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FALLAS DE VALENCIA

Cualquier cosa menos toros

ENVIADO ESPECIALEl Soro le dio unos derechazos al sexto y el sexto se tumbó. El sexto era un juguetito. Preciosidad de juguetito, la capa castaña, albardada, bragada y meana, la cara guapa. Era, un juguetito frágil al que, después de la canóniga, le fallaron las pilas y se quedaba transpuesto ante el trapo. Así salieron los animaluchos, salvo el sobrero, sólo que no tan preciosos ni tan guapos de cara y algunos hasta feos, con el pelo del hambre. Terciaditos, o sencillamente birrias, sin fuerza ni ganas de embestir. Juguetitos, chiquitines, birrias, preciosos, feos, capa brillante, pelo del hambre, lo (que fuera, aunque cualquier cosa menos toros.

La primera corrida fallera más bien parecía pollada. Había gente coletuda de oro y de plata, e individuos tocados de castoreño, y banda con sus pasodobles, y una presidencia graciosa; los ringorrangos, sí, todos. Pero corrida, eso no lo hubo jamás.

El Torero / Esplá, Mendes, Soro

Cinco toros de El Torero, chicos e inválidos; 12, sobrero de Bernardino Jiménez, flojo y con genio. LuisFrancisco Esplá: dos pinchazos, otro hondo atravesado y dos descabellos; dos pinchazos y estocada (desprendida (petición, gran ovación y salida al centro del ruedo). Víctor Mendes: pinchazo perdiendo la muleta, otro y estocada (silencio); estocada corta tendida baja (palmas y saliados). El Soro: cuatro pinchazos y estocada (silencio); pinchazo y estocada corta (bronca y almohadillas). Plaza de Valencia, 13 de marzo. Primera corrida fallera.

El primer tercio, fundamento y eje de la lidia, no existía. Jueguetitos trastabillando, hocicando, pegándose costaladas, no requieren caballos, menos aún individuos tocados de castoreño que les metan. hierro al cuerpo, desde la cima del percherón enguatado. El ringorrango de la corrida fallera desplegaba cuanta fuerza de ataque idearon los padres de la tauromaquia para ahormar toros íntegros, casta verdadera, y pues su temible prepotencia se hacía presente, los animalitos que tomaban por víctimas daban pena.

Frecuentemente los individuos tocados de castorello levantaban la vara pues, de ahondar las inocentes carnes con ella, habrían podido matar. Y seguía la pantomima. Muchos saludos de los coletudos de oro, reverencia al presidente, reverencia al público de sol, reverencia al de sombra, saludo brazo en alto urbi et orbe, abrazos entre ellos, se dan banderillas, van a besarse, no, nose besan, el abrazo vale. Y luego, venga a correr, con los garapullos en las manos, el corinudillo atónito. El cornudillo no entendía a qué tantas prisas si él no tenía ninguna; a qué tanto quite entre coletudos, si tampoco le petaba tirarlos un pitón.

El trajín desperezaba al aburrido público, que lo festejaba con palmoteos, y lo mismo le daba que los coletudos banderilleros cuadraran en la cara o a la altura del rabo; el caso era que encontraran toro y le prendieran garapullos. Lo que no toleraba, en cambio, era que no se los prendieran, y se enfadó seriamente con El Soro porque cuatro veces falló el golpe y los pares se le quedaron en el aire. Poco más, y los prende en lo alto de la arena.

Tauromaquia pura

Víctor Mendes era coletudo de cuadrar en la cara y Esplá a cabeza pasada, salvo en el cuarto especimen, en el que dio un recital de tauromaquia pura, jugando con las querencias del animalejo, al que obligaba a galopar y parar, allá donde creía oportuno, y al que reunió tres espléndidos pares por los terrenos de dentro.Esplá fue el único diestro que exhibió torería, con el bronco sobrero -que le tiraba serios gañafones- y con ese cuarto de la tarde, noble, al que muleteó con excesiva frialdad técnica, pero con importante sentido lidiador, construyendo una faena hasta tal punto hilvanada, que del último cambio de mano salió el torejo cuadrado para la muerte.

Los restantes ejemplares estaban idiotizados, se ignora si por defectos de origen o por manipulaciones de destino. Mendes, que acentuaba la pinturería en el capoteo tras echar astutamente el paso atrás, hacía gestos de desánimo porque con la muleta no podía ligar pases. A El Soro, que recibió al juguetito sexto con dos largas cambiadas, le daban rebufes por lo mismo. Sin toros, cómo iban a torear. Ahora bien, no les sirve de excusa. No fue el público quien pidió que les sacaran aquello. Y pues no lo pidió, manifestó su repulsa llenando de almohadillas el redondel.

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