novillos de El Álamo, bien presentados, flojos y mansos. Fernández Meca: aviso y silencio, silencio. Celso Ortega: silencio, silencio. Manolo Molina: silencio, aviso y palmas.Plaza de las Ventas, 20 de marzo.
Al público lo envolvía un dulce sopor primaveral, ya que se anunciaba festejo taurino y no una de películas. Sólo despertó de la apacible siesta durante las lidias del quinto y sexto búfalos. Al quinto se lo pasaban los hulanos cual pelota de tenis. El animal fue el más bronco y áspero de todos y se enseñoreó del ruedo, donde hubo en un momento 11 hombres -¿por qué no echaron un partidito de fútbol?- intentando dominarlo a base de chicotazos y mantacinas. Después Ortega se pasó a otro deporte, la maratón. Hubo de recorrer casi esta distancia tras el animal, que barbeaba huyendo. En su primer enemigo mostró dominio y agallas, al igual que hizo Fernández Meca, también inédito.
Molina se traía aprendida la película de su ídolo y paisano Manzanares: la estética en el bellísimo vestido y en sus intentos de toreo, pero con la suerte descargada y citando en oblícuo al pitón contrario. La aplicó levemente en el tercero. Rectificó en el que cerró plaza, al que dio la única verónica destacable de la novillada-rodeo. Con la pañosa volvió a sacar al cotarro del sopor, al aprovechar sus escasas embestidas dibujando varios enjundiosos pases, ya sin ventajismo alguno. Los tres espadas merecen una oportunidad, pero no como actores, sino como toreros.
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