EE UU propicia la división del Ejercito panameño
Estados Unidos se negó a comentar ayer los confusos rumores de golpe militar en Panamá, pero la estrategia norteamericana para derrocar al general Manuel Antonio Noriega pasa por dividir al Ejército de ese país y propiciar una insurrección de oficiales, si la presión económica no es suficiente. El secretario de Estado, George Shultz, y su adjunto Elliot Abrams, el hombre que está moviendo, los hilos de la conspiración panameña, han llamado abiertamente, en el Congreso, a la rebelión de las Fuerzas de defensa panameñas contra su general.
El portavoz de la Casa Blanca, Marlin Fitzwater, no quiso responder ayer a una pregunta sobre la eventual implicación norteamericana en los movimientos militares del miércoles en Panamá. Washington asiste contento a una situación que se pudre por días, y aquí se considera que está muy próxima la salida de Noriega, y que ya tiene el mensaje de que no será perseguido en el exilio por los tribunales estadounidenses.El speaker (presidente) de la Cámara de Representantes, el demócrata Jim Wright, se ha declarado convencido de que el hombre fuerte panameño aceptará la oferta de asilo de España y que Washington no pedirá su extradición.
Ronald Reagan ha prometido a los militares panameños que, una vez "restaurada la democracia civil", el Ejército tendrá un puesto "digno" en la vida del país, calmando los temores a una purga generalizada tras la salida de Noriega. La ayuda militar norteamericana y la colaboración del Pentágono, ahora suspendidas, serían reanudadas inmediatamente. Hasta ahora la estrategia de Washington no había tenido efecto y la oficialidad había cerrado filas en torno a Noriega, tras el fallido intento del presidente Eric Delvalle por destituirle.
Pero en los últimos días, los servicios de espionaje estadounidenses habían detectado signos de cambio. EL PAÍS ha podido saber, en fuentes de la oposición panameña, que el exiliado coronel Roberto Díaz Herrera, ex jefe de la inteligencia panameña, había contactado desde Venezuela con algunos cuarteles y mandos que hasta ahora no se le ponían al teléfono.
La estrategia norteamericana de desestabilización del régimen de Noriega pasa, en primer lugar, por lograr su asfixia económica provocando una crisis de liquidez. Esto, gracias a la congelación de las cuentas de Panamá en los bancos norteamericanos, y la supensión de los pagos de Estados Unidos por el uso del Canal, ya se ha logrado. Al mismo tiempo, Washington ha presionado a Japón y a la República Federal de Alemania para que no abran ninguna línea de crédito a Noriega quien, según fuentes del espionaje, ha pedido ayuda económica a la República Democrática Alemana, Libia y Bulgaria.
Descontento popular
El segundo objetivo es conseguir que el descontento popular provocado por la ausencia de dólares estimule una insurrección popular contra el general. Y esto, en parte, también se ha conseguido, ya que los panameños no han dirigido su descontento contra el poderoso vecino yanqui. La presión económica ha acabado con el apoyo del funcionariado hacia Noriega, y son crecientes las voces que piden una intervención norteamericana aún más enérgica. Los 10.000 efectivos estadounidenses en las riberas del Canal, el Comando Sur, han sido colocadas en un estado limitado de alerta, pero el Departamento de Defensa no teme ninguna acción efectiva panameña contra el Canal por parte de los efectivos militares locales.Noticias sin confirmar aseguraban anoche que se están manteniendo negociaciones para el exilio del general Noriega en otro país centroamericano. El martes por la tarde, el fiscal de Miami, Leon B. Kellner, que ha dictado uno de los dos procesamientos contra el general Noriega por tráfico de drogas, acudió a Washington para entrevistarse con las autoridades federales. El presidente Reagan, alegando motivos de seguridad nacional, puede ordenarle que no pida la extradición, aunque mantenga los procesamientos.
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